miércoles, 9 de abril de 2014

Me explota, me explota, me expló...

Así como mi viejo decía, el día que naciste se escribió el día que vas a morir, se ve que el día en que nací, se decretó que no tendría suerte con los aparatos. Los de ningún tipo. O sea, ni los tipos, ni las máquinas.
O quizás es esta casa, que tiene la maldición de Tutankamón, y me jode todo artefacto doméstico que compro…y todo hombre que toco. ¿O todo aparato que toco y todo hombre que compro? No sé, la cuestión es que ninguno de los dos me duran mucho. Los hombres, ya ni me acuerdo lo que eran. ¿Qué eran? 
Con lo que me queda solamente, acordarme de los electrodomésticos.
Cuatro computadoras en seis años, todas muertas, fenecidas. Tercer termotanque en lo que va de mi divorcio, kaput a los dos meses de uso. Teléfonos inalámbricos fallecidos, varios. Equipo de música, uno, que no anda hace una década. Heladeras, dos - Lavarropas, dos. Empate. Cafeteras, pavas eléctricas, televisores, despertadores, contestadores,celulares cuatro por categoría. Consoladores, uno. Señores, tres, sin contar los 1300 más o menos, de las épocas en las que no sabía decir que no. Porque yo te soy como Julio Iglesias en versión femenina. Ya no recuerdo cuántos fueron, y a mí me tenés que mirar de un sólo perfil. En lo posible del derecho y del cuello para arriba.
No sé si mi casa está embrujada, si los cables andan mal (según el electricista no) o directamente si tengo tanta energía concentrada en el cuerpo, por falta de ejercicios de contacto con el sexo opuesto, que las cosas me explotan. No me niego al sexo puesto, conste.
¿Qué significarán estas detonaciones? ¿Serán orgasmos contenidos que emanan de mis dedos? Suena a poco delicado lo que escribo, pero estoy barajando todas las posibilidades habidas y por haber. No quiero quedarme con el entuerto.
Dicho esto, es hora de los pedidos de la semana.
Quiero cambiar el cableado eléctrico de mi cuerpo, ya que parece que está sobrecargado de voltios. Como quien no quiere la cosa, y ya que estamos en tren de pedir, que sean de 10, para poder resistir todos los tapones que me faltan por saltar. Y de paso enchufo el horno de cerámica.
Quiero un robot que cumpla con todas las funciones, sin pedirme nada a cambio. Todas. Y nada a cambio. Ando necesitando que me cambien el cuerito. 
Quiero cosas menos terrenales que una maquina perecedera. Quiero un algo perenne. Todavía no sé qué es ése algo, el día que lo sepa lo comunico en clave morse, cifrada, lacrada bajo cinco sellos, no sea cuestión de que alguien se me adelante y me lo choree.
Quiero ir al más allá, pero un poco más acá. Quiero el Puente de Avigñon, donde todos cantan y bailan, porque ni canto ni bailo. Soy Pinocho en formato fémina.
Ahora que soy Serpiente de Madera en el horóscopo chino, quiero ser Pingüino de Látex, para estar más acorde a los tiempos que corren.
Quiero seguir oponiéndome toda la vida, porque si estuviese de acuerdo la pasaría mejor, pero no es lo que me hace sentir cómoda. Opositora hasta la muerte.No sé de qué se trata pero me opongo.
Quiero seguir siendo esta que soy, medio loca, medio cuerda. Como buena hija de relojero, no hace falta que nadie se acuerde de darme cuerda para seguir andando. 
Quiero viajar hasta los confines de la Tierra, y volver cuando se me dé la gana y sin que me apuren, silbando bajito y decir: he visto un lindo gatito.
Quiero encontrar al enano solo al final del arco iris, porque el cofre con oro me lo gastaría en zapatos y ya traje muchos de Miami. 
Quiero los Pirineos, los Alpes, los Apeninos y los Urales, para sentarme en la punta y sentirme la dueña del Universo.
Por último, sigo queriendo a George, pero si alguien me encuentra al sudafricano del barco, le estaré eternamente agradecida.