Tras unos días en el Reino de Bélgica, un Rivotril y un sublingual, siamo arrivato a Roma vía aérea. Es decir, me pusieron una estampilla en el tujes, y aquí estamos en la segunda Argentina.
Si el de Bruselas es el aeropuerto más largo del mundo, Fiumiccino es igual, pero sin cintas transportadoras de personas cansadas. Otra vez caminé como Pepinucho Coliflor, pero munida de un bolso de mano que pesaba 467 kilos, más mi cartera en la que había puesto todo lo que no me entraba en el bolso, ni en la valija. Sacando los bofes, y sin indicaciones, los pasajeros del vuelo 159 de Alitalia, llegamos sin saber cómo a retirar el equipaje. Primer síntoma argentino.
Me abalanzo sobre mi valija, y hago la cola de la aduana, junto con el resto de la gente. No hay nadie. Ni un aduanero, ni un polizia, ni nada que se le parezca a Moreno. Así que drogada y todo tras esperar 10 minutos, abrí la puerta y me fui, seguida por los demás . Segundo síntoma argentino. Pasar por la aduana y que nadie te revise.
Me esperaba mi caballo blanco, en forma de auto con chofer, mandado por mis anfitriones. No parliamo inglese, no parliamo spagnolo, e non parliamo niente. Otro que corría con mi valija...lo que me hizo preguntarme, cuál es el apuro de esta gente, que sale a los pedos con tu equipaje, como si las valijas fuesen las que le van a pagar la tarifa al llegar a destino.
Tercer síntoma nacional, el hombre iba puteando a cuanto automovilista se le cruzara y en la radio se escuchaba hablar de fútbol.
Tras varias vueltas, que está es la dirección, que no, que a mi me dijeron otra, que no, que la señora me dijo 56, no 156, y yo que sí, que es 156, llegamos al palacio.
Hagamos memoria y recordemos que mi valija pesaba lo que un dinosaurio vivo, y mi bolso, uno muerto. Algo me decía que seguramente mi departamento quedaba arriba de todo y sin a scensor. Es bruja! dijo la partera cuando me puso en brazos de mi madre. Terzo piano y sin anestesia! Tercer piso a pata! Cualquiera diría que tengo el culo pesado. Sí, además, pero venía cargada hasta el caracú. Por suerte mi príncipe mudo, por unos dinares, me la subió. Yo le hubiese dado unos lecop, pero prefirió euros.
Pasemos al palazzo mesmo. Un ambiente antiiiiiiiiiguo, tan antiguo, que de las vigas de madera del techo caen cosas. "Cosas" vendría a ser la misma madera que se está haciendo polvo, y questa cosa es la que me enmugrece el castillo. La mansión cuenta con un futon duro como una piedra del Coliseo,(hoy me trajeron otro colchón para ponerle encima porque aduje no se qué de la operación), una cocina incorporada que me da un poco de asquito, una mesa con dos sillas y un mantel de plástico, un baño con ducha que para enjabonarte los pies te golpeas la cabeza, y no te cuento si queres pasarte jabón por la parte de atrás. Inodoro,lavarropas, ventana a los vecinos y bidet! Sí señores, habemus bidet. Y muchas vigas de madera podrida.
En resumidas cuentas y para no cansar, las sábanas eran inexistentes y los toallones del año 1389 A.C, con lo cuál me bañé y sequé con la toalla de mano que había traído para teñirme el pelo y no arruinar nada, y dormí vestida, usando como almohada el cuellito inflable del avión y una pashmina a modo de frazada.
Primera compra en Roma? Muchos artículos de limpieza que subí gracias a una vecina amable que me veía desfallecer, una bata de baño y un juego de sábanas. Por suerte hace calor, porque en cuanto empiece a refrescar me compro un acolchado de duvet, para no usar lo que ellos llaman frazadas, y yo estopa.
Me levanté con el cuerpo dolorido esta mañana, y marché hacia el taller. Facilísimo llegar, si sos romano. Yo me perdí como corresponde al día de la fecha, y llegué transpirando como una yegua.
Primera agradable sorpresa, el taller impecable, y con absolutamente todo, o casi todo lo necesario. Le faltaría una slab roller laminadora, por lo demás hay todo. Lori-Ann y Paolo son súper buena onda y dispuestos a darte una mano. Mis compañeros de residencia son divinos. Dos pendex yanquis, una chica ( que todavía no le entendí el nombre) y un varón Jordan. También hay un pasante inglés, amoroso, que se llama Christopher. Yo vengo a ser la vieja chota del grupo, pero no me importa.
Amigos, pónganse contentos. Los italianos me miran. Todavía no se muy bien porqué. Si porque les atraigo o porque e voy cargada como una mula con guía y GPS en mano. Ninguno de los dos anda, pero los llevo ya de costumbre.
Anoche baje a comer al restaurante de al lado y en una mesa había 13 hombres y una sola mujer. Creí que era la Última Cena de Leonardo da Vinci. Tengo esperanzas todavía. Parece que en Roma hay más hombres que mujeres. Pero no levantemos la perdiz, no sea cosa que se vengan las argentinas flacas para acá.
Todavía no pude ver mucho de la ciudad, salvo la mugre, y los carteles de las calles para no perderme.
Acá hay mucha organización basureril, pero las calles parecen el Riachuelo. Otra similitud patriótica. Andá a criticar a Macri después de caminar por el Trastevere. Juro nunca más rezongar contra mi Buenos Airees querido.
Ahora tengo que ver como lograr pasear por Italia sin sentir la culpa judía de no estar trabajando. Porque eso si, ella va conmigo a todas partes.
Gente, los voy dejando para irme a dormir que mañana quiero ir hasta la Fontana di Trevi a ver si puedo darme un baño como la gente al estilo Anita Ekberg en La Dolce Vita.
