Reaparecimos gracias a Ale C que insiste en que es hora de que Soysola salga de su ostracismo, a pesar del coronavirus.
Y acá estamos. Años y años de terapia para sacarnos nuestro trastorno obsesivo compulsivo, para que venga un virus del orto, que se cree reina, y nos obligue a estar en TOC permanente.
Veinte años de terapia tirados a la mierda. Queremos el reintegro monetario de todas las sesiones, o un resarcimiento terapéutico, a saber, otros veinte de terapia gratuita.
Aunque, seamos honestas, esta cuarentena obligatoria (estamos esperando la orden del Doc. Alberto F.) nos viene bien para varias cosas.
Una, empezar a limpiar cajones en los que acumulamos cincuenta mil pelotudeces que no tenemos dónde guardar, o sí, pero nosotras te las tiramos ahí.
Dos, hacer algo de ejercicio para combatir el aburrimiento, algo que no hacíamos desde antes del N1H1. Es que nosotras solo te hacemos ejercicio cuando hay riesgo de vida. De lo contrario ¿para qué?
Tres, leer el libro que hace tres meses queremos terminar y solamente tiene 120 páginas. No es que no sepamos cómo leer, es que estamos intentando pasar el nivel 789900 del Candy Crush y se nos va el tiempo.
Cuatro, limpiar obsesivamente cada rincón de nuestro hogar, ahora que Miguelina no viene, y a la que putearemos apenas se levante la cuarentena, porque descubrimos que nuestra casa es una mugre.
Cinco, dormir sin culpas hasta las 11 de la mañana.
Seis, de una vez por todas, tirar todas las fotos en las que aparece nuestro primer marido.¿Para qué queremos tener el recuerdo de nuestra despedida de soltera, si hace más de 30 años que el matrimonio caducó? Y nuestra buena relación con él también.
También podríamos, ya que estamos, ir tirando las fotos en las que aparece marido dos, y pareja tres, a los que no deseamos ver ni en figuritas.
Siete, cocinar. Esto no se lo agardecemos al Covid-19, porque nosotras somos delivery girls. Con esto de la pandemia, le tomamos un poco de aprehensión a la bolsita de Rappi, al chico Rappi, y a la comida que trae Rappi (o Glovo o Pedidos Ya, para que no se sientan discriminados)
Estas serían las cosas positivas. Vamos por las negativas.
Uno, si antes no conseguíamos novio, imaginate ahora. Entre el metro y medio o dos de distancia entre una persona y otra ¿quién se nos acercaría? No te tocaríamos ni una mano a menos que sea con una orden judicial, menos que menos intercambiaríamos fluidos con el sexo opuesto.
Si la cosa se llegara a poner tan fea como en Italia en donde han llegado a seleccionar a los pacientes menores de 50 para salvar, cagamos del todo. Si ya nos quejábamos de no encontrar hombres de nuestro rango etario, qué podemos esperar después del coronavirus...
Dos, que somos población de riesgo, por dejadas, porque no nos pusimos las pilas hace años. Y si nos pasara algo, Dior no lo permita, no podríamos volver.
Ahora unas líneas en serio. Cuidémonos, que si no nos cuidamos entre todos, estamos al horno.
Respeten la cuarentena, lávense las manos como si tuvieran TOC, que esta vez es bueno. No abracen ni besen hasta que la peste esté erradicada. No te toques la cara, ojos, boca, nariz mientras estés en la calle o en contacto con otros seres, hacelo solo después de haberte lavado bien las manos. Seamos solidarios y cumplamos con lo que se nos pide. No desabastezcas las farmacias ni supermercados, porque no es necesario.
Si no somos solidarios, esta vez, no se muere el otro, nos morimos todos.
Y acá estamos. Años y años de terapia para sacarnos nuestro trastorno obsesivo compulsivo, para que venga un virus del orto, que se cree reina, y nos obligue a estar en TOC permanente.
Veinte años de terapia tirados a la mierda. Queremos el reintegro monetario de todas las sesiones, o un resarcimiento terapéutico, a saber, otros veinte de terapia gratuita.
Aunque, seamos honestas, esta cuarentena obligatoria (estamos esperando la orden del Doc. Alberto F.) nos viene bien para varias cosas.
Una, empezar a limpiar cajones en los que acumulamos cincuenta mil pelotudeces que no tenemos dónde guardar, o sí, pero nosotras te las tiramos ahí.
Dos, hacer algo de ejercicio para combatir el aburrimiento, algo que no hacíamos desde antes del N1H1. Es que nosotras solo te hacemos ejercicio cuando hay riesgo de vida. De lo contrario ¿para qué?
Tres, leer el libro que hace tres meses queremos terminar y solamente tiene 120 páginas. No es que no sepamos cómo leer, es que estamos intentando pasar el nivel 789900 del Candy Crush y se nos va el tiempo.
Cuatro, limpiar obsesivamente cada rincón de nuestro hogar, ahora que Miguelina no viene, y a la que putearemos apenas se levante la cuarentena, porque descubrimos que nuestra casa es una mugre.
Cinco, dormir sin culpas hasta las 11 de la mañana.
Seis, de una vez por todas, tirar todas las fotos en las que aparece nuestro primer marido.¿Para qué queremos tener el recuerdo de nuestra despedida de soltera, si hace más de 30 años que el matrimonio caducó? Y nuestra buena relación con él también.
También podríamos, ya que estamos, ir tirando las fotos en las que aparece marido dos, y pareja tres, a los que no deseamos ver ni en figuritas.
Siete, cocinar. Esto no se lo agardecemos al Covid-19, porque nosotras somos delivery girls. Con esto de la pandemia, le tomamos un poco de aprehensión a la bolsita de Rappi, al chico Rappi, y a la comida que trae Rappi (o Glovo o Pedidos Ya, para que no se sientan discriminados)
Estas serían las cosas positivas. Vamos por las negativas.
Uno, si antes no conseguíamos novio, imaginate ahora. Entre el metro y medio o dos de distancia entre una persona y otra ¿quién se nos acercaría? No te tocaríamos ni una mano a menos que sea con una orden judicial, menos que menos intercambiaríamos fluidos con el sexo opuesto.
Si la cosa se llegara a poner tan fea como en Italia en donde han llegado a seleccionar a los pacientes menores de 50 para salvar, cagamos del todo. Si ya nos quejábamos de no encontrar hombres de nuestro rango etario, qué podemos esperar después del coronavirus...
Dos, que somos población de riesgo, por dejadas, porque no nos pusimos las pilas hace años. Y si nos pasara algo, Dior no lo permita, no podríamos volver.
Ahora unas líneas en serio. Cuidémonos, que si no nos cuidamos entre todos, estamos al horno.
Respeten la cuarentena, lávense las manos como si tuvieran TOC, que esta vez es bueno. No abracen ni besen hasta que la peste esté erradicada. No te toques la cara, ojos, boca, nariz mientras estés en la calle o en contacto con otros seres, hacelo solo después de haberte lavado bien las manos. Seamos solidarios y cumplamos con lo que se nos pide. No desabastezcas las farmacias ni supermercados, porque no es necesario.
Si no somos solidarios, esta vez, no se muere el otro, nos morimos todos.