Siendo las 22:16 horas del 24 de diciembre de 2018, nos hemos convertido oficialmente en una vieja chota e irascible.
Mi señora madre ya se ha ido a la cama y nosotras acá estamos, viendo gente cantar en la tele. Muertas de calor, porque la doña se llevó el ventilador a la pieza, y si prendemos el aire, muy probablemente no escuchemos el timbre de Mirtha Legrand. La amamos, (a madre, no a Mirtha) pero no entendemos de dónde sacó esos aires de diva holywoodense, que nos hace sentir Cenicienta con cero posibilidades de ir al baile.
Mientras en la tv todos los felices te desean lo mejor, nosotras estamos sudando la gota gorda, odiándolos a todos por igual.
Somos el Grinch y lo asumimos sin culpa.
Hoy los pensamientos van a ser muy desordenados. Porque sí, qué joder.
Estamos escuchando a Luis Fonsi cantar, No me doy por vencido, en el Teatro Colón. Y si él pudo cantar ahí, ¿porqué nosotras no podemos soñar que vamos a adelgazar treinta kilos y que el año que viene estaremos festejando en el Polo Norte felices y contentas? Qué se yo...a lo mejor nuestros deseos son poca cosa y a Papá Noel le chupan dos huevos.
Sacrilegio! Ahora canta Despacito en el teatro más importante del mundo! Y sí...por eso estamos como estamos. Cedemos lo mejor que tenemos por dos minutos de fama. Nosotras venimos queriendo ceder los kilos pero parece que no son taaaan maravillosos como para que alguien los quiera agarrar.
Tenemos la intención de ofrecer kilos por deuda externa, pero hicimos el cálculo y no nos dan las cuentas. Andarían sobrando kilogramos.
Tras el cuarto timbrazo en media hora, pasamos de ser una simple hija, a Santa Soysola de las Navidades Judías. Nos ganamos el cielo, el infierno y el purgatorio.
Felices fiestas del orto!