jueves, 13 de junio de 2013

Hoy no da para la ironía, ni para la queja personal.
O sí, porque este país y sus habitantes, son algo personal. Son mis compatriotas. Quizás algunos más compatriotas que otros. Se podría decir que son parte de la familia. Y como a la familia, a algunos los querés, y a otros los detestás.
Otro choque de trenes con muertos y heridos, y lo único que hacen desde el gobierno como siempre, es, (y uno hasta a veces diría gracias a dios) mandar al imbécil de D´Elía a decir las primeras palabras, a Randazzo  las segundas, y a la Sra a no decir nunca nada.
Los argentinos son tercos, porque no les entra en la cabeza eso del pez por la boca muere, y muchos siguen apostando a ser dirigidos, gobernados por una clase política que siempre detrás de un acierto, se manda una gran cagada. Digo aciertos porque a pesar de mi clara posición en contra, sé reconocer cuando algo se hace bien, aunque sigo pensando en que hay más errores que otra cosa.
Y si me excluyo dentro de "los argentinos" es porque no comulgo con el patoterismo, el no hacerse cargo, el buscar culpables siempre afuera, el lavarse las manos con la sangre de los muertos, el esconder debajo de la alfombra lo que no se quiere mostrar, el tapar bocas para que no se hable de ciertas cosas, el desparramar dinero para lo mismo y el no hacer nada desinteresadamente por el ciudadano.
A mi me enseñaron la dignidad de hacerme cargo de mis errores, a pedir disculpas, a trabajar honradamente, a ayudar cuando se necesita y a callarme la boca cuando no tengo nada que decir.
Y hoy, no tengo nada más que decir que, toda mi solidaridad para las familias de las víctimas de esta nueva tragedia y de todas las que todavía no fueron resueltas.