Domingo no es nuestro mejor día, pero nos levantamos temprano igual.
El humor es más variable que la humedad, y tras despertarnos puteando, a los diez minutos, ya estábamos mucho peor.
Así y todo, teníamos mil cosas que hacer previa mudanza de bártulos a nuestra bienamada Avenida Juramento. Es como Avenida Brasil, el culebrón, pero en castellano. Hay mucho personaje metido en el medio, y se ve que eso nos impide a Shorsh a y mí, estar juntos.
Pero volvamos a los que nos compete. Ya sabemos que a ustedes no les compete, pero no nos importa mucho. Somos así cuando estamos de mal humor. Jodidas, pero buena gente.
Salimos de urgencia a comprar perchas para colgar la ropa que tenemos envalijada hace cuatro meses. Si no se desintegraron las cosas, ahí deben estar.
Llegamos a Easy, el hipermercado del paseador. Mucho paseador suelto, cosa que nos enerva más que escuchar a Arjona cantar "Apnea". Bueno...tampoco tenemos que exagerar tanto. Nada se compara a lo que le produce Arjona al inconsciente colectivo. Justamente a nosotras...que somos varias...tenemos mucho colectivo.
Retomemos, que nos vamos por las ramas.
Los paseadores compulsivos domingueros. Deberían tener la entrada prohibida a los shoppings e hipermercados. Son molestos. No tienen nada que hacer, entonces te van a joder a vos, que estás comprando perchas para estrenar tu vestidor. Pero no, no hay ley que les prohiba pararse en el medio del pasillo, papando moscas, mientras nosotras hacemos malabares con el carrito del orto, un mamotreto pesado y con ruedas que no ruedan. Permiso, permiso por favor, vamos diciendo, mientras intentamos contenernos de pasarles por arriba con el carro o bien usarles la raya del tujes como estacionamiento del changuito. Y siguen ahí parados, mirando a la nada, como si la vida se les fuera en ello. Miran insistentemente al estante más alto, como si llegaran a ver algo. ¡Necesitás un largavistas hermano, para ver los numeritos a cinco metros de altura!¡Mové el orto de ahí! tenemos ganas de decirle, aún no habiendo perdido la compostura, pero nos mordemos la lengua. El odio contenido ante todo.
Pero son muchos culos para un solo chango. Entonces empezamos a empujar. Perrrmiso. Perrrrrrrrrmisooo por favorrrrrr, mascullamos entre dientes, con la vena del cuello a punto de explotarnos. Y ahí arremetemos, esquivando boludos, y cada tanto llevándonos alguno puesto.
Cuando logramos salir del laberinto de paseadores, llegamos a la caja, notando que en medio del fastidio, nos olvidamos de meter en el carro, más de una de las cosas que habíamos ido a comprar.
Má sí...que se nos caiga la ropa del placard, pero si volvemos a entrar, vamos a voltear gente como si fuesen palos de bowling. ¡Chuza! diría un taxista amigo...
Llegamos cargadas cuál camello en el desierto, para enterarnos que la persona que nos iba a ayudar a ordenar, nos cagó. No viene. O sea, nos meteremos las vergas (sinónimo de percha según Worldreference) en el orto.
Nota mental. Para la próxima, pedirle a Shorsh que me mande vergas desde Yanquilandia, o que me compre una casa con la ropa ya colgada.