Y la Unión Obrera Ferroviara ha llegado a Italia. Ahora se entiende de dónde sacan las ideas los compañeros cuando te hacen paros sorpresivos.
Domingo 13 no te cases ni te entrenes (subirse a un tren), dice el refrán y era cierto nomás.
Partimos de Milán, yo y todos mis yos, ya sabiendo que había huelga de trabajadores ferroviarios en tutti l´Italia, pero habiendo confirmado la salida de nuestra locomotora. Non avutto dei problema, signora, quédese tranquila que salimos. Listo el Pollo Sobrero, me dije, y me subí a la carrozza número 2, asiento 55.
Compartimiento con familia ensamblada inglesa, ella china, él british y las chicas no entendí muy bien cuál era de cada uno. Pero muy educados y amables, y nos dormimos todos.
Primera parada del tren lechero, Génova. Hay que saber que no existe tren directo a Francia desde Milán, sin pasar por cuanto pueblito del orto haya.
Prosigo. Llegamos a Génova, y nos despertamos. A los tres minutos, empiezo a percibir un raro silencio, pero cansada como hormiga obrera, decido darme vuelta y seguir durmiendo.
Pasa el guarda del tren, nos mira, y como si supiese que no hablamos italiano nos dice: dovranno scendere dal treno perché sta guidando uno sciopero e hanno deciso di concludere il nostro viaggio a Génova.
¿Lo qué? le contesto yo. Scendere, scendere , me hacía con la mano el tipo. Los ingleses me miraban desorbitados. ¿Que nos tenemos que bajar del tren? pregunto. Si, me responde. ¿Y a dónde querés que vaya? le digo. Non lo so, me contesta, ma questo trenno no va más.
Los británicos me preguntan qué está pasando, y les cuento.¿Y a dónde vamos? me preguntan. No sé, pero hay que bajar, contesto. Bueno, nosotros te seguimos a vos, ¿no John? dice la mina. Y ahí, me hice de una nueva familia.
Les recuerdo a todos, que mis valijas pesaban tanto como Charles Atlas después de crear el método del mismo nombre. Bajo del trenno, con sendas escaleras y me voy hasta la boletería a ver qué corno tenía que hacer. Intercepto un huelguista y lo increpo: decime bo, ¿qué merda hago yo ahora con questo biglietto?¿Tengo que comprar otro o con éste puedo seguir? Quise suponer que lo que me estaba respondiendo era algo así como: tu boleto todavía sirve, si es que podés subirte a algún tren, je, je.
Mi familia putativa, seguía pegada a mí como sopapa.¡Síganme los buenos! les digo. Hay un tren que sale a Ventimiglia a las 17.43, del andén 11. Y allí partimos los cinco, cargando yo, mi Samsonite de 348 kgs y un bolso de 67, decidida a deshacerme de mis otros yos, que no ayudan con las valijas. Para ir al andén 11, ya habíamos bajado y subido escaleras. Llegamos. 3000 personas para saltar al Sarmiento. Pasada media hora de espera, escucho que un flaco viene y le dice a los suyos: cambiaron de andén, ahora sale del 17. Y ahí van, todos en fila india a dicha plataforma. Los ingleses, me pedían subtítulos. Les digo, come on, let´s go, no queda otra. Vuelta a bajar del 11 para subir al 17…con equipaje. Mientras esperamos en el andén, viene otro tipo y le dice a su mujer: parece que cancelaron este tren y el de las 19hs. Así que sólo nos quedaba el de las 18.55, a mí, a la familia Ingalls, y a los otros 2995 pasajeros. Nos dirigimos al binario (andén) 14, y a los empujones nos subimos al tren, yo, mis otros yos y el cortejo real. Nos sentamos, cuál siameses sin separar, y en menos de lo que canta un gallo, viene otro guarda y nos dice: non salimos niente. Bájense porque ahora el tren sale del andén 20. Incrédulos, nos miramos todos, y nos bajamos a las puteadas. ¡Va fanculo!¡Porca miseria!¡Cazzo! ¡Attaccante di merda! mientras corríamos como en Carrozas de Fuego, hacia el andén número 20. Me separo de mi nueva familia, esperando no volverlos a ver más, porque ya bastante tenía conmigo misma , las valijas y mis fantasmas, como para bancar más peso. Me subo como puedo, o sea, empujando y pidiendo ¡permesso, scusate, muoversi per lo sfondo madonna santa! ¿No va y que me toca en el vagón una división de adolescentes en vacaciones a Cannes con su profesora de francés? ¡Mamma mia! ¡Y no está Meryl Streep para cantarme! Mis otros 500 compañeros de vagón, eran unos yanquis, un sudafricano, chinos, alemanes, francoárabes y una pareja de viejitos italianos, dignos de una película de Campanella.
