sábado, 7 de septiembre de 2024

Senza aria, más no la de Puccini.

Buenos días o buongiorno, como más te guste. Nosotras seguimos acá en Italia. Podríamos entrar ya el libro Guinness de los récords. Siamo stancas, muy cansadas y muy quejosas para no perder la costumbre. 
Hagamos un pequeño racconto de nuestra estadía faentina. Alguien nos dijo que podríamos titular esta entrada como: Cómo subsistir 64 días sin aria condizionata, más conocido como aire acondicionado en castellano.
Spolier alert, no se puede, ya te lo digo. 
Este fue, para nuestra desgracia uno de los veranos más calurosos de la historia italiana. Entre 35 y 40 grados todos los días. Y vos, sin un puto aire acondicionado en tu dormitorio. La señora dueña del departamento se negó a comprar más que un mísero ventilador, ofreciendo un “refrescatore” que sería la nada misma. Es un aparato al que le ponés hielo y te tira como un supuesto aire fresco. Nosotras ya bastante empapadas estábamos todas las noches como para tener un coso que encima que nos tire agua. Además, la recomendación era: prendé eso, dejá las ventanas abiertas y acompáñalo con el ventilador. 
Señora ¿qué mierda más quiere de nosotras? Por empezar la habitación era chica. La ventana al abrirla chocaba contra la cama que era dos plazas, por ende no se abría más que una hoja y hasta ahí nomás. Frente a la misma además del ventilador, teníamos una cómoda que de cómoda no tenía nada, era más bien una molestia.De un lado de la cama el radiador y del otro una silla y un ropero del año 20…Más nosotras que medimos metro y medio de diámetro. ¿Qué catzo más querés meter ahí adentro? Gentilmente nos negamos al refrescatore, que además ya se había hecho evidente, tampoco pensaba comprarlo. 
La pregunta que seguro te estás haciendo, es ¿cómo pudo aguantar así dos meses y pico? La respuesta es no pude.
El resultado está a la vista si vieras mi cara. Y mi humor. 64 días puteando a todo el mundo, bah, a todo el mundo que se lo merecía y al que no le pedimos perdón. Mis pobres compañeros de residencia más el resto de los amigos, tuvieron que soportarnos quejosas (más de lo habitual), y de mal humor. Agradézcanselo a la signora propietaria.
Puestos en autos, y como si esto fuera poco, mi experiencia laboral, aclarando que el resultado final fue maravilloso, resultó más estresante que disfrutable. Todos los colaboradores creyeron que el proyecto era más suyo que mío, nadie quería escucharme, todos creían saber mejor que yo cómo debería ser mi obra, qué material usar, cómo debía hornearlo, etc, como si mis 35 años de experiencia en la cerámica fueran inexistentes. Para todo tuve que luchar como Titanes en el Ring. Eso sí, fui el Ancho Peuchele. Y Rubén siempre gana, pero las consecuencias de la batalla ganada, son un estrés tal que de los tres días en Capri, uno y medio me la pasé durmiendo. Y si me dejás, los cuatro que me quedo en Sorrento, también. 
Conclusión de la experiencia en Faenza: última vez. Chau Faenza, si te he visto no me acuerdo.
Ahora nos queda por delante el congreso en Portugal. Lo único bueno que vislumbro de eso es que voy a estar con dos queridas amigas. 
Del resto no tengo grandes expectativas, más que presenciar la más grande lucha de egos que uno pueda imaginar durante la asamblea general.
Como podrán darse cuenta, estoy tan cansada que hasta perdí el sentido del humor y ni me hables que cualquier cosa me hace llorar, aunque lo que más me hace llorar hasta el momento son los 30º que hay en Capri.
Arrivederci y hasta nunca Faenza.