Ci vediamo domani.
Si el de Bruselas es el aeropuerto más largo del mundo, Fiumiccino es igual, pero sin cintas transportadoras de personas cansadas. Otra vez caminé como Pepinucho Coliflor, pero munida de un bolso de mano que pesaba 467 kilos, más mi cartera en la que había puesto todo lo que no me entraba en el bolso, ni en la valija. Sacando los bofes, y sin indicaciones, los pasajeros del vuelo 159 de Alitalia, llegamos sin saber cómo a retirar el equipaje. Primer síntoma argentino.
Me abalanzo sobre mi valija, y hago la cola de la aduana, junto con el resto de la gente. No hay nadie. Ni un aduanero, ni un polizia, ni nada que se le parezca a Moreno. Así que drogada y todo tras esperar 10 minutos, abrí la puerta y me fui, seguida por los demás . Segundo síntoma argentino. Pasar por la aduana y que nadie te revise.
Me esperaba mi caballo blanco, en forma de auto con chofer, mandado por mis anfitriones. No parliamo inglese, no parliamo spagnolo, e non parliamo niente. Otro que corría con mi valija...lo que me hizo preguntarme, cuál es el apuro de esta gente, que sale a los pedos con tu equipaje, como si las valijas fuesen las que le van a pagar la tarifa al llegar a destino.
Tercer síntoma nacional, el hombre iba puteando a cuanto automovilista se le cruzara y en la radio se escuchaba hablar de fútbol.
Tras varias vueltas, que está es la dirección, que no, que a mi me dijeron otra, que no, que la señora me dijo 56, no 156, y yo que sí, que es 156, llegamos al palacio.
Hagamos memoria y recordemos que mi valija pesaba lo que un dinosaurio vivo, y mi bolso, uno muerto. Algo me decía que seguramente mi departamento quedaba arriba de todo y sin a scensor. Es bruja! dijo la partera cuando me puso en brazos de mi madre. Terzo piano y sin anestesia! Tercer piso a pata! Cualquiera diría que tengo el culo pesado. Sí, además, pero venía cargada hasta el caracú. Por suerte mi príncipe mudo, por unos dinares, me la subió. Yo le hubiese dado unos lecop, pero prefirió euros.
Pasemos al palazzo mesmo. Un ambiente antiiiiiiiiiguo, tan antiguo, que de las vigas de madera del techo caen cosas. "Cosas" vendría a ser la misma madera que se está haciendo polvo, y questa cosa es la que me enmugrece el castillo. La mansión cuenta con un futon duro como una piedra del Coliseo,(hoy me trajeron otro colchón para ponerle encima porque aduje no se qué de la operación), una cocina incorporada que me da un poco de asquito, una mesa con dos sillas y un mantel de plástico, un baño con ducha que para enjabonarte los pies te golpeas la cabeza, y no te cuento si queres pasarte jabón por la parte de atrás. Inodoro,lavarropas, ventana a los vecinos y bidet! Sí señores, habemus bidet. Y muchas vigas de madera podrida.
En resumidas cuentas y para no cansar, las sábanas eran inexistentes y los toallones del año 1389 A.C, con lo cuál me bañé y sequé con la toalla de mano que había traído para teñirme el pelo y no arruinar nada, y dormí vestida, usando como almohada el cuellito inflable del avión y una pashmina a modo de frazada.
Primera compra en Roma? Muchos artículos de limpieza que subí gracias a una vecina amable que me veía desfallecer, una bata de baño y un juego de sábanas. Por suerte hace calor, porque en cuanto empiece a refrescar me compro un acolchado de duvet, para no usar lo que ellos llaman frazadas, y yo estopa.
Me levanté con el cuerpo dolorido esta mañana, y marché hacia el taller. Facilísimo llegar, si sos romano. Yo me perdí como corresponde al día de la fecha, y llegué transpirando como una yegua.
Primera agradable sorpresa, el taller impecable, y con absolutamente todo, o casi todo lo necesario. Le faltaría una slab roller laminadora, por lo demás hay todo. Lori-Ann y Paolo son súper buena onda y dispuestos a darte una mano. Mis compañeros de residencia son divinos. Dos pendex yanquis, una chica ( que todavía no le entendí el nombre) y un varón Jordan. También hay un pasante inglés, amoroso, que se llama Christopher. Yo vengo a ser la vieja chota del grupo, pero no me importa.
Amigos, pónganse contentos. Los italianos me miran. Todavía no se muy bien porqué. Si porque les atraigo o porque e voy cargada como una mula con guía y GPS en mano. Ninguno de los dos anda, pero los llevo ya de costumbre.
Anoche baje a comer al restaurante de al lado y en una mesa había 13 hombres y una sola mujer. Creí que era la Última Cena de Leonardo da Vinci. Tengo esperanzas todavía. Parece que en Roma hay más hombres que mujeres. Pero no levantemos la perdiz, no sea cosa que se vengan las argentinas flacas para acá.
Todavía no pude ver mucho de la ciudad, salvo la mugre, y los carteles de las calles para no perderme.
Acá hay mucha organización basureril, pero las calles parecen el Riachuelo. Otra similitud patriótica. Andá a criticar a Macri después de caminar por el Trastevere. Juro nunca más rezongar contra mi Buenos Airees querido.
Ahora tengo que ver como lograr pasear por Italia sin sentir la culpa judía de no estar trabajando. Porque eso si, ella va conmigo a todas partes.
Gente, los voy dejando para irme a dormir que mañana quiero ir hasta la Fontana di Trevi a ver si puedo darme un baño como la gente al estilo Anita Ekberg en La Dolce Vita.
Ci vediamo domani.