La cuestión, es que siendo la única multilingüe, de pronto me convertí en traductora oficial del Intercity 2894 con destino a Ventimiglia. ¿Dove sei lei? ¿Argentina? Si, contestaba yo en italiano. ¡Oggi la partita!! ¡La finale! ¡Argentina, Argentina! gritaban las tanitas.¡ Aspeta que llamo a mi mamá para ver cómo va el partido! Y así me fui enterando de cómo nos garcaban los deutche welle. El sudafricano cada dos minutos me preguntaba ¿qué dicen?¿qué dicen? No sólo qué decían las chicas, sino qué decían por los altoparlantes. Las niñas decían adolescentadas, y los parlantes nos iban avisando que en cada estación deberíamos parar por lo menos 45 minutos, por problemas de huelga y de locomotora. ¡Ha morto il trenno!¡Viva il trenno! En una hora viene el reemplazo. Finalmente, previo Rivotril en boca, partimos a las 21.30 de la estación de Savona. Obviamente ya todos habíamos perdido la conexión de Ventimiglia a Francia.
Volvamos al sudafricano. Una vez que el sublingual empezó a hacerme efecto, decidí tomarme todo con alegría. Y me puse a conversar con el susodicho. He aquí su historia. Iba a Antibes a reencontrarse con una vieja novia. Hacía 15 años tenían que verse en Antibes, y él llegó tarde. Ella se fue, y meses después se casó con otro. Quince años más tarde, seguramente por el Facebook (tanto no indagué) se reencontraron, y ambos estaban solteros.¿Qué decidieron hacer? ¡Encontrarse en Antibes! Eeeapepé!! ¡¡Y él llegaba tarde de nuevo!! Los dos nos encomendamos al maquinista, y suplicábamos que el tipo pudiese llegar antes que la mina se le vuelva a ir. Arribamos finalmente a la frontera, y nos comunican que la municipalidad había puesto micros para aquellos que teníamos que cruzar a Francia. Pero, nos llevaban hasta Niza. Como si fuesen argentinos, todos se abalanzaron sobre los buses, y oh sorpresa! me encuentro a mi familia postiza! Ahora no sólo los tenía a ellos, sino que tenía uno más . Como el señor ,del cuál nunca supe el nombre, pero yo bauticé Mandela, no tenía más que una mochila, no lo dejaban subir al micro. Prioridad, los que teníamos valijas. Así que Santa Elizabeth de todos los Turistas, le dijo: vos quedate al lado mío, que yo les digo que sos mi marido. En cuanto el chofer empezó a las puteadas porque había mucha gente en el micro, yo le grito, bajame las mías valissas que me voy en el siguiente. ¿Cuántos lugares necesita? Seis le digo: cuatro para la mia sorella y su familia, y dos para nosotros: il mio marido y yo. Y ahí subimos los seis rumbo a Niza.
Bajamos todos en la estación, obviamente cerrada, y mi hermana con su prole se dirigió a Montecarlo, y mi pseudo marido y yo, comenzamos a buscar hotel, a las 2 de la mañana. Vale aclarar, que finalmente él se fue a un hotel barato y yo terminé pagando un huevo por no tener horas de entrenamiento en un gym y no poder siquiera arrastar la valija con rueditas.
Para otra ocasión será el relato del conductor del autobús, que en plena madrugada no sabía el camino. Y estábamos en camino de cornisa….
