jueves, 25 de julio de 2013

El fantasma de Canterville

Hoy me preguntaba cuál era el motivo de mi mal humor que ya lleva cuatro días, y me dí cuenta que estaba en época de que viniera Andrés.
Como ya no hay cavidad contenedora de posibles niños humanos nonatos, pero sí siguen estando las culpables de los cambios de humor, llámense hormonas, mi cuerpo todavía no ha acusado recibo del órgano faltante.
Dicen que cuando a una persona le amputan un miembro, durante un largo tiempo, lo sigue sintiendo como si estuviese en su lugar.
Aparentemente a mí me está pasando lo mismo, con la levísima diferencia que la bruta cicatriz, la faja contenedora de panza colgante y el dolor que tengo me recuerdan todo el tiempo que hay algo que no está más, pero sigue jodiendo.
O sea, es el famoso útero de Canterville. No quiero sonar pretensiosa y decir que Oscar Wilde me tenía en mente cuando escribió el fascinante relato, pero podría decirse que me siento representada.
El fantasma de mi útero insiste en hacer notar su presencia, bajo la forma del SPM (sindrome pre menstrual), ante la mirada burlona de mis ovarios, que como buenos gemelos, le refriegan delante de sus ojos, una enorme cantidad de óvulos que rondan por el espacio sideral, diciéndole, ¿ves? vos no existís más pero nosotros sí!
Quizás deberemos esperar (siempre yo y mi otro yo) que el tiempo se apiade de nosotras y deje descansar en paz a mi difunto útero.
Y como para incrementar mi mal humor, hoy he tenido la buena fortuna de tomarme dos taxis, con sendos conductores ansiosos por hablar....mucho.
El primero, como intuyendo que en mí habitaba un fantasma, se la pasó todo el camino contándome asesinatos, robos, asaltos y problemas familiares, mientras me llevaba al Registro Nacional de Reincidencia, y yo me contenía por no matarlo para que no aparezca en mi registro personal y el consulado francés me niegue la visa.
El otro, arrancó con un rosario de buena conducta, no sé si previniéndose por si chocábamos, que a él le gustaba el chupi, la joda, fumar y comer asado a la vera del río con  (sic)"chomichurri" y que a veces salía a laburar sin haber dormido y habiendo bebido cual guanaco.
Para mis adentros pensé, tranquila Elizabeth, estás a un paso de la visa, no lo arruines ahora....
¿Era mi conciencia de buena ciudadana aconsejándome, o mi falta de ganas de terminar en cana por taxicidio?
¿Por que todos los taxistas no pueden ser como el que el otro día me llevó hasta el consultorio de mi doc, y no sólo no abrió la boca en todo el camino, que además, tenía puesta una música clásica bellísima, para tranquilizar a las fieras, en este caso yo? De tan placentero que fue el viaje, le agradecí su mudez y la música. Porque yo seré una chota malhumorada, pero educada.
Conclusión, a todos les advierto, si se cruzan conmigo y los puteo, bánquenme, es sólo por un par de días, hasta que se me vaya el fantasma de Andrés.