Día 8
Decidimos que para qué nos teníamos que levantar temprano, así que dormimos hasta las doce.
Tras haber tenido un día de lo más tranquilo ayer en el que sólo nos levantamos y nada más, hoy nos parecía lo más saludable hacer algo.
Preparamos balde con agua y lavandina y al son de Tirá para arriba de Miguel Mateos, le dimos con el lampazo a toda la casa. Eso sí, tirando para abajo, porque a la inversa hubiese corrido riesgo nuestra salud. Después untamos una franela con Blem y le dimos a los muebles que quedaron muy agradecidos de que alguien los toque. Por último, le dimos con trapo y lavandina en gel a los marcos de las ventanas que venían un tanto relegados en el corazón de Miguelina. Nos falta el balcón y todos los adornos de metal plateado y podríamos tranquilamente abandonar la cerámica para poner una empresa de limpieza.
A eso de las dos de la tarde se nos dió por cocinar, e hicimos una salsa de tomate con unos que ya estaban al borde de la basura. Ahora no te tiramos nada, nos convertimos en unas conservacionistas ambientales y te reciclamos todo. ¡Hasta hicimos helado de banana con una que estaba casi en el más allá! El tema es si después nos animaremos a comer esas cosas que ya estaban medio podridas.
Si ven una ambulancia en la puerta de casa lo más probable es que no sea coronavirus si no alguna de las porquerías que cocinamos.
Nuestro humor va mutando de bueno a mediano hasta llegar a muy, pero muy malo alrededor de las ocho de la noche. Nos quedan vaya a saber cuántos días o meses en este encierro en los que nos dedicaremos a tirar una cantidad inhumana de papeles guardados al pedo, así que nosotras, tranca...
Nos queda el resto de la tarde y noche para seguir haciendo nada, así que ahora nos vamos a hacer un poco de la nada que nos corresponde.
Y como les digo siempre: cuídense, no rompan la cuarentena que así nos cuidamos todos.
Decidimos que para qué nos teníamos que levantar temprano, así que dormimos hasta las doce.
Tras haber tenido un día de lo más tranquilo ayer en el que sólo nos levantamos y nada más, hoy nos parecía lo más saludable hacer algo.
Preparamos balde con agua y lavandina y al son de Tirá para arriba de Miguel Mateos, le dimos con el lampazo a toda la casa. Eso sí, tirando para abajo, porque a la inversa hubiese corrido riesgo nuestra salud. Después untamos una franela con Blem y le dimos a los muebles que quedaron muy agradecidos de que alguien los toque. Por último, le dimos con trapo y lavandina en gel a los marcos de las ventanas que venían un tanto relegados en el corazón de Miguelina. Nos falta el balcón y todos los adornos de metal plateado y podríamos tranquilamente abandonar la cerámica para poner una empresa de limpieza.
A eso de las dos de la tarde se nos dió por cocinar, e hicimos una salsa de tomate con unos que ya estaban al borde de la basura. Ahora no te tiramos nada, nos convertimos en unas conservacionistas ambientales y te reciclamos todo. ¡Hasta hicimos helado de banana con una que estaba casi en el más allá! El tema es si después nos animaremos a comer esas cosas que ya estaban medio podridas.
Si ven una ambulancia en la puerta de casa lo más probable es que no sea coronavirus si no alguna de las porquerías que cocinamos.
Nuestro humor va mutando de bueno a mediano hasta llegar a muy, pero muy malo alrededor de las ocho de la noche. Nos quedan vaya a saber cuántos días o meses en este encierro en los que nos dedicaremos a tirar una cantidad inhumana de papeles guardados al pedo, así que nosotras, tranca...
Nos queda el resto de la tarde y noche para seguir haciendo nada, así que ahora nos vamos a hacer un poco de la nada que nos corresponde.
Y como les digo siempre: cuídense, no rompan la cuarentena que así nos cuidamos todos.