domingo, 16 de marzo de 2014

Bondi woman vuelve a casa.

Bondi woman.
Los viajes tienen ése no sé qué, qué te hace hacer las cosas más impensadas. Festejé shabat por primera vez desde que salí de la escuela primaria, y no en cualquier lado. En una especie de templo casero, rodeada de ultrarecontrareligiosos ortodoxos.
El rabino muy piola, me preguntó qué opinaba de los cambios climáticos. No entendí porqué, hasta que me puse a hablar de que el mundo era cíclico, y estas cosas pasaron desde antes que se separaran los continentes. Me atajé a tiempo antes de decir, ¿o cómo creés que se extinguieron los dinosaurios? Un señor que estaba ahí, muy delicadamente se me acercó y me dijo al oído: ojo, que acá no son evolucionistas.
No, ya me dí cuenta, cuando me separaron a los hombres de las mujeres. Pero después todo bien. Sólo intentaron convencerme de que vuelva, con lo que lograron que definitivamente decida, que Miami no es mi lugar en el mundo.
Tras menuda experiencia mística, decidí que era hora de animarme a South Beach a codearme un poco con los goy y los gay. Esos son más mi mundo. Experta en colectivos extranjeros, enfilé para la parada. Dos dólares veinticinco y en Buenos Aires puteás porque Macri te lo llevó a cinco pesos.
Solita con mi alma en el bondi S, llegué hasta el paraíso perdido. Lincoln y Washington. Caminé, di vueltas, shopeé, porque si no no sería yo, hasta que me encontré con un grupete de caballeros, divine ellos, que me pidieron que les saque una foto. Obviamente accedí. Soy goy y gay friendly. Al terminar uno me dice en inglés: querés que te saque una foto? Si, le digo, pero con ustedes, porque yo ya estoy aburrida de mi. Así que me saqué fotos con mis nuevos amigos que no tengo ni idea de dónde son, como se llaman, ni donde viven. Pero uno estaba tan encantado conmigo, que dijo que quiere ser mi nuevo mejor amigo. Yo acepté.
Como se puede inferir, sólo existo para los gay, cosa que me encanta, pero también me gustaría tener una presencia física entre los hetero. No me vendría mal.
A la noche, me pasan a buscar Ivanna y Diego, con los cuatro niños. Vamos a comer sushi, sushi libre y después fuimos a pasear por Little Israel, o sea Aventura.
Mucho ruso moishe, mucho religioso, mucho brillo, mucho viejo, mucho de muchismo mismo.
Ya sé, casi todos vinieron a Miami alguna vez, y me creo que descubrí América. No, sólo que me impresionó el sentimiento judáico que me despertó esta experiencia miamesca. Me sentí como la vez que fui a Israel y no podía creer que el 98% de la población fuese judía y no tener que estar cuidándome del antisemitismo. Acá es lo mismo. Por lo menos en la zona de Aventura y Sunny Isles Beach.
Y ahora heme aquí, sentada en Estarbacs, haciendo tiempo para irme al aeropuerto, después que una amable cajera de Marshalls me taladrara la cabeza con las teorías de lo que había pasado con el vuelo de Malasyan Airlines.
Estoy pensando seriamente en quedarme como Tom Hanks en el aeropuerto, porque creo que los 20 Rivotril que me quedan, no me van a alcanzar para sacarme el julepe que tengo ahora.
Como diría Francisco I, recen por mí.
A tout a l'heure, see you later alligator, nos vemos cuando aterrice.