Tras cuatro meses, la casa está en orden. Hemos vuelto y seremos millones. Ya que estamos, y somos varias, le damos una para cada bando. No nos vayan a tildar de partidistas.
Mudadas y semi acomodadas en Juramento, nos toca la ardua tarea de acostumbrarnos a los cambios.
Nuestro baño no está donde solía estar, por ejemplo. Ahora tenemos un lujoso dormitorio en suite con vestidor, en dónde antes había un pasillo que comunicaba con el lavadero, por lo tanto, estamos tratando de no mear en el parquet y no lavar la ropa en el inodoro. Sin mencionar, la pared que nos levantaron entre medio, cuál muro de Berlín, que al salir de la cama, medio boleadas por la mañana, nos llevamos puestas, con sendos chichones en la frente.
La primera noche en casa, acostumbradas a ser solas y pasearnos como dios nos trajo al mundo por la cocina, resultó convertirse en un espectáculo dantesco para los pobres vecinos del barrio. No habíamos notado que nuestro bellísimo nuevo lavadero, tenía unas bellísimas nuevas ventanas, de piso a techo, con vidrios transparentes que daban al edificio del costado. Y así nos vieron. Con las carnes colgando como los Jardines Colgantes de Babilonia. Un asco lo que se dice.
Pronta llamada a la arquitecta, y solucionado el asunto. Ploteo mediante, ahora sólo ven nuestras curvas, difusas, no solo por la opacidad del plotter, sino por la mismísima acepción de la palabra difusa/o: 1.adj. ancho, dilatado. 2.adj Excesivamente dilatado, superabundante en palabras.3.adj. Vago, impreciso.
A nosotras, nos quedó sólo la parte de "excesivamente dilatado y superabundante".
Nuestros amigos nos preguntan cuándo podrán venir a conocer el nuevo departamento...Nunca, gente. No sabemos si nunca, pero por los próximos dos años, no pensamos usar la cocina ni para hacer un café, cuestión que no nos ensucien tan bella decoración, y menos que nos toquen las paredes, que tan esmeradamente pintó Luis. Y guay al que se atreva a apoyarse en alguna, que le cortamos los dedos.
Y aquí estamos, en un departamento salido de la Architectural Digest , sin muebles aún, pero con el botinero repleto de zapatos. Drogadas por el olor a pintura, pero felices. Agotadas física y mentalmente, que ni fuerzas tenemos para preguntar por Shorsh.
Solas, nativas o por opción, escuchando a nuestro nuevo inodoro gotear, pero en casa.
Mudadas y semi acomodadas en Juramento, nos toca la ardua tarea de acostumbrarnos a los cambios.
Nuestro baño no está donde solía estar, por ejemplo. Ahora tenemos un lujoso dormitorio en suite con vestidor, en dónde antes había un pasillo que comunicaba con el lavadero, por lo tanto, estamos tratando de no mear en el parquet y no lavar la ropa en el inodoro. Sin mencionar, la pared que nos levantaron entre medio, cuál muro de Berlín, que al salir de la cama, medio boleadas por la mañana, nos llevamos puestas, con sendos chichones en la frente.
La primera noche en casa, acostumbradas a ser solas y pasearnos como dios nos trajo al mundo por la cocina, resultó convertirse en un espectáculo dantesco para los pobres vecinos del barrio. No habíamos notado que nuestro bellísimo nuevo lavadero, tenía unas bellísimas nuevas ventanas, de piso a techo, con vidrios transparentes que daban al edificio del costado. Y así nos vieron. Con las carnes colgando como los Jardines Colgantes de Babilonia. Un asco lo que se dice.
Pronta llamada a la arquitecta, y solucionado el asunto. Ploteo mediante, ahora sólo ven nuestras curvas, difusas, no solo por la opacidad del plotter, sino por la mismísima acepción de la palabra difusa/o: 1.adj. ancho, dilatado. 2.adj Excesivamente dilatado, superabundante en palabras.3.adj. Vago, impreciso.
A nosotras, nos quedó sólo la parte de "excesivamente dilatado y superabundante".
Nuestros amigos nos preguntan cuándo podrán venir a conocer el nuevo departamento...Nunca, gente. No sabemos si nunca, pero por los próximos dos años, no pensamos usar la cocina ni para hacer un café, cuestión que no nos ensucien tan bella decoración, y menos que nos toquen las paredes, que tan esmeradamente pintó Luis. Y guay al que se atreva a apoyarse en alguna, que le cortamos los dedos.
Y aquí estamos, en un departamento salido de la Architectural Digest , sin muebles aún, pero con el botinero repleto de zapatos. Drogadas por el olor a pintura, pero felices. Agotadas física y mentalmente, que ni fuerzas tenemos para preguntar por Shorsh.
Solas, nativas o por opción, escuchando a nuestro nuevo inodoro gotear, pero en casa.