martes, 10 de enero de 2017

¿Bella o vello?

Cinco míseros días de vacaciones y te tenés que depilar.
Vas confiadísima al mismo lugar de siempre y le decís: sacame todos los pelos que encuentres.
Y la torturadora, perdón, la depiladora, se lo toma al pie de la letra.
¿Qué se va a hacer? te pregunta.
Cavado, axilas, media pierna y tira de cola, deslizás tímidamente. Desvestite, te dice, tomando confianza, ya que te va a ver el upite.
Y ahí nomás arremete. Te abre como a un pollo que van a adobar, y te empieza a pasar la cera. 40 grados a la sombra y la mina no prende el ventilador. Tu piel sobrepasa los 36.6 de temperatura, y al contacto con la cera, te sentís como un lechón al asador.
Está un poquito caliente, te animás a decirle. Enciende el aire, y rezás para que no te agarre una pulmonía.
Y como todas las torturadoras del método español, que seguramente fueron adiestradas por Franco (perdón otra vez, depiladoras), ataca varias de tus partes al mismo tiempo. Y ahí estás vos, tendida en una camilla , con ambos brazos hacia arriba, una pierna flexionada y la otra extendida. Y te unta. Te unta por dentro y por fuera. Y sin mediar palabra, vos, que esperás el tirón de una sola vez, no, la muy hija de puta, va tironeando despacito, despacito, como si se deleitara con tu sufrimiento.
De golpe sentís que algo hirviendo y espeso te tapa la uretra, y gritás: ojo! No me depiles tanto!
¿Pero no me dijiste cavado profundo? te espeta cuál serpiente venenosa.
Noooo, te espantás vos, yo quería cavado común, no el de vedette. Pero ya es tarde. Para cuando te mirás, sos Silvia Süller en sus peores épocas.
Humillada y pelada, te das vuelta porque te toca la parte de atrás. Te arrepentís de haber pedido tira de cola, porque como viene la mano, seguramente la yegua, te va a sacar las hemorroides para afuera.
Pasa una, pasa dos, pasa tres veces, y tu piel, deja de ser un terso culo de cincuentona, para ser uno al rojo vivo como el del mandril.
Una vez listo el chicken, te alegrás de haberte llevado puesto un vestido, y no tener que calzarte un jean, porque te arde hasta el colon. Lo peor es después, que tras la tortura, viene la dolorosa. Tenés que pagar seiscientos mangos.
La pregunta del millón, es, para qué cornos te sacás hasta el último vello de tu cuerpo, si la malla enteriza que te llevás, no sólo te tapa todo el OGT sino, que llega más o menos a media pierna, como las de principio de siglo pasado.
Todo sea por la salud visual de los veraneantes.