Proponerme escribir un sábado a la noche, después de una semana con el sindrome de burn out, es como pedirle peras al olmo. Así que voy a recurrir a la vieja estrategia de recuperar textos anteriores y publicarlos, porque como diría Mirta, el público se renueva. O para ponerlo en términos elizabethianos, no siempre somos todos los que somos ni estamos todos los que estamos. Es como, me pongo el pongo y me saco el saco, o a caballo regalado no se le miran los dientes. Yo vendría a ser el caballo regalado, y mis textos los dientes. Y con respecto a lo del pongo y el saco, sería algo así como intentar entender lo que digo, cosa cuasi imposible si las hay, porque ni yo misma sé qué quiero decir a veces, si es que digo algo.
Todo este prólogo, es para desorientar al lector, y que no se dé cuenta que estoy sentada en mi casa, escribiendo paparruchadas, un fin de semana, porque no tengo nada mejor que hacer. Dicho esto, aquí vamos.
Ante la tan consabida crisis de la mediana
edad, a algunos se les da por rajarse con una pendeja, a otras por hacerse
cirugías estéticas, ir al gimnasio, buscarse un chongo/trola y ponerse botox
hasta parecer muñecos de cera. Injertarse pelos del tujes en la pelada de
fraile, tomar Viagra por las dudas, subirse las tetas hasta el cuello, cosa que
terminás no sabiendo si es la Nuez de Adán o dos pelotas de tenis porque el
médico se quedó sin siliconas gracias a las leyes de importación de Guillermo Moreno....Y así, podría seguir nombrando características
de los cuarenta y largos. Pero hete aquí, que a con dicha crisis, a mí, se me
ha dado por convertirme en pedigüeña. Es mejor eso, que hacerle daño a alguien.
Traducido: es mejor soñar con lo que no voy a tener, y llorarle a mi almohada
porque la hija de puta no me cumple los deseos, que hacerte el harakiri con la 303.
Por ende aquí el pedido de hoy. Quiero un
jet privado del tamaño del Empire States, o en la versión vernácula, el Palacio
de la Papa Frita.
Un jardín japonés, con bonsáis un poco más bajos que yo, porque no quiero que las palomas se posen y me caguen desde arriba.
Un libro donde cada día se escriba un nuevo
capítulo de mi vida, y que el autor sea Tim Burton. Total, entre lo que hay, y
lo que puede escribir, no hay mucha diferencia.... Quiero una playa junto al
mar, que no me haga sucundun ni shalalala porque nunca supe qué significa
sucundun .Podría ser un rito satánico escrito por Donald y nosotros lo
repetimos como tarados. O las islas Fidji, que bien podrían convertirse en las
Islas Fendi y que en vez de cocos en las palmeras ,cuelguen carteras.
Quiero tener inspiración diaria para ser
una gran artista y no ser una artista que aspira.
Quiero seguir estando así de loca y de ser
posible, más aún.
Quiero, un mundo de sensaciones, con Sandro
resucitado a imagen y semejanza de cuando era jóven, o en la versión
yanquilandesa, Elvis.
Manzanas acarameladas sin pochoclo y sin
Pocho la Pantera.
Tomarme un cohete a la luna de Valencia,
que queda más cerca que la otra. Tantas horas de vuelo me resultarían
insoportables conmigo misma.
Una biblioteca parlante, que me vaya
cantando los títulos de los libros, por órden alfabético: Anita la huerfanita,
Babar el elefante,Cuentopos de Gulubú, Dailan Kifki, El principito,Juan
Salvador Gaviota, Luzul el muchacho espacial...y así...para recordarme
también,que algún día fui niña. Los de grandes ya se van a acomodar solos,
cuando acomode mi edad. O mi edad se acomode a mí...no sé...es como el huevo y
la gallina...
Quiero un no Arjona que me diga que las
señoras de las cuatro décadas, tienen ese qué se yo...y no un yo que sé, que
suena bastante desagradable y no es lo mismo.
Quiero un interruptor de cerebros, con las
indicaciones de on/off, así puedo desconectarme del mundo cuando se me da la
gana. Se entiende que mayormente estaría en estado off.
Quiero verde que te quiero verde, que
significa, quiero muchos, muchos verdes. Verdes de los blue, o de los negros.
Me da lo mismo, no soy racista.
Quiero poder entenderme a mi misma, sin
necesidad de andar dándome demasiadas explicaciones. Para complicada ya está mi
otro yo.
Un Chagall de los que están en el museo de
Niza, porque pidiendo no se pierde nada. Una casita en el Lago di Como, con un
Clooney incluído en el boleto de compra/venta (avisé que el muchacho sería un pedido reiterado)
Un contrato de por vida con la vida, pero
que venga con una cláusula en el inciso B del artículo 18974635, que diga que
se puede rescindir, cuando ya no tenga más ganas de seguir jugando.
Y me parece que hoy ya no quiero más nada,
porque no quiero pasar por insatisfecha.