Ya falta poco, y cada día menos para mudarnos de barrio. Se viene el big opening big, si es que no cancelamos, y gracias a dios marcharemos para otros rumbos. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, y esta fue una. Medio fulera pero de todo se aprende.
Si bien hicimos, siempre las tres juntas, una acuarela del barrio, corresponde que hagamos un cuadro al óleo como para pintar de cuerpo entero la villa.
Bien llamada la villa. Mugre y caca de perro por todos lados, amén de los escupitajos que te tiran cada dos pasos los habitantes del viejo mundo. Menos mal que nosotras somos rápidas de reflejos que si no, más de una vez, nos ligábamos una lavada de pies gratis.
Los vecinos.
Tenemos al ya famoso señor no portero parado sin hacer nada de 9 a 5. La señora del local de al lado, con venta de cerámicas y cuadros, que abre sólo para regar las plantitas y sentarse en la plaza a charlar, porque después no vende nada. De éstos está plagado Vallauris.
Mis amigos musulmanes del bar de la esquina.
De 7.30 a 21 están siempre sentaditos los mismos. Nosotras creemos que nacieron con la silla pegada al culo, y compadecemos a la madre que los parió porque no entendemos cómo por el canal de parto salió una silla de plástico con un bebé adosado.
Hay uno especialmente, que toma café a las 9 en la esquina, a las 9:45 en el de la otra cuadra, a las 10:15 en la vereda siguiente y así sucesivamente hasta llegar a Golfe Juan. Doy fe porque todos los días lo veo de camino al taller.
También tenemos al borracho alegre que nadie banca. A las 8:45 del día de ayer, estaba desayunando dos bananas con una botella de whisky. La botella se le cayó y rompió en mil pedazos, y el tipo reía alegremente mientras gritaba "no estaba destinada a mi". Lo que no está destinado a vos, pensábamos nosotras, es el trasplante de hígado al que no vas a llegar por muerte prematura.
Luego tenemos a los caboverdianos.
Esos son un mundo aparte. Están parados en una esquina todo el día, y no sabemos muy bien qué hacen ahí. No hablan francés, no hablan inglés, tampoco es portugués ni castellano. El caboverdiando habla francoportunglés. Al único que algo le entendemos, o imaginamos que entendemos, es a un viejo con bastón, que habla como el tío Iosl. Oy vey, oy vey es lo que nos parece oír. Gesticula como el tío y se agarra la cara igual que él. O es nuestra imaginación…o andamos extrañando a la familia.
La tercera edad.
Frente al café de mis amigos, hay un banco de piedra. Ése vendría a ser el centro de jubilados del pueblo. Se juntan todas las mañanas a charlar y discutir vaya a saber qué. Se ríen, gritan, se caen a pedazos, pero ahí están, firmes tout les jours. Por supuesto, jamás saludan a las extranjeras, o sea nosotras. Sólo nos miran y murmuran. Seguramente todos los días lo mismo, porque Vallauris vendría a ser como la película El día de la marmota (para quién no la vio, Bill Murray se despierta todas las mañanas y revive siempre el mismo día).
Hemos descubierto otra cosa en los viajes. La gente te habla en su idioma natal, entiendas o no. Les importa tres carajos. Así que desde hace unos días, nosotras decidimos hacer lo mismo. No nos importa en qué idioma nos hablen, nosotras respondemos je ne parle pas français, sólo español.
Total, que igual nos entendemos. Además, nos dimos cuenta, que de tanto intentar otras lenguas, comenzamos a hablarlas cada vez peor. Si nuestro inglés hasta hace unos meses era decente, hoy tiene un tono francés mezclado con alemán y bien a lo bruto argentino.Ya no nos preocupamos por pronunciar bien, si total acá hasta hablan francés como el orto!
No llores por mí Argentina, quedate tranquila que volvemos a casa! Decididamente Francia no es nuestro lugar en el mundo.