martes, 31 de enero de 2017

In-finito

Tras un prolongado mutismo, volvió Soysola. Y te habla a vos que estás leyendo.
Volvimos, pero no seremos millones. No queremos poblar el mundo con millones de pelotudas creyentes de lo increíble, ateas de ilusiones, resistentes reblandecidas y estúpidas de corazón.
Ahhh, sí, sí, sí! Si te volvemos, lo hacemos reloaded. No nos andamos con chiquitas.
¿Para qué con chiquitas, si nosotras cuando te brindamos, lo hacemos a lo grande? No tenemos medida. Somos el símbolo del infinito...Infinitamente idiotas, infinitamente confiadas, infinitamente pacientes...en definitiva, somos una infinitud de bondades no aprovechables.
Somos tierra fértil para los abrojos, cardos y cactus. Todo lo que lastima.
Así que tras semejante sincericidio, hemos decidido barajar y dar de nuevo. Al mal trago darle apuro, dicen los que saben. Y a los tragos amargos conviene tomarlos con un cortado descafeínado, mitad y mitad, con leche descremada y en jarrito por favor.
No vayan a creer que saben mucho mejor...no...pero se disimula el amargor.
Y mientras tanto vamos planificando,  otra vez, nuestra vida en solitario.
Se vienen emociones fuertes. Amores de esos que son indestructibles. Felicidades ajenas que son nuestras, porque las vimos nacer, crecer y convertirse en seres increíbles. Y damos la vida por ellas, porque son lo único por lo que vale la pena vivir y morir.
Se aproximan viajes, trabajos, amaneceres y vida. Porque ante todo, Soysola será una eterna creyente de las utopías. Como decía Galeano :"La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para avanzar".
Soysola avanza, lentamente, pero a paso firme. Y siempre queriendo...
Quiero ser la sangre fría que corre por tus venas, a la mía, que de tan caliente quema.
Quiero Capri en septiembre, Pompeya en octubre y más allá la inundación.
Quiero ser parte de un todo que no por todo deja de ser la nada misma.
Quiero sentir el viento entre mis dedos, a que se escurran las palabras en un mar de mentiras.
Quiero el verde esperanza, a la negrura de tus ojos impávidos.
Quiero una caja de pañuelos de papel, para ir secando una a una las lágrimas que no pienso derramar.
Quiero guardar sin llave el corazón que perdí.
Quiero, siempre quiero, porque si no quisiera más, estaría absolutamente perdida en la conformidad.