Hay cosas que deberían estar prohibidas en el universo alimenticio, como el caso de la Chocotorta. Esto lo digo, a riesgo de ponerme en contra a una horda de flacos con metabolismo prodigioso, a los que claramente odiamos. Ya me veo en los diarios: "Grupo de vecinos lincha a señora gordita que propone la eliminación de las grasas saturadas".
Invento argentino si los hay, la Chocotorta vino al mundo, sólo para joderle la vida a personas como yo, que no le hacemos ningún mal a nadie, más que tener unos kilos de más.
¿Cuál es el aporte nutricional y vitamínico de dicho manjar? Ninguno. Niente. None. Ninguein. Ningunen.
Sólo aporta un sentimiento enorme de culpa después de haber comido el primer bocado, que sigue hasta que se termina la fuente. Y la culpa pesa. No es lechuga. Es culpa. Está comprobado que el sentimiento de culpabilidad engorda tanto como el dulce de leche que se le incorpora a la bendita Chocotorta.
El equivalente sería: 1 pote de dulce de leche = 7859 Kcal guilt . Con lo cuál, sumado al pote éste, el queso crema, las Chocolinas, el café y el chocolate en polvo arriba, la cuenta te da: 1 chocotorta = 435.824 Kcal culpa. Y ahí engordás. Hasta sólo con pensarla.
A pesar de la china que me trató en el crucero y me dijo que lo mío era sólo retención de líquidos, mis líquidos vienen mezclados con culpa y chocolate.
No tuve mucho quórum en Twitter al lanzar la campaña #Erradiquemoslachocotorta, pero tampoco tuve detractores. Con lo cuál asumo, a nadie le importa un pito que yo siga engordando.
Al primero que por la calle a modo de ayuda y estímulo, me grite : "largá los postres gorda", mi respuesta será: "primero firmá el petitorio, forro, o andá a estimular a tu abuela, idiota".
Mientras exista una Chocotorta sobre la Tierra, no descansaré con mi cometido en esta vida. Ayudar a las víctimas de las Kcal culpa. ¡Contra el mal, la Hormiga Atómica!
Pedidos del día: Quiero la Chocotorta Diet, cero en grasas y calorías.
De no conseguirse el fin, quiero que pierda todos sus poderes engordantes antes de llegar a mi boca.
Quiero un país con todo light y sabroso. Quiero perder el control y bañarme en chocolate cobertura.
Quiero inventar un nuevo método no invasivo para eliminar grasas. Ejemplo: que te pasen una varita mágica alrededor del cuerpo y ante las palabras "abracadabra panza de grasa, si no despareces hoy, conviértete en agua mañana", paf, como por arte de magia, al día siguiente estar flaca. Eso sí, te measte en la cama, en la calle, en el laburo, pero no importa, todo sea por la salud.
Quiero poder comer lo que se me canta y que no se vea reflejado en ningún espejo. Quiero desaparecer los espejos.
Quiero nacer de nuevo y heredar los genes de alguna familia flaca, aunque no sea la mía.
Si bien quiero seguir siendo quien soy, sin cambiar nada, cambio kilos por diez centímetros de altura.
También quiero otras cosas que tienen que ver con el cuerpo. Quiero ser Betty Boop, Mis Piggy, Jessica Rabit y la Vaca Aurora. Porque así como quiero una cosa, también quiero otra. Porque yo quiero. Quiero a pesar de todo. Quiero todo para pesar. Quiero pensar todo y no quiero pensar nada.
Quiero ser y quiero estar. No quiero ser imprescindible, pero tampoco prescindente. Y mucho menos presidente.
¡Quiero el fin de la Chocotorta y la torta de manzana al poder!
Invento argentino si los hay, la Chocotorta vino al mundo, sólo para joderle la vida a personas como yo, que no le hacemos ningún mal a nadie, más que tener unos kilos de más.
¿Cuál es el aporte nutricional y vitamínico de dicho manjar? Ninguno. Niente. None. Ninguein. Ningunen.
Sólo aporta un sentimiento enorme de culpa después de haber comido el primer bocado, que sigue hasta que se termina la fuente. Y la culpa pesa. No es lechuga. Es culpa. Está comprobado que el sentimiento de culpabilidad engorda tanto como el dulce de leche que se le incorpora a la bendita Chocotorta.
El equivalente sería: 1 pote de dulce de leche = 7859 Kcal guilt . Con lo cuál, sumado al pote éste, el queso crema, las Chocolinas, el café y el chocolate en polvo arriba, la cuenta te da: 1 chocotorta = 435.824 Kcal culpa. Y ahí engordás. Hasta sólo con pensarla.
A pesar de la china que me trató en el crucero y me dijo que lo mío era sólo retención de líquidos, mis líquidos vienen mezclados con culpa y chocolate.
No tuve mucho quórum en Twitter al lanzar la campaña #Erradiquemoslachocotorta, pero tampoco tuve detractores. Con lo cuál asumo, a nadie le importa un pito que yo siga engordando.
Al primero que por la calle a modo de ayuda y estímulo, me grite : "largá los postres gorda", mi respuesta será: "primero firmá el petitorio, forro, o andá a estimular a tu abuela, idiota".
Mientras exista una Chocotorta sobre la Tierra, no descansaré con mi cometido en esta vida. Ayudar a las víctimas de las Kcal culpa. ¡Contra el mal, la Hormiga Atómica!
Pedidos del día: Quiero la Chocotorta Diet, cero en grasas y calorías.
De no conseguirse el fin, quiero que pierda todos sus poderes engordantes antes de llegar a mi boca.
Quiero un país con todo light y sabroso. Quiero perder el control y bañarme en chocolate cobertura.
Quiero inventar un nuevo método no invasivo para eliminar grasas. Ejemplo: que te pasen una varita mágica alrededor del cuerpo y ante las palabras "abracadabra panza de grasa, si no despareces hoy, conviértete en agua mañana", paf, como por arte de magia, al día siguiente estar flaca. Eso sí, te measte en la cama, en la calle, en el laburo, pero no importa, todo sea por la salud.
Quiero poder comer lo que se me canta y que no se vea reflejado en ningún espejo. Quiero desaparecer los espejos.
Quiero nacer de nuevo y heredar los genes de alguna familia flaca, aunque no sea la mía.
Si bien quiero seguir siendo quien soy, sin cambiar nada, cambio kilos por diez centímetros de altura.
También quiero otras cosas que tienen que ver con el cuerpo. Quiero ser Betty Boop, Mis Piggy, Jessica Rabit y la Vaca Aurora. Porque así como quiero una cosa, también quiero otra. Porque yo quiero. Quiero a pesar de todo. Quiero todo para pesar. Quiero pensar todo y no quiero pensar nada.
Quiero ser y quiero estar. No quiero ser imprescindible, pero tampoco prescindente. Y mucho menos presidente.
¡Quiero el fin de la Chocotorta y la torta de manzana al poder!