Quiero un Armando Manzanero, apenitas más alto y más joven, que me componga temas de amor, y no un amor que me descomponga.
Los amores que descomponen abundan en el Universo Elizabeth, y es hora de erradicarlos, o de radicarme en otro lado.
Quiero todo lo imposible, porque de ser posible, quisiera estar imposibilitada para el sufrimiento. Ser la aguja en el pajar del ojo ajeno, la calavera que chilla porque por quedarme callada mucho tiempo, dieron por sentado que otorgaba. Ya que estamos, quiero poder hablar un poco menos que cuando no hablaba nada, porque en The world of Liz, parece, no hay grises, y el blanco es demasiado blanco, y el negro cada vez me oscurece más.
Quiero devanarme los sesos, a ver si se me ordenan las neuronas que perdí cuando comencé a destejer mis pensamientos. De paso si alguien encuentra mis ideas, por favor llamar al 0-800-inteligenciaperdida-666, que con gusto serán puestas en un frasco con formol.
Quiero encontrar el control remoto del aire acondicionado, que desapareció en el caos de mi hogar dulce hogar. Los controles remotos deberían venir con un dispositivo, que cuando uno los busca al grito de: ¿¿ande te metiste?? ellos respondan mientras recorrés tu casa levantando almohadones, sacos y libros: frío, frío, tibio, caliente, caliente…¡¡te quemaste!!
Quiero un amor secreto, que no salga nunca a la luz. La luz es mala, distorsiona y amplifica los defectos. No porque yo tenga defectos…que no los tengo. Los defectos me tienen a mí.
Quiero la imperfección hecha puré y no carne, porque la carne me sube el colesterol y los triglicéridos, y para subidas están las del Trastevere, que quedó allá lejos y hace tiempo.
Quiero Las Meninas de Velázquez por Picasso, que hacen juego con la onda decontracté de mi casa. Quiero cambiar todas mis esculturas por el David de Miguel Ángel, y ponerlo en lugar de la mesita de luz. A decir verdad, quiero casarme con el David, o ser Miguel Ángel. No sé, a lo mejor sería ideal que quisiera ser yo misma con el talento ajeno o el poco propio.
Quiero creer en algo que no creo, para creer que algo cree en mí. Quiero amigarme con la fe, no con la que mueve montañas, simplemente con la que me quitaron hace tantos años, que apenas movía mi mundo.
Quiero ser Mamá Noel para dar la vuelta al mundo entero en 24 hs. La panza la tengo y la barba empieza a crecer.
Sigo queriendo un pasaje de ida al Monte Everest, sentarme en la punta a meditar, mientras me congelo el tujes, intentando descubrir, en qué me equivoqué en esta vida, que no deba repetir en la próxima.
Los amores que descomponen abundan en el Universo Elizabeth, y es hora de erradicarlos, o de radicarme en otro lado.
Quiero todo lo imposible, porque de ser posible, quisiera estar imposibilitada para el sufrimiento. Ser la aguja en el pajar del ojo ajeno, la calavera que chilla porque por quedarme callada mucho tiempo, dieron por sentado que otorgaba. Ya que estamos, quiero poder hablar un poco menos que cuando no hablaba nada, porque en The world of Liz, parece, no hay grises, y el blanco es demasiado blanco, y el negro cada vez me oscurece más.
Quiero devanarme los sesos, a ver si se me ordenan las neuronas que perdí cuando comencé a destejer mis pensamientos. De paso si alguien encuentra mis ideas, por favor llamar al 0-800-inteligenciaperdida-666, que con gusto serán puestas en un frasco con formol.
Quiero encontrar el control remoto del aire acondicionado, que desapareció en el caos de mi hogar dulce hogar. Los controles remotos deberían venir con un dispositivo, que cuando uno los busca al grito de: ¿¿ande te metiste?? ellos respondan mientras recorrés tu casa levantando almohadones, sacos y libros: frío, frío, tibio, caliente, caliente…¡¡te quemaste!!
Quiero un amor secreto, que no salga nunca a la luz. La luz es mala, distorsiona y amplifica los defectos. No porque yo tenga defectos…que no los tengo. Los defectos me tienen a mí.
Quiero la imperfección hecha puré y no carne, porque la carne me sube el colesterol y los triglicéridos, y para subidas están las del Trastevere, que quedó allá lejos y hace tiempo.
Quiero Las Meninas de Velázquez por Picasso, que hacen juego con la onda decontracté de mi casa. Quiero cambiar todas mis esculturas por el David de Miguel Ángel, y ponerlo en lugar de la mesita de luz. A decir verdad, quiero casarme con el David, o ser Miguel Ángel. No sé, a lo mejor sería ideal que quisiera ser yo misma con el talento ajeno o el poco propio.
Quiero creer en algo que no creo, para creer que algo cree en mí. Quiero amigarme con la fe, no con la que mueve montañas, simplemente con la que me quitaron hace tantos años, que apenas movía mi mundo.
Quiero ser Mamá Noel para dar la vuelta al mundo entero en 24 hs. La panza la tengo y la barba empieza a crecer.
Sigo queriendo un pasaje de ida al Monte Everest, sentarme en la punta a meditar, mientras me congelo el tujes, intentando descubrir, en qué me equivoqué en esta vida, que no deba repetir en la próxima.