lunes, 6 de noviembre de 2017

Tribulaciones de fin de año

Soysola se toma un descanso hasta nuevo aviso, o sea, hasta nuevo viaje. Entre tanto he vuelto yo, que no sabemos si soy esta o alguna de las otras.
He vuelto para querer, porque entre tanta paella y mariscos, no hubo tiempo de sentir necesidad y urgencia. Digamos, que los quereres estaban más que satisfechos.
Aclaración; no es lo mismo desear que querer. Lo primer es de soñadores, y lo segundo, de insatisfechos y demandantes. Bueno, la que suscribe es del segundo grupo.
Sin más preámbulos comencemos a pedir lo que nunca me será concedido.
Quiero un poeta que me escriba las canciones de amor no correspondido más tristes del mundo.
Quiero una melodía que transmita mi soledad en dos corcheas, a mil notas para Elisa.
Quiero un pájaro campana suelto por el aire, a las campanas atadas al campanario de la Iglesia.
Quiero la mano extendida del que la ofrece sin condiciones, a quien la entrega llena de promesas incumplidas.
Quiero mi isla desierta, un mar turquesa y cuatro palmeras que me den la vida.
Quiero la intranquilidad del corazón partido, a la garantía de por vida que ofrecen los fabricantes de ilusiones.
Quiero un caballero andante, un ladero izquierdo y una gran bola de espejos colgando del piso.
Quiero siete semanas en el cielo, catorce días en infierno y toda la vida al lado tuyo.
Quiero el otoño de mi vida repleto de hojas verdes, a una vida de veranos pasajeros.
Quiero todo lo que siempre me fue negado y mucho más.
Quiero ser la que era en cuerpo y alma, pero no la que era en espíritu. Esa está muerta y enterrada en la tierra del olvido.
Quiero no querer tanto y algún día conformarme, aunque si no quisiera todo lo que quiero, es posible que me desintegre.
Quiero una vida, y no la mía ni la tuya, sino una que cumpla con todos los requisitos de la sociedad moderna.