Quiero no saber lo que no sé, porque sin saber nada de nada, he llegado lejos. Si supiera todo lo que me falta, probablemente llegaría hasta acá nomás.
Quiero un serpentario grande para sentirme como en casa. Porque en casa de herrero cuchillo de palo, y en la de yarará, zapato de cocodrilo.
Quiero un pasaje al pasado y al futuro, a bordo del Enterprise, con Mr. Spock, Mr.Ed, Mr. Magoo, Mr. Big , Mr. President, pero sin Mrs Robinson, porque me arruinaría la fiesta, y para eso ya tengo el presente.
Quiero que los que no me entienden, sigan así, sin entenderme, porque esa es parte de mi diversión y de la de mi otro yo. Una está loca y la otra cuerda, el que adivine cuál es ella y cuál soy yo, se gana una depilación definitiva de tira de cola.
Quiero ser La Gioconda, para mirar a todo el mundo con mi sonrisa sarcástica, y que aún así, la gente se admire. Quiero saber lo que se siente ser una celebrity asediada por los paparazzis o turistas, colgada de una pared. Pero más quisiera tener a la Mona Lisa colgada en mi casa.
Quiero una playita privada en Cerdeña y no parecer una cerda en la playa pública.
Quiero una memoria nueva, porque la que tengo ya no existe. Se me perdió junto con el Unicornio de Silvio Rodríguez, que seguramente estaría un poco pasado de rosca cuando primero lo encontró. No cualquier encuentra uno y encima azul. Después dicen que yo alucino.
Quiero la plantita que le regaló Messi al Papa, que si eso no es marihuana, le pega en el poste, y si era ruda macho, se equivocaron de lugar. ¿Capisce?
Quiero no tener tanta humanidad para encremar, porque me canso rápido, y es mucha la superficie cuando estoy apurada por salir. Como esto no es algo posible en lo inmediato, se solicita a la población de cerebros inventores de máquinas al pedo, que construya una que sea como una especie de pistola con compresor silencioso y mano pasadora de crema, que obviamente no sea la propia. En su defecto, una ducha que no incluya la cabeza, de donde salga el humectante corporal, y venga con un brazo siliconado, para esparcir el ungüento por todo el área de la Mesopotamia. Me ofrezco como conejito de indias, y cedo todos los derechos de patente.
Y por último, quiero la felicidad en frasco, bidón o botella. La que venden suelta no me dió resultado, muchas veces viene contaminada con felicidad ajena que de nada te sirve, y en otras ocasiones, con la infelicidad propia que perdiste en algún tiempo compartido.
Quiero un serpentario grande para sentirme como en casa. Porque en casa de herrero cuchillo de palo, y en la de yarará, zapato de cocodrilo.
Quiero un pasaje al pasado y al futuro, a bordo del Enterprise, con Mr. Spock, Mr.Ed, Mr. Magoo, Mr. Big , Mr. President, pero sin Mrs Robinson, porque me arruinaría la fiesta, y para eso ya tengo el presente.
Quiero que los que no me entienden, sigan así, sin entenderme, porque esa es parte de mi diversión y de la de mi otro yo. Una está loca y la otra cuerda, el que adivine cuál es ella y cuál soy yo, se gana una depilación definitiva de tira de cola.
Quiero ser La Gioconda, para mirar a todo el mundo con mi sonrisa sarcástica, y que aún así, la gente se admire. Quiero saber lo que se siente ser una celebrity asediada por los paparazzis o turistas, colgada de una pared. Pero más quisiera tener a la Mona Lisa colgada en mi casa.
Quiero una playita privada en Cerdeña y no parecer una cerda en la playa pública.
Quiero una memoria nueva, porque la que tengo ya no existe. Se me perdió junto con el Unicornio de Silvio Rodríguez, que seguramente estaría un poco pasado de rosca cuando primero lo encontró. No cualquier encuentra uno y encima azul. Después dicen que yo alucino.
Quiero la plantita que le regaló Messi al Papa, que si eso no es marihuana, le pega en el poste, y si era ruda macho, se equivocaron de lugar. ¿Capisce?
Quiero no tener tanta humanidad para encremar, porque me canso rápido, y es mucha la superficie cuando estoy apurada por salir. Como esto no es algo posible en lo inmediato, se solicita a la población de cerebros inventores de máquinas al pedo, que construya una que sea como una especie de pistola con compresor silencioso y mano pasadora de crema, que obviamente no sea la propia. En su defecto, una ducha que no incluya la cabeza, de donde salga el humectante corporal, y venga con un brazo siliconado, para esparcir el ungüento por todo el área de la Mesopotamia. Me ofrezco como conejito de indias, y cedo todos los derechos de patente.
Y por último, quiero la felicidad en frasco, bidón o botella. La que venden suelta no me dió resultado, muchas veces viene contaminada con felicidad ajena que de nada te sirve, y en otras ocasiones, con la infelicidad propia que perdiste en algún tiempo compartido.