Llegamos a Roma, tras un viaje de mierda en el Frecciarosa, en el que tampoco había dónde meter las valijas y encima el aire acondicionado no daba abasto para los 38º de Italia.
¡Naaa, si en este viaje la pasamos bomba! Entre el frío de cagarse en Faenza y el calor del orto del resto del recorrido, debemos reconocer que no fue el típico viaje que solemos hacer.
Lo sabemos, nos hemos quejado mucho. Jódanse, así somos y evidentemente por más que queramos no vamos a cambiar.
Decíamos que llegamos a Roma, urgidas de un dentista, porque el arreglo que nos habían hecho en Faenza, caducó y pasó a mejor vida. Así que llamamos a Universal Assistance, que hasta ahora había tenido sólo aciertos. Nos envían un correo diciendo que debíamos concurrir al Dr. Paolo Salustri a las 15.15 hs. Vía Cavour 266. Llegamos. Ya al ver la placa con su nombre, toda herrumbrada, vecchia, vecchia como Roma misma, nos dio un escozor. Bueno pensamos, no prejuzguemos que a lo mejor el dentista heredó de su tatarabuelo el consultorio y el nombre. Subimos y tocamos timbre. Nos abre una asistente que tendría no más de 25 años. Tome asiento, nos dice, y si quiere ir al baño tiene que dar la vuelta a esta puerta. Tras un breve vistazo, decidimos que nos mearíamos encima antes que ir al baño ahí.
El consultorio era más o menos lo que sospechamos desde la calle. Década del 60. Lo que nos dio una leve sospecha de que el médico quizás estaba actualizado, era que había un dibujo en la pared, donde mostraba a un dentista con barbijo, atendiendo a un niño. Ok, pensamos, por lo menos ya entró en la era sanitaria.
Tras esperar una media hora, aparece otra niña de unos 26 años, embarazada, vestida como asistente y nos dice, prego signora. Cagadas en las patas, entramos.
La piba nos empieza a preguntar qué nos pasaba y le respondemos que veníamos porque sólo era necesario cubrir la muela rota, hasta que lleguemos a Buenos Aires y nuestro odontólogo nos atienda. Aclaramos, que no teníamos dolor alguno, pero como el nervio todavía estaba activo, era mejor taparlo, según recomendación de nuestro dentista argentino.
A los dos segundos aparecen la asistente que nos recibió, y un flaco vestido de calle. Raro, pensamos, un dentista vestido así en el consultorio…¿Cuál de todos estos es el médico, si es que alguno lo es?
Abra la boca signora, y con el rabillo del ojo, vemos que los tres se ponen barbijo y guantes. ¿Los tres? pensamos. ¿Quién es este pibe vestido de jeans y remera que va a meter mano en nuestra boca? Acto seguido, teníamos a los tres mamotretos escudriñando nuestras muelas. ¡¡Los tres al mismo tiempo!!! Ya ahí nos pusimos más nerviosas. De pronto se alejan los tres en tándem, y creyendo que no entendíamos italiano, comienzan a especular. ¿Cosa facciamo? Y, no sé, para mí hay que aprire…¿Aprire qué, gritamos nosotras??¡ Acá no se apre niente! ¡Ustedes solo tapen con alginato como hicieron en Faenza y nosotras nos arreglamos en Buenos Aires! No, signora, seguían estos tres borregos, hay que neutralizarle el nervio. ¡Neutralizá a tu abuela, a nosotras no nos tocan nada! Para mí, hay que sacar una lastra (radiografía), aportaba el de jeans. ¡Si te acabamos de dar la lastra de hace dos semanas! retrucamos.
No, decía la tercera, yo creo que hay que ponerle anestesia y después ver.¡Qué anestesia ni ocho cuartos! ¡A nosotras nos tapan y listo! ¿Saben qué? Si ustedes no saben qué es lo que hay que hacer, no hay problema, nos vamos y se acabó. No, signora, aspeta un attimo que ya viene el doctor. Si viene el doctor, preguntamos, ¿quienes son ustedes? Acto seguido desaparecen la embarazada y el idiota de jeans. Tras esa actitud, supusimos que no estábamos erradas al pensar que eran estudiantes.
Viene el doctor Salustri, que era bastante buen mozo y no tan vecchio como su placa, junto a la primera asistente y sin saludarnos nos abre la boca y dice: cúbranle como ella les dijo y nada más. No hay que hacer nada.
En ese instante se nos aflojaron los músculos de todo el cuerpo, anche los esfínteres. Finalmente tras una tortura sin anestesia de diez minutos, lograron cubrir la muela.
Conclusión que llegamos al odontólogo sin dolor, y nos fuimos con dolor.
¿Alguien recuerda la parte del dentista de la peli Little Shop of Horror? Bueno, tal cuál.
Moraleja, usen dientes postizos así no se les rompen los suyos y no tienen que caer en lo del Dr. Jekyll.
Ver Roma e doppo morire.
