domingo, 10 de julio de 2022

Quejate de algo Soysola

 Boston nos recibió con los brazos abiertos, tan abiertos como para abarcar la cantidad de gente que había en el hotel que habíamos reservado.
Súper bien ubicado, eso sí, pero el hotel era un incesante ir, venir y estar de gente. Una especie de 9 de Julio en pleno piquete. Bien vale la comparación porque la mayoría de los huéspedes se concentraban en el lobby y en la puerta de nuestra habitación en el piso 14, que no era 14 sino 13 por la bendita superstición de los yanquis.
Vamos todos a joder a la argentina para que se sienta como en casa!, no se cansaban de decir los mexicanos, indios, italianos anche yanquis. Y ahí estaban, todos paraditos y a los gritos, frente a nuestra puerta, casi como esperando el chori y la Coca. 
Otro detalle, es que a pesar de tener decenas de porteros en la entrada, a ninguno jamás se le ocurría abrirte una puerta, ni aún viéndote arrastrar una valija y media. Llegó el feminismo Soysola, o no te enteraste querida?, decían con una semi sonrisa socarrona.
La propina te la va a dar Magoya, respondíamos nosotras, pero con una sonrisa ampliamente chota.
Boston es una ciudad hermosa. Recorríble a pie. Todo es lindo. Ciudad asociada a la democracia norteamericana, y a la alta alcurnia, gracias a la familia Kennedy, que eran de la zona.
La pandemia y la inflación, porque los eeuuenses, creen que un 8% anual es inflación, esperá que termino de reírme y sigo escribiendo, han hecho estragos también acá. Muchos locales cerrados, mucho homeless como en NY.
A donde no llegó la pandemia bostoniana es a los gimnasios. Tres gym por cuadra llegamos a contar. No es una ciudad par nosotras, decretamos.
Paseamos mucho, vimos mucho arte, y enfilamos para Cambridge, a la famosa Universidad de Harvard. Ahí, con solo verla de afuera, nos arrepentimos de habernos llevado seis materias todos los años, y malograr nuestra inexistente posibilidad de venirnos a estudiar acá. Inexistente, bien decimos, porque ni a Rujele ni a Ioine, se les ocurrió jamás esa posibilidad. Nosotras queríamos que nos mandarán a un internado en Suiza, pero nunca logramos que nos tomaran en serio.
En fin, Boston nos encantó a pesar del hotel, del que olvidamos mencionar que el inodoro estaba en un ataúd apenas más grande y los toallones solo nos cubrían una nalga. 
Alguien que nos explique porqué en el país de los obesos, las toallas son para liliputienses.
Llegó la hora de enfilar para Chicago, avión y Rivotril mediante, confesando que no eran necesarios 0,75 de rivo, pero no pudimos evitar las ganas de tomarlo. ¿Para qué sufrir si podemos pasarla bien en el avión?'.Gracias Pablo por habernos introducido en las drogas legales! 
Boston=1, Hotel =0.