Jueves 12 de noviembre y diluvia en Buenos Aires. Arriba y abajo.
Nosotras tenemos un avión que tomar. Y si hay algo a lo que le tememos más que a volar, es a volar con tormenta. Rivotril 1.
Pasa Daniel a buscarnos. Como siempre.
Rivotril 2.
Una hora y media en la General Paz, que de paz no tiene nada, para llegar al reputísimo Aeropuerto Internacional de Ezeiza. Rivotril sublingual 1.
Llueve también en Ezeiza, porque Ezeiza está en Buenos Aires y en Buenos Aires llueve en todos lados. Arriba, abajo, al centro y adentro.
Check in rápido. Primer whatsapp al psiquiatra. ¿Pablo, cuántos miligramos puedo tomar? Silencio en el celular. Va Rivotril sublingual 2, porque nosotras no te tenemos paciencia para esperar a que el psiquiatra termine de atender a otro loco.
Pre-embarco lleno de sospechosos. Porque con casi 2 miligramos de Rivotril y 0,50 de quetiapina todo el mundo parece sospechoso.
Segundo whatsapp al psiquiatra. Pablo, sigue lloviendo mucho.
Cuarenta minutos después cuando ya había parado, responde Pablo: subí, subí que no pasa nada. Te lo juro.
Yo: bueno, intentaré creerte. Rivotril sublingual 3.
Llegan Roxi, Humber y Jero. Jerónimo alucinado porque es la primera vez en su vida que ve a alguien tan drogado.
Subimos al avión. Pasamos por donde se sientan los ricos, y aunque ponemos cara de "tengo pánico y en cualquier momento te armo una escena de terror" no logramos que la azafata con cara de orto se apiade y nos dé un asiento en bussiness. Así que marchamos a nuestro mísero lugar de turista.
Va rezo del viajero, beso a la foto de papá, pedirle que nos cuide, y el último Rivotril de la noche.
Despegamos, o eso creo...bah, evidentemente en algún momento despegamos ,aunque yo no me acuerde.
Nos despertamos al grito de ¿chicken or pasta? Que vendría a ser lo mismo que el famoso pasta o poio, pero en yanqui.
Pasta decimos. Comemos dos fideos inmundos, y agarramos el Bonobon que venía de postre. Ahí quedó. En nuestra mano, Sólo recordamos haberlo tomado entre los dedos, para evitar que la azafata nos lo sacara mientras dormíamos. Así que dormimos con un bombón en la mano, imágen patética si las hay. Y sí, las hay. Hay evidencias. Humberto tiene la foto.
Aterrizamos en New York. Otra hora de viaje en taxi los cuatro, pero esta vez sin putedas.
Día uno, aquí estamos, en la Gran Manzana. Hotel en zona pipí cucú, con la única contra de que está demasiado cerca de Saks Fifth Avenue, una de las tiendas más caras.
Ya te entramos en todos los negocios de la Quinta Avenida, y reforzamos la idea que sí o sí, es Shorsh el hombre que necesitamos. O cualquiera que tenga la misma cantidad de millones que Shorsh. Ahora ya no nos importa cómo se llame. Puede también llamarse Robert, Bradley, Brad, o Angelina. Lo que queremos es alguien que nos garpe un anillito de Tiffany´s. El amor va y viene, los brillantes son para siempre.
Día dos. Ya estamos re cancheras, y nos sentimos como en casa. Vamos y venimos caminando como si hubiésemos vivido acá toda la vida. Cabe aclarar que hay algo que nos facilita la existencia. Todo el mundo habla castellano, y el que no, habla un inglés peor que el nuestro. Acá no hay yanquis, acá somos todos extranjeros. El granero del mundo! Ah! No! Eso se supone que es Argentina.
En casa no te caminamos ni para ir a la verdulería de al lado. Acá, pateamos desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la noche. Si así no adelgazamos, y nos baja la glucosa, entonces mátenos con cupcakes.
En lo que va de la estadía, ya te comimos coliflor aunque lo detestamos, usamos el subte, nos cruzamos con homeless locos que gritan y putean, escuchamos sirenas de bomberos cada dos minutos y medio y conocimos un amigo del Facebook que de casualidad encontramos en la calle. Como en las telenovelas ¿vió?
Mañana será otro día... otro día de seguir mirando tujes turgentes de hombres hermosos. Y como acá la gente anda como se le canta el culo, mañana salimos con un cartel colgando que diga: buscamos novio, millonario, en lo posible judío, y si no lo es, nos da lo mismo, mientras venga con el Tiffany´s debajo del brazo.