miércoles, 27 de mayo de 2015

Neiborjud o Buenos Vecinos.

Ellas me están abandonando gracias a Dios. Sólo estamos quedando yo y mis otros yos.
De a poco la cosa se va normalizando. Ha vuelto Soysola para quejarse.
Mi casa sigue tomada por dos albañiles que levantan paredes y paredes, y parecen no terminar nunca.
Mientras no la dejen sin puertas, está todo bien. Por algún lado vamos a necesitar escaparnos. Nosotras, y alguna que otra visita. Bah, a la visita lo más probable es que la echemos. Seamos sinceras. A estas alturas de la vida, no nos vamos a mentir...y tampoco nos vamos a creer.
Mientras de fondo suena la televisión argentina del siglo veintiuno, y mis putos vecinos gritan los goles de River, empiezo a querer lo que creí que ya no quería.
Quiero mi casa!! Sí. Esa que odié. Esa que puteé miles de veces. Extraño a mis compañeros de edificio. Aquellos que hacen fiestas de noche, a la vecina que camina con zuecos de madera a las tres de la madrugada, a la vieja chota del cuarto que deja el ascensor abierto. Esa es mi gente. Añoranzas que le dicen. ¿O es la maldición de los vecinos conservacionistas de los adoquines de Belgrano?
¿Quién soy sin ellos? Soy sólo la nueva del inquilinato moderno, llamado departamento con "amenities".
¿Qué amenities la conchaesumadre?¡A mi nadie me ameniza acá!
Pensé que los famosos servicios, eran mínimamente serviciales. Pero no. Yo toco el timbre que me regalaron (ring for sex), insisto, pero nada...
Además, estos también son insoportables como los de Juramento. La diferencia está, en que a los de allá les tengo cariño, y a los de acá ni los conozco y ya los odio.
Empecemos por decir que por piso hay treinta y ocho departamentos de un ambiente. O sea, tengo treinta y ocho rompepelotas de quienes quejarme. En realidad setenta y seis. Porque están los de mi piso y los de arriba.
Moran aquí a saber: el famoso quema-tostadas te abro la puerta del pasillo para ventilar, la pendeja que pone música alternativa a todo volumen, el desgraciado que a las once de la noche en punto le pega una patada al gato y lo hace chillar y la parejita de enfrente que tiene un perro jadeador, por nombrar algunos vecinos y el infaltable niño tira-cosas. El portero, ése no podía fallar, que te aspira la alfombra (sí, alfombra, como escuchaste, acá el pasillo tiene alfombra. Conchetez de la era moderna) a las ocho de la madrugada. Los okupas de lavadoras y secarropas comunitarios, que te hacen bajar cuatrocientas noventa y cinco mil veces cargada de bolsas y el Skip, y no son capaces de anotar un:" che, la próxima en lavar es la del 504", así no te sentís una sherpa yendo y viniendo.
Y no quiero olvidarme ni sacarle mérito a los putísimos camiones de basura, que paran exactamente debajo de mi ventana.
Juramento que el tiempo ha borrado, que juntos un día nos viste pasar...desde que me fui, triste vivo yo, Juramento amigo yo también me voy...
Quiero mi casa de vuelta, con paredes o sin ellas. Quiero el cemento alisado y la buclera. Quiero mi plancha de bifes y el rallador de queso.
Quiero los resortes gastados de mi cama, a los elásticos nuevos de las medias chinas.
Quiero las galletitas Boca de Dama con el té del recreo, al timbre moderno de los celulares.
Quiero una mesa, un sofá, un inodoro conocido a uno por conocer.
Quiero el maíz, el pochoclo y la pochoclera, como quiero la chancha, las veinte y la máquina de hacer chorizos.
Quiero querer por querer nomás, y no querer por no querer nomenos.
Quiero la presidencia de un hotel alojamiento, a la portería de la Rosada.
Quiero un lago lleno de nenúfares, un árbol de cerezo, y un jardín de infantes.
Y por último aunque cada día lo quiero menos, como no encontré a nadie más a quién querer, quiero a George con dientes de plástico y todo.