sábado, 6 de mayo de 2023

Petra La Linda

Salimos de Tel Aviv rumbo a Eilat, acompañadas por sobrina Petit, para ir hasta Petra, en Jordania. 

Otra vez arriba de un bondi por cinco largas horas, solo que esta vez pernoctaríamos dos noches en Eilat.

Antes de llegar, hicimos una escala en un kibbutz. Yotvata. En el medio del desierto. Ahí vive nuestro primo hermano, socialista de la vieja guardia, con toda su familia. 

Para quienes no saben lo que es un kibbutz, vendría a ser una comunidad en la que todos siempre tienen trabajo, ganan según las necesidades de cada familia, tienen casa, , ropa , salud , educación y un viaje asegurado cada tanto. Lo que se dice el ideal de vida, si el mundo no fuera este mundo.

Nos iríamos a vivir ahí si no se nos exigiera trabajar tanto y la temperatura fuera de 24º y no de 42º a la sombra. O sea, siempre nos creímos socialistas, hasta que llegamos acá y nos dimos cuenta que somos socialistas de Punta del Este.

Dejamos familia con abrazos y besos, y nos dirigimos a Eilat. Hotel all inclusive, pensamos, estamos hechas, este es nuestro kibbutz, más no fue tan así. Mucho niño. Y cuando decimos mucho, es mucho, mucho.

En TripAdvisor deberían avisar que es un hotel para religiosos con mucho crío que grita en hebreo y que los horarios de desayuno, almuerzo y cena son absolutamente incomprensibles. Desayuno a las 7:30, muy tarde para un hotel, y la cena termina a las 21 hs cuando te sacan el plato de la mesa y te echan.

Siete treinta de la madrugada, nos dirigimos al hotel en el que nos levantarían para llevarnos a la frontera con Jordania.

Hasta ahí todo bien porque los israelíes te son puntuales. Hete aquí que los jordanos no.

Israel nos depositó en la puerta de la reja, Jordania nos dejó una hora paraditos a los treinta y tres, en una especie de limbo entre fronteras, hasta que Razeem se dignó a venirnos a buscar para hacer los trámites de la visa.

Mientras tanto, nosotras nos hacíamos amigas de unos brasileño/canadienses, una colombiana y padre e hijo que suponemos alemanes o daneses, se lo mesmo. 

Finalmente partimos para Petra, y una vez dentro del bus, nuestro guía Nizar, mezcla de beduino y Pablo Echarri viejo, nos avisa que el viaje duraría tres horas. Nos ungimos de puteadas por no haber leído una guía de turismo. Otra vez cruzar medio desierto.

Qué decir de Petra? Maravillosa. Recomendable quedarse una noche para poder terminar de verla. 

Caminar por Petra, es entrar en una dimensión desconocida e Indiana Jones. Una ciudad tallada en la piedra, en la que cada dos pasos vas a escuchar : usted está cansada! La llevo en caballo/burro/ camello. Camello con wifi! Only 25! 

Lo que no te dicen es si son 25 dinares, shekels, euros o dólares. Pesos argentinos seguro que no.

Todos, absolutamente todos los bedules (beduinos de esa zona), están maquillados y vestidos como Johnny Deep en Piratas del Caribe. Parece que se confundieron de película.

Nosotras agradecimos con un no thank you y seguimos a pie.

Bien decimos a pie, porque estamos con un solo pie sano. El otro tiene fascitis plantar, y más que pisar se arrastra, y nos hace querer llorar varias veces al día.

Cuando ya nos quedaba un kilómetro aprox para regresar a la meta, nos paramos, miramos a Petit y le dijimos: vos seguí, que nosotras en algún momento del día llegaremos. Si ves que no es así, avisá en la frontera que nos quedamos a dormir adentro de una de estas cuevas.

Petit siguió y se ve que en el trayecto se apiadó de su tía y le pidió a un señor que manejaba un carro de golf que nos fuera a rescatar.

El rescate nos costó 22 dólares. Hubiéramos pagado 2200 dado nuestro calamitoso estado. Los demás turistas nos saludaban con envidia,o sorna, no sabemos distinguir, mientras sacaban los bofes caminando sobre tanta piedra.

Chivadas, rengas, agotadas pero contentas nos reencontramos con Nizar en el tenedor libre jordano, antes de regresar al bondi para cruzar la frontera nuevamente.

Ya descansadas, tomamos otro bus más para volver a Tel Aviv. 

Spoiler alert. Te conviene volver en avión.

Las cinco horas que dos días antes habíamos disfrutado mirando el desierto, se convirtieron en la peor pesadilla.

El micro lleno hasta el tope, asientos que no se reclinaban, las chicas de adelante pelando dos hamburguesas de Mc Donald’s, además de oler a chivo, la señora que se fastidiaba y se paraba cada dos minutos, la parejita hippie de al lado bastante molestos, los rusos de más atrás que estamos seguras nos criticaban en ruso y los 343 km de desierto que antes te parecieron divinos y ahora llegaste a odiarlos profundamente, hicieron de esas cinco horas, las más largas de nuestras vidas.

Arribamos a Constitución israelí y salimos rajando al hotel. Necesitábamos urgente una ducha para sacarnos el olor a hamburguesa. 

Dos días más tarde, subimos a un avión con destino a Grecia.

Así terminó nuestra estadía en Medio Oriente. 

Ya estamos extrañando a los medio orientales, aunque desde que vivimos en Uruguay, somos parte de la tribu.

Petra 10 = Fascitis plantar 0