Tras el episodio del suicidio de una rata en el inodoro de mi taller, se me han planteado varias dudas existenciales.
A saber:
¿Son las ratas seres inmundos, o tienen sentimientos?
¿Era necesario que se suicidara en mi baño?
¿Cómo hago de ahora en más para sentarme en el inodoro, sin sentir pánico de encontrar otro bicho con depresión?
¿Es el Pollo Sobrero un animal? ¿Y quién le dijo que el brushing le queda bien?
¿Me lo encontraré sumergido en el trono de porcelana blanca?
¿Vendrán los deudos de Ratatouille a hacer el duelo en mi lugar de trabajo?
¿Adopto una rata? La gata Coca no me estaría siendo de mucha utilidad.
¿Llamo a Hamelin o al de la desinfección?
¿Debería poner aviso en el diario comunicando la muerte del ratón Pérez? Ya le avisé a Rodriguez Larreta por Instagram, pero no acusó recibo.
Y como estas, me surgen miles de preguntas que ahora no me acuerdo.
Ante semejante incertidumbre, no me queda más que empezar a pedir cosas que jamás me serán concedidas.
Quiero un tigre de bengala para ahuyentar a otros posibles animales suicidas.
Quiero una copa de vino tinto, en donde ahogar las ratas...perdón, penas...ahogar las penas.
Quiero una casa a prueba de bichos múltiples, incluidos los que tienen forma humana.
Quiero un humano, que no sea rata en el amplio sentido de la palabra.
Quiero un sueño más y una pesadilla menos.
Quiero llegar al final del arco iris, encontrar el trébol de cuatro hojas, y volverme caminando con una mano atrás y otra adelante.
Quiero sentar cabeza en una hamaquita de oro, antes que el tujes en un sillón de medio pelo.
Quiero una trampa para cazar Shorshes, porque roedores me andarían sobrando.
Quiero ir serpenteando por el camino de la vida, antes que dormir enroscada.
Quiero volver a ser, sentir, imaginar y desear, a continuar en este letargo ciego e indoloro que tiñe de un gris arratonado estos días de otoño.
A saber:
¿Son las ratas seres inmundos, o tienen sentimientos?
¿Era necesario que se suicidara en mi baño?
¿Cómo hago de ahora en más para sentarme en el inodoro, sin sentir pánico de encontrar otro bicho con depresión?
¿Es el Pollo Sobrero un animal? ¿Y quién le dijo que el brushing le queda bien?
¿Me lo encontraré sumergido en el trono de porcelana blanca?
¿Vendrán los deudos de Ratatouille a hacer el duelo en mi lugar de trabajo?
¿Adopto una rata? La gata Coca no me estaría siendo de mucha utilidad.
¿Llamo a Hamelin o al de la desinfección?
¿Debería poner aviso en el diario comunicando la muerte del ratón Pérez? Ya le avisé a Rodriguez Larreta por Instagram, pero no acusó recibo.
Y como estas, me surgen miles de preguntas que ahora no me acuerdo.
Ante semejante incertidumbre, no me queda más que empezar a pedir cosas que jamás me serán concedidas.
Quiero un tigre de bengala para ahuyentar a otros posibles animales suicidas.
Quiero una copa de vino tinto, en donde ahogar las ratas...perdón, penas...ahogar las penas.
Quiero una casa a prueba de bichos múltiples, incluidos los que tienen forma humana.
Quiero un humano, que no sea rata en el amplio sentido de la palabra.
Quiero un sueño más y una pesadilla menos.
Quiero llegar al final del arco iris, encontrar el trébol de cuatro hojas, y volverme caminando con una mano atrás y otra adelante.
Quiero sentar cabeza en una hamaquita de oro, antes que el tujes en un sillón de medio pelo.
Quiero una trampa para cazar Shorshes, porque roedores me andarían sobrando.
Quiero ir serpenteando por el camino de la vida, antes que dormir enroscada.
Quiero volver a ser, sentir, imaginar y desear, a continuar en este letargo ciego e indoloro que tiñe de un gris arratonado estos días de otoño.