No es bueno llegar a viejo, me dijo el tío de mi amiga Frida, el otro día. Y…no.
Lo mejor es a la mitad de la vida, a los 43, que ya pasé hace rato, comenzar con la planificación geriátrica. O sea, a mis 48, estamos en tiempo de descuento, porque a los 96 no quiero llegar. Ni lúcida, ni borracha.
Como soy una mujer precavida, que vale por dos (MP>48=2) mis planes empezaron a los 16, cuando creía que me iba a morir a los 32, porque según yo, ya estaba exactamente a 16 años más de dejar de respirar. Según mi psicólogo del momento, todo se relacionaba con mi nariz y con los nazis. Nunca le entendí. Quizás él veía en mi nariz a un enemigo, teniendo en cuenta que tenía una pequeña protuberancia que luego erradicó un cirujano plástico. Creyó que ese sobrehueso tenía entidad propia y lo iba a atacar. No sé, me parece que el tipo andaba necesitando un psiquiatra más que yo.
Pero me fui por las ramas, como suelo hacer.
Volvamos a los planes para la viejez:
1)Apenas vuelva de Francia, buscar un bello hogar de ancianos e ir reservándolo para el 2044.
2) Empezar a pagar las cuotas del geriátrico, para terminar antes de que no pueda seguir disfrutando.
3) Anotar la dirección y pegarla en un lugar visible, la heladera por ejemplo, para cuando ya no me acuerde a dónde tenía que ir.
4) Con la guita que me sobre, tras saldar la cuenta, irme de viaje al Himalaya, y escalar el Everest con todos los zapatos que me compre mientras espero hacerme vieja.
Supongamos que ningún geriátrico me acepte, porque hay que aceptarme a mí y a mi otro yo, ¿cuáles serían las opciones, además de las ya escritas en algún blog anterior?
Llevarme al Mar Muerto, y dejarme ahí, que siendo hipertensa, con tanta sal dudo que dure viva más de un día.
Ponerme enfrente de la tele con Cadena Nacional y la Sra hablando, cosa que me agarre un infarto cerebral, y fenezca.
Darme de comer un costillar de vaca entero, cortado finito, y que el colesterol me suba hasta espichar. Moriré, pero eso sí, moriré con la panza llena y contenta.
Yo soy así de prolijita y te dejo todo por escrito. No quiero dejarle a mis sobrinas la preocupación de qué carajo hacer con la tía. Ya bastante van a tener con sus propios padres, pobrecitas, como para andar teniendo que ocuparse de mí.
Yo no soy de esas artistas que te dicen: "mis hijos son mis obras". No, no me hacen el tei mit limene cuando estoy engripada, no me dicen mámele vos sos la mejor madre del mundo. Directamente no me hablan. Sólo están ahí, ocupando lugar en casa, al pedo, como maridos parásitos. Dicho sea de paso, si me hablaran las esculturas, no esperen a que envejezca, intérnenme mañana mismo en Badaracco.
Y como dicen que pidiendo a veces se consiguen cosas, vamos a pedir.
Quiero volver a tener 25 y que el salmón rosado no me caiga pesado. Quiero ver de cerca y de lejos.
Quiero la casita del bosque, con siete enanos que se parezcan a George Clooney y me traigan diamantes todos los días. Esto se relaciona directamente con el pedido anterior, no sea que por no haber cambiado los anteojos a tiempo, me lo confunda a Tatoo con George.
Quiero encontrar una actividad que me guste más que comprar, porque eso no me adelgaza.
Quiero ir a la Provence a ver los campos de lavandas. Quiero La Piedad y el Moisés en el palier de casa. Quiero Roma para mí sola, y París para dos.
Quiero un hombre que acepte mi locura y no la quiera cambiar. Quiero no querer cambiar por un hombre loco. Quiero tirar abajo la muralla que separa mi corazón de mi razón. Quiero deshacerme de mis miedos y pasárselos al Príncipe Valiente que no sirve para nada.
No quiero ser Blancanieves, porque el morocho con una vincha roja me queda mal.
Y quiero que Arjona no componga más canciones que se llamen Apnea. Quiero decir, por favor, que no componga más.
