Tras un prolongado mutismo, volvió Soysola. Y te habla a vos que estás leyendo.
Volvimos, pero no seremos millones. No queremos poblar el mundo con millones de pelotudas creyentes de lo increíble, ateas de ilusiones, resistentes reblandecidas y estúpidas de corazón.
Ahhh, sí, sí, sí! Si te volvemos, lo hacemos reloaded. No nos andamos con chiquitas.
¿Para qué con chiquitas, si nosotras cuando te brindamos, lo hacemos a lo grande? No tenemos medida. Somos el símbolo del infinito...Infinitamente idiotas, infinitamente confiadas, infinitamente pacientes...en definitiva, somos una infinitud de bondades no aprovechables.
Somos tierra fértil para los abrojos, cardos y cactus. Todo lo que lastima.
Así que tras semejante sincericidio, hemos decidido barajar y dar de nuevo. Al mal trago darle apuro, dicen los que saben. Y a los tragos amargos conviene tomarlos con un cortado descafeínado, mitad y mitad, con leche descremada y en jarrito por favor.
No vayan a creer que saben mucho mejor...no...pero se disimula el amargor.
Y mientras tanto vamos planificando, otra vez, nuestra vida en solitario.
Se vienen emociones fuertes. Amores de esos que son indestructibles. Felicidades ajenas que son nuestras, porque las vimos nacer, crecer y convertirse en seres increíbles. Y damos la vida por ellas, porque son lo único por lo que vale la pena vivir y morir.
Se aproximan viajes, trabajos, amaneceres y vida. Porque ante todo, Soysola será una eterna creyente de las utopías. Como decía Galeano :"La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para avanzar".
Soysola avanza, lentamente, pero a paso firme. Y siempre queriendo...
Quiero ser la sangre fría que corre por tus venas, a la mía, que de tan caliente quema.
Quiero Capri en septiembre, Pompeya en octubre y más allá la inundación.
Quiero ser parte de un todo que no por todo deja de ser la nada misma.
Quiero sentir el viento entre mis dedos, a que se escurran las palabras en un mar de mentiras.
Quiero el verde esperanza, a la negrura de tus ojos impávidos.
Quiero una caja de pañuelos de papel, para ir secando una a una las lágrimas que no pienso derramar.
Quiero guardar sin llave el corazón que perdí.
Quiero, siempre quiero, porque si no quisiera más, estaría absolutamente perdida en la conformidad.
Volvimos, pero no seremos millones. No queremos poblar el mundo con millones de pelotudas creyentes de lo increíble, ateas de ilusiones, resistentes reblandecidas y estúpidas de corazón.
Ahhh, sí, sí, sí! Si te volvemos, lo hacemos reloaded. No nos andamos con chiquitas.
¿Para qué con chiquitas, si nosotras cuando te brindamos, lo hacemos a lo grande? No tenemos medida. Somos el símbolo del infinito...Infinitamente idiotas, infinitamente confiadas, infinitamente pacientes...en definitiva, somos una infinitud de bondades no aprovechables.
Somos tierra fértil para los abrojos, cardos y cactus. Todo lo que lastima.
Así que tras semejante sincericidio, hemos decidido barajar y dar de nuevo. Al mal trago darle apuro, dicen los que saben. Y a los tragos amargos conviene tomarlos con un cortado descafeínado, mitad y mitad, con leche descremada y en jarrito por favor.
No vayan a creer que saben mucho mejor...no...pero se disimula el amargor.
Y mientras tanto vamos planificando, otra vez, nuestra vida en solitario.
Se vienen emociones fuertes. Amores de esos que son indestructibles. Felicidades ajenas que son nuestras, porque las vimos nacer, crecer y convertirse en seres increíbles. Y damos la vida por ellas, porque son lo único por lo que vale la pena vivir y morir.
Se aproximan viajes, trabajos, amaneceres y vida. Porque ante todo, Soysola será una eterna creyente de las utopías. Como decía Galeano :"La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para avanzar".
Soysola avanza, lentamente, pero a paso firme. Y siempre queriendo...
Quiero ser la sangre fría que corre por tus venas, a la mía, que de tan caliente quema.
Quiero Capri en septiembre, Pompeya en octubre y más allá la inundación.
Quiero ser parte de un todo que no por todo deja de ser la nada misma.
Quiero sentir el viento entre mis dedos, a que se escurran las palabras en un mar de mentiras.
Quiero el verde esperanza, a la negrura de tus ojos impávidos.
Quiero una caja de pañuelos de papel, para ir secando una a una las lágrimas que no pienso derramar.
Quiero guardar sin llave el corazón que perdí.
Quiero, siempre quiero, porque si no quisiera más, estaría absolutamente perdida en la conformidad.