miércoles, 4 de junio de 2014

Queriendo lo que se quiere, se encuentra lo que se busca…o algo así

Hace mucho que no quiero y es hora de andar queriendo un poco, no sea cosa que se me haga costumbre el no querer nada.
Quiero perderme y encontrarme tantas veces como sea necesario para retomar el camino a casa. En el camino se pierden las pelos, pero no las mañas. Sigo con mis mañas a cuestas porque si las dejara por ahí, seguro me conducirían a Alaska, porque eso de que todos los caminos conducen a Roma es mentira. Día tras día me perdía en la città de la Dolce Vita, dando vueltas como en la calesita.
Quiero pararme de cabeza en el medio del desierto, para ver si la arena caliente le devuelve a mis neuronas un poco de actividad y de paso veo si encuentro un pozo de petróleo, cosa que no me vendría nada mal.
Quiero los tulipanes holandeses, no sé muy bien para qué, porque nunca en mi vida ví uno de cerca. Los únicos que alguna vez tuve en la mano, son los famosos forros. Bien digo alguna vez, porque hace tiempo que no me acuerdo ni para qué sirven. Son los famosos guantes para el pene, pero con un solo dedo. Menudo susto me voy a pegar si me encuentro un señor que tenga cinco dedos ahí abajo.
Quiero mi paz mental, que es mucho más importante que la mundial. Para la mundial ya están el Papa, Shimón Peres, Ghandi, Martin Luther King, Pérez Esquivel y algunos otros. Para la mía, sólo me tengo a mí misma que no es garantía de nada. No pienso firmar ningún armisticio a menos que mi otro yo lea bien todas las cláusulas. No quiero después reclamos de ninguna parte, como eso de : ahora que te dí la paz mental, vos tenés que firmarme los derechos de autor de la libertad es libre, toco el aire y no te toco, porque sería falsificación de firma y mi rúbrica es bastante personal. Tengo letra de computadora, porque desde que me acostumbré a usar el Word, nunca más volví a tocar una lapicera.
Quiero la 303 y volver a la primaria, que por lo menos hasta tercer grado la pasé bomba. Después crecí y ya en quinto tenía tetas, con lo que dejé de ser una niña para convertirme en el objeto de deseo de mi chaleco azul de lana. No me lo sacaba nunca de encima, ni en verano. En mí, esa etapa funcionó como la época de empollar las neuronas en los pechos, porque en el cerebro empezaba a desarrollarse la simple y llana neurótica.
Quiero un desamor sincero a un amor lleno de mentiras. Quiero encontrarme en tus ojos y reconocerme.
Quiero el laberinto de pasiones a la mediocridad del te amo para siempre. Siempre no existe, es un invento de la modernidad. No por nada desde Abraham, existe la poligamia.
Y por último quiero dos cosas mundanas. Una, que pare el viento que se levantó. Y dos, aunque me meta los cuernos con la millonaria árabe, sigo queriendo a George Clooney, o en su defecto, el brillante que le regaló a la mina. Me lo merezco por perseverante.