domingo, 14 de mayo de 2023

Spanakópita para la dama y el caballero

Llegamos a Atenas, donde fuimos recibidas por toallones como la gente y por mucha colina, escalera y puros carteles en griego que obviamente no entendemos. 
Todo en Grecia es por arriba. La Acrópolis, la antigua Ágora, el templo de Poseidón, Mykonos, Santorini, el hotel y la cama.
Para todo hay que subir. 
Así como Israel parece no tener hipertensos, Grecia debe carecer de discapacitados. 
Apenas llegadas, el taxista de Atenas nos vió cara de taradas y nos dijo que para subir al Partenón había ascensor. Y nosotras le creímos. O sea, de taradas no solo tenemos la cara, tenemos todo.
No vamos a detallar ciudad por ciudad porque sería tedioso para ustedes y agotador para nosotras. A esta altura del viaje, lo único que queremos es dormir diez días seguidos y cambiarnos de pies. Los nuestros ya no sirven. 
Grecia es hermosa. La gente es amable y muy turca del Once. 
Todo lo que te venden es lo mejor y no lo vas a conseguir en otro lado, por lo menos no un negocio más allá, pero sí dos, y se agarran la cabeza cuando le pedís descuento. ¡Me estás matando! te dicen, como mi compadre Rulo. 
Por ser vos, te hago el precio del tax free y además un 10% de descuento. Y vos te vas chocha de la vida, pensando en que hiciste un gran negocio, cuando en realidad no te regalaron nada.
O sea, el griego te es muy argentino y nosotras seguimos siendo unas boludas.
Pasemos a los hoteles. El de Atenas estaba correcto. Lo único que nos hacía ruido era el papel higiénico reciclado. ¿Cómo reciclan el papel higiénico? 
No quiero ser escatológica, pero mi imaginación y mis sospechas iban hacia ese lado. Durante tres días sentí que me limpiaba el tujes con papel cagado.
El hotel de Mykonos, fue un acierto. Chiquito, boutique, todos súper amables y divertidos. Sólo tenía dos problemas. La entrada tenía escalones para gente con piernas de tres metros, y por las noches había show con joda.
Para no desilusionar a los seguidores, diremos que como corresponde a su servidora, nos quejamos.
Mykonos no puede ser más linda. Todo es chiquito, todo es acogedor, todos son simpáticos y todos son gays. Adiós a nuestra fantasía de conseguir candidato.
Volveríamos a la isla cuando el clima mejore y no haya turistas.
Santorini. El hotel, a primera vista es un lujo. A segunda también, pero nosotras a todo tenemos que encontrarle algo, porque si no no seríamos nosotras.
Por empezar, tanto en el centro Mykonos como en Santorini, no entran los autos, así que te conviene ir liviana de valijas. No como nosotras…
Nos dejaron a treinta y cuatro escaleras del hotel, y vino Kostas, acá todos se llaman Kostas, a buscarnos. Este buen hombre, es el único tipo antipático que conocimos acá. Bueno, a decir verdad, nosotras también seríamos antipáticas, si tuviéramos que subir y bajar escaleras, cargadas como una mula con valijas ajenas.
Nuestra habitación estaba sobre el primer tramo de escalones, pero la recepción, para hacer el check in, estaba cuatro más abajo.
Situemos topográficamente a Santorini. Isla volcánica, donde todo está arriba. Muy arriba. Tan arriba como la cúpula del Vaticano que subimos en el 2012.
Volvamos a nuestro cuarto. Un lujo asiático. Jacuzzi con vista al mar, al volcán y a los cruceros llenos de turistas. 
Habitación de dos plantas. Detalle. El baño está abajo, la cama arriba. 
Si sos de las nuestras, que se levanta a la madrugada a pishar, te recomiendo usar pañales.
Toda la isla es bellísima. Las vistas son increíbles y la puesta del sol es absolutamente diferente a cualquier atardecer que hayan visto. No sabemos porqué pero el sol es más naranja en esta zona.
Vini, vidi, vinci pero en griego.
Spoiler alert. Acá no vive Meryl Streep y nadie canta Dancing Queen por las calles.
Kaliméra, kalispéra, kalynichta y efcharistó Grecia!