Mi sobrina Agus, me preguntó ayer si había ido a Greenwich a ver lo del meridiano y la universidad, así que hacia allí partí hoy.
Underground hasta Embankment y de ahí barquito por el Támesis, muy Buquebus, que ya lo tengo calado como al subte. Parada va, parada viene, dormitando un poquito, hasta que con mi suerte, en uno de los muelles, se suben 567 chicos con 5 maestras. Qué lindo! Qué divertido! No alcanza con el brasilerito que me llora todas las noches y las mañanas en el cuarto de la lado, que tengo que viajar con más niños que gritan en british! Me tocaron como compañeritas de banco, dos niñas muy bien educadas, que repetían oh Lord! It looks tiny! refiriéndose al London Eye, a medida que nos íbamos alejando. Sus maestras deben haberme visto cara de asesina serial, porque por las dudas se quedaron paradas al lado nuestro todo el viaje.
Graciadió se bajaron pronto.
Llegamos a Greenwich y la respuesta a la pregunta obvia de hacía dónde iba, fue: si me vine hasta acá, vamos a ver el famoso meridiano. Tras pagar £7 o $64 (ahora me suena a un montón) se me ocurrió consultar a dónde quedaba el famoso observatorio. Go out of the building and turn to your right. Then continue straight up to the hill (salga del edifico, doble a la derecha y siga derecho hasta la colina) ¿Cómo colina? ¿Qué colina? ¡A mi me dijeron que Inglaterra era todo una gran llanura verde! ¡Nadie me habló de colinas!
Puteando por no haber hecho ni dieta ni ejercicio en todo el año, allí me encaminé, preguntándome desde cuándo me interesaban tanto los husos horarios, la astronomía y todas las materias que me llevé en el secundario. Llegué como pude, apunada más o menos, y sin una gota de oxígeno en mi cuerpo, siendo sobrepasada en la subida por un grupo de ancianos que entre todos sumaban más de 5700 años. O sea, se impone a mi regreso, un personal trainer.
Me saqué la foto en la línea imaginaria que une los polos, dí un par de vueltas por el lugar, y aliviada con la misión cumplida, bajé.
Vuelta a subirme al barquito, para retornar al otro lado del río. Esta vez sin niños en el horizonte.
Subte uno, subte dos, y llegamos a Regent's Park. ¿Qué te puedo decir? Me encontré preguntándome porqué nos ponía tan felices haber echado a los invasores ingleses. Malgastamos aceite al pedo. Uno no puede evitar las comparaciones. Ya sé, son odiosas pero es un deber de patriota hacerlas. Nosotros tenemos a Macri que te pone canteros con yuyos aquí y allá, ellos tienen una plaza entera, dedicada a una Reina, llena de rosas de todos los colores, con lagunas llenas de patos, cisnes, gansos, puentes, etc. Los ingleses tienen un sector en el parque con reposeras, y nosotros tenemos las playitas macristas. Nosotros tenemos un subte que para cada dos por tres, ellos, miles que paran en todos lados.
En Londres hay muchas plazas y pocos edificios altos.En Buenos Aires, muchos edificios y pocas plazas. Las plazas y las flores traen mucho aire puro, y muchísimas abejas. Por eso, yo me quedo con mi bella CABA, porque soy alérgica a las picaduras de abejas.
Salí de Regent's Park habiendo comido un sándwich que todavía no sé qué contenía, y por las dudas decidí seguir caminando para hacer la digestión, o por si me moría que por lo menos me encontrara alguien en la calle y no meses después salir en los titulares del Daily Mirror, como: "apareció muerta en el parque turista Argie. Se presume por intoxicación. Se descarta violación por sorprendente conservación de masa corporal a pesar de los meses transcurridos."
Miré mi Lonely Planet para ver cuál sería mi próximo destino, y me sugería darme una vuelta por las tiendas Selfridges. Si Harrod's es mi nuevo hogar, Selfridges es mi casa de verano. Para una compradora compulsiva como yo, es toda una prueba de fuego. Obviamente, las únicas clientas comprando eran las árabes, las rusas (de Rusia, no entro en la categoría) y las orientales, mientras yo, para mis adentros me decía al mirar los zapatos y vestidos de Dior, Chanel, Louis Vuitton y Prada, las joyas de Tiffany, Bulgari, Chopard, etc: me descompongo, me descompongo. Sáquenme de acá o consíganme un marido multimillonario!
Huí antes que me internen por desnutrición monetaria, y seguí caminando. Todos los caminos conduce a Oxford St. Gracias a Dios mi pies, a esa altura ya no daban más, y me tomé los dos subtes correspondientes para llegar a casa y enterarme, que pagué una fortuna para que mañana me corten la luz de 8 a 16 hs, con la recomendación de la gerencia de que me levante a las 7 si quiero desayunar algo caliente.