Arrivederci Italia, chi vediamo un altra volta y sin problemas dentales.
Muela 1 = Dr. Salustri 0
¡Naaa, si en este viaje la pasamos bomba! Entre el frío de cagarse en Faenza y el calor del orto del resto del recorrido, debemos reconocer que no fue el típico viaje que solemos hacer.
Lo sabemos, nos hemos quejado mucho. Jódanse, así somos y evidentemente por más que queramos no vamos a cambiar.
Decíamos que llegamos a Roma, urgidas de un dentista, porque el arreglo que nos habían hecho en Faenza, caducó y pasó a mejor vida. Así que llamamos a Universal Assistance, que hasta ahora había tenido sólo aciertos. Nos envían un correo diciendo que debíamos concurrir al Dr. Paolo Salustri a las 15.15 hs. Vía Cavour 266. Llegamos. Ya al ver la placa con su nombre, toda herrumbrada, vecchia, vecchia como Roma misma, nos dio un escozor. Bueno pensamos, no prejuzguemos que a lo mejor el dentista heredó de su tatarabuelo el consultorio y el nombre. Subimos y tocamos timbre. Nos abre una asistente que tendría no más de 25 años. Tome asiento, nos dice, y si quiere ir al baño tiene que dar la vuelta a esta puerta. Tras un breve vistazo, decidimos que nos mearíamos encima antes que ir al baño ahí.
El consultorio era más o menos lo que sospechamos desde la calle. Década del 60. Lo que nos dio una leve sospecha de que el médico quizás estaba actualizado, era que había un dibujo en la pared, donde mostraba a un dentista con barbijo, atendiendo a un niño. Ok, pensamos, por lo menos ya entró en la era sanitaria.
Tras esperar una media hora, aparece otra niña de unos 26 años, embarazada, vestida como asistente y nos dice, prego signora. Cagadas en las patas, entramos.
La piba nos empieza a preguntar qué nos pasaba y le respondemos que veníamos porque sólo era necesario cubrir la muela rota, hasta que lleguemos a Buenos Aires y nuestro odontólogo nos atienda. Aclaramos, que no teníamos dolor alguno, pero como el nervio todavía estaba activo, era mejor taparlo, según recomendación de nuestro dentista argentino.
A los dos segundos aparecen la asistente que nos recibió, y un flaco vestido de calle. Raro, pensamos, un dentista vestido así en el consultorio…¿Cuál de todos estos es el médico, si es que alguno lo es?
Abra la boca signora, y con el rabillo del ojo, vemos que los tres se ponen barbijo y guantes. ¿Los tres? pensamos. ¿Quién es este pibe vestido de jeans y remera que va a meter mano en nuestra boca? Acto seguido, teníamos a los tres mamotretos escudriñando nuestras muelas. ¡¡Los tres al mismo tiempo!!! Ya ahí nos pusimos más nerviosas. De pronto se alejan los tres en tándem, y creyendo que no entendíamos italiano, comienzan a especular. ¿Cosa facciamo? Y, no sé, para mí hay que aprire…¿Aprire qué, gritamos nosotras??¡ Acá no se apre niente! ¡Ustedes solo tapen con alginato como hicieron en Faenza y nosotras nos arreglamos en Buenos Aires! No, signora, seguían estos tres borregos, hay que neutralizarle el nervio. ¡Neutralizá a tu abuela, a nosotras no nos tocan nada! Para mí, hay que sacar una lastra (radiografía), aportaba el de jeans. ¡Si te acabamos de dar la lastra de hace dos semanas! retrucamos.
No, decía la tercera, yo creo que hay que ponerle anestesia y después ver.¡Qué anestesia ni ocho cuartos! ¡A nosotras nos tapan y listo! ¿Saben qué? Si ustedes no saben qué es lo que hay que hacer, no hay problema, nos vamos y se acabó. No, signora, aspeta un attimo que ya viene el doctor. Si viene el doctor, preguntamos, ¿quienes son ustedes? Acto seguido desaparecen la embarazada y el idiota de jeans. Tras esa actitud, supusimos que no estábamos erradas al pensar que eran estudiantes.
Viene el doctor Salustri, que era bastante buen mozo y no tan vecchio como su placa, junto a la primera asistente y sin saludarnos nos abre la boca y dice: cúbranle como ella les dijo y nada más. No hay que hacer nada.
En ese instante se nos aflojaron los músculos de todo el cuerpo, anche los esfínteres. Finalmente tras una tortura sin anestesia de diez minutos, lograron cubrir la muela.
Conclusión que llegamos al odontólogo sin dolor, y nos fuimos con dolor.
¿Alguien recuerda la parte del dentista de la peli Little Shop of Horror? Bueno, tal cuál.
Moraleja, usen dientes postizos así no se les rompen los suyos y no tienen que caer en lo del Dr. Jekyll.
Ver Roma e doppo morire.
Arrivederci Italia, chi vediamo un altra volta y sin problemas dentales.
Muela 1 = Dr. Salustri 0