lunes, 2 de septiembre de 2013

TTG, taxi, teatro y geriátrico

Después de un día de reflexión profunda (llámese dormir toda la tarde), me fui a ver a mi sobrina Denise al teatro.
Como ya sabemos, no sé manejar, tomar bondis ni subtes, con lo cuál mi medio de transporte, son los pies o un taxi.
Tras quince minutos esperando, logro subirme a uno. Yo sé que la fauna taximetril no es privativa de esta ciudad en particular. Ya me ha tocado en París un taxista que me puteó desde que me subí hasta que me bajé. No me hice mucho drama en ése momento, porque a duras penas entendí lo que me decía. Sé que su enojo era porque el viaje era corto. Después, todo el rosario de puteadas que me mandó, lo intuí sin subtítulos. Pero el franchute por lo menos estaba bueno, no como el señor de hoy.
Subo y empezamos mal. Estaba demasiado ocupado metiéndose el dedo meñique en el oído como para decirme buenas noches.
Yo: buenas noches.
Sr: .......(luchando por sacarse la cera del oído)
Yo: Vamos hasta Honduras al 5500 por favor.
Sr: ......(seguíamos con el meñique en el oído, dale que va, y escudriñando el dedo al sacarlo.)
Yo: Creo que es y Fitz Roy
Sr:.....(todavía con el dedo cuál hisopo, bien metido adentro, y sacándolo cada tanto para ver si salía petróleo)
Cuando logró su cometido, recién ahí me dijo buenas noches y puso primera. Escueto de palabras, tomó el camino que se le cantó, sin siquiera consultarme. A esas alturas, a mi me daba miedo decirle algo, a ver si todavía se le ocurría meter su dedo en mi oreja.
Tras unas cuadras de exploración otológica, el hombre estaba listo para fabricar cirios, o hacer una cuantiosa donación a Polycera . Se ve que andábamos con algún tipo de tic o mugre, ya que el resto del camino se la pasó rascándose la cabeza. Automáticamente, empecé a rascarme yo también, como en un efecto de empatía.
Llegamos y al pagarle, intenté por todos los medios que mi mano no tocara su dedo pequeño. Tomé el dinero como si estuviese agarrando un pañal lleno de caca, y así se lo deposité en su palma. No fuera cuestión que me quedara pegada como abeja al panal.
Me encaminé al teatro under, sito en un PH, con una pequeña sala donde cabíamos 14 personas sentadas y las 10 del escenario.
Demás está decir que la mejor de todas las actrices era mi sobrina. La obra en sí, no la entendí.
Estoy un poco mayor para el teatro contemporáneo y conceptual. Tan mayor, que otra de mis sobrinas, me dijo el viernes pasado, muy seriamente, que si yo quería, ella a los 70 me mandaba a un geriátrico en Miami. Le dije, mi amor, no tengo visa yanqui para eso, y me respondió: bueno, vos andá gestionándola, que cuando llegue el momento, nosotras te llevamos.
O sea, el momento es a los 70??? ¿Y si todavía a esa edad estoy en plena joda? ¿Qué hacemos?
Bueno, me respondió, qué se yo, ¿a los 75 te parece bien?
Lo nuestro es así, una negociación. Lo llevamos en el alma. Judías hasta para eso. No te vamos a regatear en el Once porque no es cool, pero empezamos ya a tranzar hasta qué edad me piensan soportar.
Visa de tránsito lento me van a dar.