No llores por mí Argentina, que estoy en Italia y es lo mismo que estar en casa!
Vallauris here I come.
Domingo 13 no te cases ni te entrenes (subirse a un tren), dice el refrán y era cierto nomás.
Partimos de Milán, yo y todos mis yos, ya sabiendo que había huelga de trabajadores ferroviarios en tutti l´Italia, pero habiendo confirmado la salida de nuestra locomotora. Non avutto dei problema, signora, quédese tranquila que salimos. Listo el Pollo Sobrero, me dije, y me subí a la carrozza número 2, asiento 55.
Compartimiento con familia ensamblada inglesa, ella china, él british y las chicas no entendí muy bien cuál era de cada uno. Pero muy educados y amables, y nos dormimos todos.
Primera parada del tren lechero, Génova. Hay que saber que no existe tren directo a Francia desde Milán, sin pasar por cuanto pueblito del orto haya.
Prosigo. Llegamos a Génova, y nos despertamos. A los tres minutos, empiezo a percibir un raro silencio, pero cansada como hormiga obrera, decido darme vuelta y seguir durmiendo.
Pasa el guarda del tren, nos mira, y como si supiese que no hablamos italiano nos dice: dovranno scendere dal treno perché sta guidando uno sciopero e hanno deciso di concludere il nostro viaggio a Génova.
¿Lo qué? le contesto yo. Scendere, scendere , me hacía con la mano el tipo. Los ingleses me miraban desorbitados. ¿Que nos tenemos que bajar del tren? pregunto. Si, me responde. ¿Y a dónde querés que vaya? le digo. Non lo so, me contesta, ma questo trenno no va más.
Los británicos me preguntan qué está pasando, y les cuento.¿Y a dónde vamos? me preguntan. No sé, pero hay que bajar, contesto. Bueno, nosotros te seguimos a vos, ¿no John? dice la mina. Y ahí, me hice de una nueva familia.
Les recuerdo a todos, que mis valijas pesaban tanto como Charles Atlas después de crear el método del mismo nombre. Bajo del trenno, con sendas escaleras y me voy hasta la boletería a ver qué corno tenía que hacer. Intercepto un huelguista y lo increpo: decime bo, ¿qué merda hago yo ahora con questo biglietto?¿Tengo que comprar otro o con éste puedo seguir? Quise suponer que lo que me estaba respondiendo era algo así como: tu boleto todavía sirve, si es que podés subirte a algún tren, je, je.
Mi familia putativa, seguía pegada a mí como sopapa.¡Síganme los buenos! les digo. Hay un tren que sale a Ventimiglia a las 17.43, del andén 11. Y allí partimos los cinco, cargando yo, mi Samsonite de 348 kgs y un bolso de 67, decidida a deshacerme de mis otros yos, que no ayudan con las valijas. Para ir al andén 11, ya habíamos bajado y subido escaleras. Llegamos. 3000 personas para saltar al Sarmiento. Pasada media hora de espera, escucho que un flaco viene y le dice a los suyos: cambiaron de andén, ahora sale del 17. Y ahí van, todos en fila india a dicha plataforma. Los ingleses, me pedían subtítulos. Les digo, come on, let´s go, no queda otra. Vuelta a bajar del 11 para subir al 17…con equipaje. Mientras esperamos en el andén, viene otro tipo y le dice a su mujer: parece que cancelaron este tren y el de las 19hs. Así que sólo nos quedaba el de las 18.55, a mí, a la familia Ingalls, y a los otros 2995 pasajeros. Nos dirigimos al binario (andén) 14, y a los empujones nos subimos al tren, yo, mis otros yos y el cortejo real. Nos sentamos, cuál siameses sin separar, y en menos de lo que canta un gallo, viene otro guarda y nos dice: non salimos niente. Bájense porque ahora el tren sale del andén 20. Incrédulos, nos miramos todos, y nos bajamos a las puteadas. ¡Va fanculo!¡Porca miseria!¡Cazzo! ¡Attaccante di merda! mientras corríamos como en Carrozas de Fuego, hacia el andén número 20. Me separo de mi nueva familia, esperando no volverlos a ver más, porque ya bastante tenía conmigo misma , las valijas y mis fantasmas, como para bancar más peso. Me subo como puedo, o sea, empujando y pidiendo ¡permesso, scusate, muoversi per lo sfondo madonna santa! ¿No va y que me toca en el vagón una división de adolescentes en vacaciones a Cannes con su profesora de francés? ¡Mamma mia! ¡Y no está Meryl Streep para cantarme! Mis otros 500 compañeros de vagón, eran unos yanquis, un sudafricano, chinos, alemanes, francoárabes y una pareja de viejitos italianos, dignos de una película de Campanella.