Lo mejor es a la mitad de la vida, a los 43, que ya pasé hace rato, comenzar con la planificación geriátrica. O sea, a mis 48, estamos en tiempo de descuento, porque a los 96 no quiero llegar. Ni lúcida, ni borracha.
Como soy una mujer precavida, que vale por dos (MP>48=2) mis planes empezaron a los 16, cuando creía que me iba a morir a los 32, porque según yo, ya estaba exactamente a 16 años más de dejar de respirar. Según mi psicólogo del momento, todo se relacionaba con mi nariz y con los nazis. Nunca le entendí. Quizás él veía en mi nariz a un enemigo, teniendo en cuenta que tenía una pequeña protuberancia que luego erradicó un cirujano plástico. Creyó que ese sobrehueso tenía entidad propia y lo iba a atacar. No sé, me parece que el tipo andaba necesitando un psiquiatra más que yo.
Pero me fui por las ramas, como suelo hacer.
Volvamos a los planes para la viejez:
1)Apenas vuelva de Francia, buscar un bello hogar de ancianos e ir reservándolo para el 2044.
2) Empezar a pagar las cuotas del geriátrico, para terminar antes de que no pueda seguir disfrutando.
3) Anotar la dirección y pegarla en un lugar visible, la heladera por ejemplo, para cuando ya no me acuerde a dónde tenía que ir.
4) Con la guita que me sobre, tras saldar la cuenta, irme de viaje al Himalaya, y escalar el Everest con todos los zapatos que me compre mientras espero hacerme vieja.
Supongamos que ningún geriátrico me acepte, porque hay que aceptarme a mí y a mi otro yo, ¿cuáles serían las opciones, además de las ya escritas en algún blog anterior?
Llevarme al Mar Muerto, y dejarme ahí, que siendo hipertensa, con tanta sal dudo que dure viva más de un día.
Ponerme enfrente de la tele con Cadena Nacional y la Sra hablando, cosa que me agarre un infarto cerebral, y fenezca.
Darme de comer un costillar de vaca entero, cortado finito, y que el colesterol me suba hasta espichar. Moriré, pero eso sí, moriré con la panza llena y contenta.
Yo soy así de prolijita y te dejo todo por escrito. No quiero dejarle a mis sobrinas la preocupación de qué carajo hacer con la tía. Ya bastante van a tener con sus propios padres, pobrecitas, como para andar teniendo que ocuparse de mí.
Yo no soy de esas artistas que te dicen: "mis hijos son mis obras". No, no me hacen el tei mit limene cuando estoy engripada, no me dicen mámele vos sos la mejor madre del mundo. Directamente no me hablan. Sólo están ahí, ocupando lugar en casa, al pedo, como maridos parásitos. Dicho sea de paso, si me hablaran las esculturas, no esperen a que envejezca, intérnenme mañana mismo en Badaracco.
Y como dicen que pidiendo a veces se consiguen cosas, vamos a pedir.
Quiero volver a tener 25 y que el salmón rosado no me caiga pesado. Quiero ver de cerca y de lejos.
Quiero la casita del bosque, con siete enanos que se parezcan a George Clooney y me traigan diamantes todos los días. Esto se relaciona directamente con el pedido anterior, no sea que por no haber cambiado los anteojos a tiempo, me lo confunda a Tatoo con George.
Quiero encontrar una actividad que me guste más que comprar, porque eso no me adelgaza.
Quiero ir a la Provence a ver los campos de lavandas. Quiero La Piedad y el Moisés en el palier de casa. Quiero Roma para mí sola, y París para dos.
Quiero un hombre que acepte mi locura y no la quiera cambiar. Quiero no querer cambiar por un hombre loco. Quiero tirar abajo la muralla que separa mi corazón de mi razón. Quiero deshacerme de mis miedos y pasárselos al Príncipe Valiente que no sirve para nada.
No quiero ser Blancanieves, porque el morocho con una vincha roja me queda mal.
Y quiero que Arjona no componga más canciones que se llamen Apnea. Quiero decir, por favor, que no componga más.