Soysolanotansola necesita aire fresco, pero para eso tiene que hacer cambios drásticos en su monoambiente cerebral.
Quiere ser soysola y sus otros yos no la dejan. Tampoco la deja él, que es él con sus otros eles.
Igual nadie supera a mis otros yos, que están mucho peor que yo y el primer otro yo que apareció allá lejos y hace tiempo.
Soysola no está acostumbrada a compartir cama, porque no entra en la suya tanta gente. Y esto no significa que sea polígama o amante de las orgías. Simplemente ya somos demasiadas nosotras mismas, como para andar regalando el poco espacio que nos queda. Además ellos roncan. Y si hay algo que no nos gustan son los ronquidos que traspasan los tapones de siliconas.
Acostumbrarnos al quilombo de los bondis nos llevó veinte años (que es mentira que no es nada) y ahora pretenden que en veinte días nos banquemos ronquidos, codazos, piernas que te buscan a la noche, brazos que te despiertan en la madrugada y no para lo que estás pensando, sino para nada. Tenemos varios moretones a la altura de la cintura y antebrazo gracias a los movimientos incontinentes del ser humano que habita en la otra punta de la cama.
Todo tiene su precio, si querés pagarlo. He ahí la question diría el amigo Shakespeare.
Por ende queremos: estar acompañadas pero no pagar caro. Queremos libertad de movimiento nocturno y diurno también. Queremos un acariciador con mango de madera, motor y mano de silicona suave para no ser reclamadas a cada rato cuando nos pudrimos de sobar una mano por cuarenta y cinco minutos seguidos. Ya que estamos también pedimos a la sociedad de inventores físico químicos u odontológicos, que se salgan con algún aparato que te mantenga la sonrisa intacta ante cada chiste incomprensible.
Soysola no está segura de nada. Quiero la libertad absoluta de hacer lo que se me venga en ganas, y quien quiera seguirme, me siga sin hacer demasiadas preguntas.
No quiero ser desagradecida a la vida, pero soysola lo es, que vendrían a ser mis otros yos y otros más que me aparecieron en estos días, las que están como locas sin saber qué hacer. Quiero que se invente el amor a control remoto, personal e impersonal a la vez. Quiero una casa para cada uno y dos planetas de distancia. Quiero un mucho de paz y un poco de amor. Quiero ser siempre soysolapuntocom paseando por el mundo, y que el mundo se adapte a mí. Quiero a mis otros yos siempre conmigo, porque asumí que la vida así es mucho más divertida.
Quiero que deje de llover, porque se vuelven cataratas de amor incontenibles.
Quiero y no quiero, como la Gata Flora, que cuando se la ponen chilla y cuando se la sacan llora.
Quiere ser soysola y sus otros yos no la dejan. Tampoco la deja él, que es él con sus otros eles.
Igual nadie supera a mis otros yos, que están mucho peor que yo y el primer otro yo que apareció allá lejos y hace tiempo.
Soysola no está acostumbrada a compartir cama, porque no entra en la suya tanta gente. Y esto no significa que sea polígama o amante de las orgías. Simplemente ya somos demasiadas nosotras mismas, como para andar regalando el poco espacio que nos queda. Además ellos roncan. Y si hay algo que no nos gustan son los ronquidos que traspasan los tapones de siliconas.
Acostumbrarnos al quilombo de los bondis nos llevó veinte años (que es mentira que no es nada) y ahora pretenden que en veinte días nos banquemos ronquidos, codazos, piernas que te buscan a la noche, brazos que te despiertan en la madrugada y no para lo que estás pensando, sino para nada. Tenemos varios moretones a la altura de la cintura y antebrazo gracias a los movimientos incontinentes del ser humano que habita en la otra punta de la cama.
Todo tiene su precio, si querés pagarlo. He ahí la question diría el amigo Shakespeare.
Por ende queremos: estar acompañadas pero no pagar caro. Queremos libertad de movimiento nocturno y diurno también. Queremos un acariciador con mango de madera, motor y mano de silicona suave para no ser reclamadas a cada rato cuando nos pudrimos de sobar una mano por cuarenta y cinco minutos seguidos. Ya que estamos también pedimos a la sociedad de inventores físico químicos u odontológicos, que se salgan con algún aparato que te mantenga la sonrisa intacta ante cada chiste incomprensible.
Soysola no está segura de nada. Quiero la libertad absoluta de hacer lo que se me venga en ganas, y quien quiera seguirme, me siga sin hacer demasiadas preguntas.
No quiero ser desagradecida a la vida, pero soysola lo es, que vendrían a ser mis otros yos y otros más que me aparecieron en estos días, las que están como locas sin saber qué hacer. Quiero que se invente el amor a control remoto, personal e impersonal a la vez. Quiero una casa para cada uno y dos planetas de distancia. Quiero un mucho de paz y un poco de amor. Quiero ser siempre soysolapuntocom paseando por el mundo, y que el mundo se adapte a mí. Quiero a mis otros yos siempre conmigo, porque asumí que la vida así es mucho más divertida.
Quiero que deje de llover, porque se vuelven cataratas de amor incontenibles.
Quiero y no quiero, como la Gata Flora, que cuando se la ponen chilla y cuando se la sacan llora.