La cuestión, es que siendo la única multilingüe, de pronto me convertí en traductora oficial del Intercity 2894 con destino a Ventimiglia. ¿Dove sei lei? ¿Argentina? Si, contestaba yo en italiano. ¡Oggi la partita!! ¡La finale! ¡Argentina, Argentina! gritaban las tanitas.¡ Aspeta que llamo a mi mamá para ver cómo va el partido! Y así me fui enterando de cómo nos garcaban los deutche welle. El sudafricano cada dos minutos me preguntaba ¿qué dicen?¿qué dicen? No sólo qué decían las chicas, sino qué decían por los altoparlantes. Las niñas decían adolescentadas, y los parlantes nos iban avisando que en cada estación deberíamos parar por lo menos 45 minutos, por problemas de huelga y de locomotora. ¡Ha morto il trenno!¡Viva il trenno! En una hora viene el reemplazo. Finalmente, previo Rivotril en boca, partimos a las 21.30 de la estación de Savona. Obviamente ya todos habíamos perdido la conexión de Ventimiglia a Francia.
Volvamos al sudafricano. Una vez que el sublingual empezó a hacerme efecto, decidí tomarme todo con alegría. Y me puse a conversar con el susodicho. He aquí su historia. Iba a Antibes a reencontrarse con una vieja novia. Hacía 15 años tenían que verse en Antibes, y él llegó tarde. Ella se fue, y meses después se casó con otro. Quince años más tarde, seguramente por el Facebook (tanto no indagué) se reencontraron, y ambos estaban solteros.¿Qué decidieron hacer? ¡Encontrarse en Antibes! Eeeapepé!! ¡¡Y él llegaba tarde de nuevo!! Los dos nos encomendamos al maquinista, y suplicábamos que el tipo pudiese llegar antes que la mina se le vuelva a ir. Arribamos finalmente a la frontera, y nos comunican que la municipalidad había puesto micros para aquellos que teníamos que cruzar a Francia. Pero, nos llevaban hasta Niza. Como si fuesen argentinos, todos se abalanzaron sobre los buses, y oh sorpresa! me encuentro a mi familia postiza! Ahora no sólo los tenía a ellos, sino que tenía uno más . Como el señor ,del cuál nunca supe el nombre, pero yo bauticé Mandela, no tenía más que una mochila, no lo dejaban subir al micro. Prioridad, los que teníamos valijas. Así que Santa Elizabeth de todos los Turistas, le dijo: vos quedate al lado mío, que yo les digo que sos mi marido. En cuanto el chofer empezó a las puteadas porque había mucha gente en el micro, yo le grito, bajame las mías valissas que me voy en el siguiente. ¿Cuántos lugares necesita? Seis le digo: cuatro para la mia sorella y su familia, y dos para nosotros: il mio marido y yo. Y ahí subimos los seis rumbo a Niza.
Bajamos todos en la estación, obviamente cerrada, y mi hermana con su prole se dirigió a Montecarlo, y mi pseudo marido y yo, comenzamos a buscar hotel, a las 2 de la mañana. Vale aclarar, que finalmente él se fue a un hotel barato y yo terminé pagando un huevo por no tener horas de entrenamiento en un gym y no poder siquiera arrastar la valija con rueditas.
Para otra ocasión será el relato del conductor del autobús, que en plena madrugada no sabía el camino. Y estábamos en camino de cornisa….
No llores por mí Argentina, que estoy en Italia y es lo mismo que estar en casa!
Vallauris here I come.