lunes, 17 de octubre de 2016

Insatisfacción garantizada

Once días son suficientes para darnos cuenta que nuestro propósito en la vida es viajar.
No queremos estar acá. Queremos estar allá. Donde allá sea. Sea más allá, un poco más acá, entre medio de allá y acá, pero definitivamente no acá acá.
Esta semana terminaríamos de ver a todos los que nos faltan , incluido nuestro psiquiatra, y ya podríamos irnos de nuevo.
Estando en modo cotidiano, queremos volver al modo viaje. Y como no tenemos nada mejor que hacer por ahora, queremos.
Hace mucho que no queremos porque teníamos lo que queríamos. Ahora que ya no lo tenemos más, queremos todo de nuevo.
Para quienes dicen que somos unas insatisfechas, sí, lo somos. Nacimos queriendo, vivimos de la misma manera, y moriremos igual. No hay nada más lindo que querer todo el tiempo, porque es un indicador del nivel de inconformidad. Y cuando nos conformamos, cagamos.
Ahora separemos a las otras de mí, así lo que quiero lo quiero para mí sola. Porque si hay algo que soy, es angurrienta.
Quiero bailar flamenco, con vestido a lunares y mantón de manila, para zapatearle la cabeza a más de uno.
Quiero ser andaluza, para tener el salero de las granadinas, antes que ser una hipertensa con cara de tujes.
Quiero ser la Maja Desnuda, la Venus de Botticelli y vivir en El Jardín de las Delicias, a ser Valeria Mazza adentro del country Harrods, Gath & Chaves.
Quiero las ruinas de Cesárea, antes que la cicatriz de la histerectomía.
Quiero los Alcázares de la Reina, antes que mi Juramento renovado.
Quiero surcar el cielo en bicicleta, a echar raíces en el campo y que me pase un tractor por encima.
Quiero la seguridad de no saber, a la pretensión de la sabiduría garantizada.
Quiero a Shorsh porque ya es costumbre, y sin caprichos no me reconozco.
Quiero así, cortito y al pie, porque para largo y tendido hacen falta más vidas.