Madrid nos recibió, como siempre, dispuesta a vernos partir.
Cuatro hermosos días cuatro, en el que nos dedicamos a pasear, comer, comprar, comer, ir al teatro, comer y armar las valijas con un nudo en el estómago que por primera vez, nos impidió comer.
De haber sabido que el efecto “exceso de equipaje” nos dejaría sin hambre, hubiésemos empezado a armar las valijas desde el día uno.
Logramos meter 23 prolijos kilos en cada maleta, y 438 en el bolso de mano.
Enfilamos hacia el aeropuerto de Barajas, siete horas antes del decolaje, advertidas por otros viajeros, que para la devolución del tax de las compras, había colas de dos y hasta tres horas. Así llegamos a un aeropuerto desierto, en el que logramos cobrar en dos minutos por reloj, porque éramos las únicas personas en los 940.000 mts2, que albergan a los 50 millones de pasajeros que pasan anualmente por allí, que casualmente no estaban.
Con seis horas y cincuenta y cinco minutos por delante, nos dedicamos a la ardua tarea de dosificar nuestra medicación anti pánico. Cual caramelos Sugus, iban uno atrás del otro, de aburridas nomás que estábamos. (Advertencia: no imitar a la estúpida que escribe)
Así pasamos por el Duty Free Shop y arrasamos con los turrones y turronas para todos y todas. Tambaléandonos, logramos entrar en la sala VIP en la que no nos quedamos dormidas a fuerza del terror que nos daba perder el avión.
Subimos al boing de Iberia, y nos desplomamos en el asiento. Sabemos, o sospechamos, que entramos en estado de inconsciencia inmediatamente. También creemos recordar que nos despertaron para la cena, pero ni idea qué comimos.
Una horita antes de aterrizar, nos despiertan para el desayuno, y ahí sí ya recordamos algo. La azafata cortésmente nos pregunta “¿durmió bien?” Y se auto responde “Sí, no sé para qué le pregunto”.
Pisamos el bendito suelo argentino para encontrar, en migraciones, a los 50 millones de viajeros que no estaban en Barajas.
Y hoy, a dos días de nuestra llegada, prendemos la tele, para ver una manifestación en pleno Madrid, suplicando por nuestra vuelta. Ah, no, perdón! Era por la unificación de España.
Catalanes a ustedes les digo: déjense de joder con la independencia que el pasaje Buenos Aires- Barcelona directo es más caro.
Adeu y benvinguda a la República Argentina.