God save the Queen y horca para Skanska (suena el nombre, no?)
Underground hasta Embankment y de ahí barquito por el Támesis, muy Buquebus, que ya lo tengo calado como al subte. Parada va, parada viene, dormitando un poquito, hasta que con mi suerte, en uno de los muelles, se suben 567 chicos con 5 maestras. Qué lindo! Qué divertido! No alcanza con el brasilerito que me llora todas las noches y las mañanas en el cuarto de la lado, que tengo que viajar con más niños que gritan en british! Me tocaron como compañeritas de banco, dos niñas muy bien educadas, que repetían oh Lord! It looks tiny! refiriéndose al London Eye, a medida que nos íbamos alejando. Sus maestras deben haberme visto cara de asesina serial, porque por las dudas se quedaron paradas al lado nuestro todo el viaje.
Graciadió se bajaron pronto.
Llegamos a Greenwich y la respuesta a la pregunta obvia de hacía dónde iba, fue: si me vine hasta acá, vamos a ver el famoso meridiano. Tras pagar £7 o $64 (ahora me suena a un montón) se me ocurrió consultar a dónde quedaba el famoso observatorio. Go out of the building and turn to your right. Then continue straight up to the hill (salga del edifico, doble a la derecha y siga derecho hasta la colina) ¿Cómo colina? ¿Qué colina? ¡A mi me dijeron que Inglaterra era todo una gran llanura verde! ¡Nadie me habló de colinas!
Puteando por no haber hecho ni dieta ni ejercicio en todo el año, allí me encaminé, preguntándome desde cuándo me interesaban tanto los husos horarios, la astronomía y todas las materias que me llevé en el secundario. Llegué como pude, apunada más o menos, y sin una gota de oxígeno en mi cuerpo, siendo sobrepasada en la subida por un grupo de ancianos que entre todos sumaban más de 5700 años. O sea, se impone a mi regreso, un personal trainer.
Me saqué la foto en la línea imaginaria que une los polos, dí un par de vueltas por el lugar, y aliviada con la misión cumplida, bajé.
Vuelta a subirme al barquito, para retornar al otro lado del río. Esta vez sin niños en el horizonte.
Subte uno, subte dos, y llegamos a Regent's Park. ¿Qué te puedo decir? Me encontré preguntándome porqué nos ponía tan felices haber echado a los invasores ingleses. Malgastamos aceite al pedo. Uno no puede evitar las comparaciones. Ya sé, son odiosas pero es un deber de patriota hacerlas. Nosotros tenemos a Macri que te pone canteros con yuyos aquí y allá, ellos tienen una plaza entera, dedicada a una Reina, llena de rosas de todos los colores, con lagunas llenas de patos, cisnes, gansos, puentes, etc. Los ingleses tienen un sector en el parque con reposeras, y nosotros tenemos las playitas macristas. Nosotros tenemos un subte que para cada dos por tres, ellos, miles que paran en todos lados.
En Londres hay muchas plazas y pocos edificios altos.En Buenos Aires, muchos edificios y pocas plazas. Las plazas y las flores traen mucho aire puro, y muchísimas abejas. Por eso, yo me quedo con mi bella CABA, porque soy alérgica a las picaduras de abejas.
Salí de Regent's Park habiendo comido un sándwich que todavía no sé qué contenía, y por las dudas decidí seguir caminando para hacer la digestión, o por si me moría que por lo menos me encontrara alguien en la calle y no meses después salir en los titulares del Daily Mirror, como: "apareció muerta en el parque turista Argie. Se presume por intoxicación. Se descarta violación por sorprendente conservación de masa corporal a pesar de los meses transcurridos."
Miré mi Lonely Planet para ver cuál sería mi próximo destino, y me sugería darme una vuelta por las tiendas Selfridges. Si Harrod's es mi nuevo hogar, Selfridges es mi casa de verano. Para una compradora compulsiva como yo, es toda una prueba de fuego. Obviamente, las únicas clientas comprando eran las árabes, las rusas (de Rusia, no entro en la categoría) y las orientales, mientras yo, para mis adentros me decía al mirar los zapatos y vestidos de Dior, Chanel, Louis Vuitton y Prada, las joyas de Tiffany, Bulgari, Chopard, etc: me descompongo, me descompongo. Sáquenme de acá o consíganme un marido multimillonario!
Huí antes que me internen por desnutrición monetaria, y seguí caminando. Todos los caminos conduce a Oxford St. Gracias a Dios mi pies, a esa altura ya no daban más, y me tomé los dos subtes correspondientes para llegar a casa y enterarme, que pagué una fortuna para que mañana me corten la luz de 8 a 16 hs, con la recomendación de la gerencia de que me levante a las 7 si quiero desayunar algo caliente.
God save the Queen y horca para Skanska (suena el nombre, no?)