miércoles, 8 de mayo de 2019

Faenza, la Santiago del Estero italiana

Benvenutti a Faenza, mi nuevo hogar por un mes.
Empezamos bien, somos las más viejas de todo el edificio. El lugar, es una residencia de estudiantes, y si bien nosotras no vinimos a estudiar, tranquilamente podemos pasar por la madre de cualquiera de estos chicos.
La habitación y el baño son privados, la cocina compartida. Total que como nosotras no cocinamos, bienvenida sea la cocina compartida.
El taller nos queda a unas 8 o 9 cuadras. Cuadras italianas. Son más cortas, vaya a saber el porqué. Lo mismo, las manzanas no son cuadradas ni redondas, ni ninguna figura geométrica que conozcamos. Si doblamos a la izquierda no hay salida, si lo hacemos para la derecha, seguramente nos vamos a la mierda. Nunca la metáfora fue tan exacta para los tiempos electorales que corren. Soysola presidente! Pero volvamos a las cuadras faentinas. Decíamos que vamos y venimos caminando tutti gli giorni, por ende tenemos permitido a la vuelta comernos un dolce, que vendría a ser nuestra cena, porque o todavía no sirven comida o ya cerraron, para la hora que salimos del taller.
Para describir la vida en Faenza, la de los otros, no la mía, diríamos que estamos en una ciudad muy tranquila. Tan tranquila que los negocios, farmacias, lo que sea, abren entre las 9 y las 12.30, después se van a dormir la siesta, y vuelven a abrir tipo de 15.30/16 a 19.30. Como en Córdoba o Santiago del Estero, pero en Italia.
Acá no hay taxis ni Uber. Al respecto diremos lo siguiente. No entendemos una ciudad sin taxis. ¿Con quién nos vamos a pelear durante este mes?
La gente anda en bicicleta. También en auto, pero no lo recomendamos porque todos acá se creen Fangio. ¿A dónde corrés hermano, si son cinco cuadras por ocho?
Nos encanta Faenza. Todo es limpio. Todo es tranquilo. No hay mucho para hacer y era lo que necesitábamos.  Trabajamos todo el día. Tenemos las manos hechas mierda de la porcelana, pero estamos contentas. Lo que es mucho decir. Las tetas siguen creciendo (anche las nuestras) y esperamos llegar a las 200 al menos. Soysola y sus 200 tetas.
Compartimos el taller con un napolitano radicado en Milán. No habla español ni inglés, y nosotras no hablamos italiano. Así que nos llevamos bárbaro porque no nos dirigimos la palabra. Tiene asistente porque no es ceramista y está haciendo un Cristo con farfalles, que no vendrían a ser los fideos, sino mariposas. No le entendimos muy bien el concepto de su obra, aunque hoy le escuchamos decir algo así como que en la India son todos muy religiosos, pero religiosos paganos. Asumimos que es una especie de chupacirios que considera a todo lo que está fuera del cristianismo, como paganismo. Oy vey! A lo mejor nosotras le resultamos el anticristo y por eso nos pidió amablemente que apagáramos la música ya que le molestaba. A nosotras nos molesta el chupacirismo y no por eso le metimos una vela en el orto que no es la huerta.
¿Qué decir? Estamos contentas en Faenza. Nos gusta, no como para quedarnos a vivir. Ya tenemos un restaurante favorito. No por la comida en sí que no sabemos si nos gusta tanto, sino que el dueño cuando nos ve nos dice “oggi, que mangiamos? Io le recomendano (sorry pero es nuestro italiano) stringe con carciofi e un po’ de peperoncino. Así que lo que él nos dice, nosotras comemos.
Decidimos que de tener que mudarnos a algún país, lo haríamos a España, simple y llanamente por el idioma. El italiano no es lo nuestro definitivamente.
Roma 1= Faenza 1