Y sí, será hora de que tras un tercer viaje a Europa, me decida a largar los mapas y cualquier aplicación tipo GPS. No hay caso, mi brújula está rota, me pierdo hasta en el baño.
Tres días buscando el edificio natal de Kafka, y estaba a media cuadra del hotel. Pero no es así como así la cosa. Me senté en el bar que se llama Kafka, donde hay un busto de Kafka y ni ahí me dí cuenta que ésa era la casa. Vamos mal pero venimos bien.
Todo es difícil en Praga. Las calles son circulares, te hablan en checo que no se parece a ningún idioma conocido, y todo cuesta 400 coronas para arriba. Vos pagás con un billete de 500, que te parece un montón, y los tipos te devuelven dos moneditas de mierda, de 50 cada una. Y ahí se te fue la guita, en no sabés qué, porque está escrito en checo, y lo más factible es que diga: este es su vuelto, jódase por venir a nuestro país.
Anoche me fui de pachanga a ver a mis amigos de Buena Vista Social Club. Me animé y me tomé el subte. Dos líneas para llegar. La verde hasta Muzeum (fácil) y combinación con la roja hasta Vyserhad (pronúnciese Visherjhad, difícil). Divinos los coches, lástima el idioma. Te avisan con tiempo cuál es la próxima parada, pero a uno le suena a que hablan en….bueno, en checo.
Llegué sana y salva al teatro. Me siento, y al lado mío se sientan dos cubanos con una checa. Uno con camisa verde, aparentemente era un músico muy reconocido por todos, menos, obviamente, por mí. Yo vivo colgada de una palmera, pero este cubano era muy yanqui. Mucho reloj, mucho oro, mucho celular último modelo, y una adicción al sms que no dejó en todo el concierto. No, si el comunismo ya no es el de antes... Además un envidioso (prejuzga la mina), porque no dió bola ni cuando cantó Omara Portuondo y tampoco bailó como todo el resto de la sala, a modo de Casi Ángeles.
La cuestión es que el chow fue una maravilla a pesar del vecino de asiento con sus mensajes de texto. Como pude (como pude quiere decir siguiendo al músico de camisa verde y adicto al texto) llegué a los camarines a saludar a don Elíades Ochoa. Siete veces le dije a siete personas diferentes, que no quería molestar, que lo había conocido en el aeropuerto, que me habían invitado y sólo quería agradecer. Al ratito aparece un muchacho y me dice: eh, tú, dice don Elíades que ahora sale. Guauuuu, el tipo se acordaba de mi!! Un honor! ¿O la loca del aeropuerto? Sale, y casi me tiro al piso a besarle los pies por haberme invitado. ¿Se acuerda de mí, del aeropuerto? digo onda cholula. ¡Pues sí, cómo no me voy a acordar! Le agradecí mil setecientas veces, y ¡¡me pide disculpas!! porque hay mucha gente para saludar. Antes de irme, me dice:¿Que ya te vas? ¿No te tomas una foto? Me da vergüenza, digo. Pues que nada de vergüenza! Un grande el hombre. Ahí mismo le juré amor eterno. La foto, en FB.
Hoy, a Cesky Krumlov. Pueblo pequeño, patrimonio de la Unesco, recomendado por mi psiquiatra, que no sólo es psiquiatra sino también ahora, guía de turismo.
Un huevo y la mitad del otro salió el paseo, pero valió la pena. En el micro éramos la ONU. Yanquis, canadienses, australianos, brasileros, colombianos y yo. Más las dos checas. Una manejaba y la otra traducía en simultáneo al español y al inglés.
Obviously, los colombianos y yo, nos hicimos amigos. Porque dios los cría y ellos se juntan. Un matrimonio encantador, de la cole casualmente, Enrique y Tita, mi alma gemela en cuestión de shopping. ¡Andá a encontrar algo para comprar en Cesky Krumlov! Pero ahí estábamos, Tita y yo, para lograr lo imposible!!¡¡ A la carga mis valientes!! Las dos adquirimos algo con la piedra local, la moldavita verde, a la que llaman kriptonita, porque dicen que posee poderes curativos. O sea, es una piedra energética, y yo, con tal de comprar, te creo en cualquier cosa te creo.
Vuelta a casa (el hotel) con anillo y amigos nuevos. Ahora a hacer la valija, que mañana partimos para Budapest a ver qué podemos comprar, digo, ehhh, conocer!!
Tres días buscando el edificio natal de Kafka, y estaba a media cuadra del hotel. Pero no es así como así la cosa. Me senté en el bar que se llama Kafka, donde hay un busto de Kafka y ni ahí me dí cuenta que ésa era la casa. Vamos mal pero venimos bien.
Todo es difícil en Praga. Las calles son circulares, te hablan en checo que no se parece a ningún idioma conocido, y todo cuesta 400 coronas para arriba. Vos pagás con un billete de 500, que te parece un montón, y los tipos te devuelven dos moneditas de mierda, de 50 cada una. Y ahí se te fue la guita, en no sabés qué, porque está escrito en checo, y lo más factible es que diga: este es su vuelto, jódase por venir a nuestro país.
Anoche me fui de pachanga a ver a mis amigos de Buena Vista Social Club. Me animé y me tomé el subte. Dos líneas para llegar. La verde hasta Muzeum (fácil) y combinación con la roja hasta Vyserhad (pronúnciese Visherjhad, difícil). Divinos los coches, lástima el idioma. Te avisan con tiempo cuál es la próxima parada, pero a uno le suena a que hablan en….bueno, en checo.
Llegué sana y salva al teatro. Me siento, y al lado mío se sientan dos cubanos con una checa. Uno con camisa verde, aparentemente era un músico muy reconocido por todos, menos, obviamente, por mí. Yo vivo colgada de una palmera, pero este cubano era muy yanqui. Mucho reloj, mucho oro, mucho celular último modelo, y una adicción al sms que no dejó en todo el concierto. No, si el comunismo ya no es el de antes... Además un envidioso (prejuzga la mina), porque no dió bola ni cuando cantó Omara Portuondo y tampoco bailó como todo el resto de la sala, a modo de Casi Ángeles.
La cuestión es que el chow fue una maravilla a pesar del vecino de asiento con sus mensajes de texto. Como pude (como pude quiere decir siguiendo al músico de camisa verde y adicto al texto) llegué a los camarines a saludar a don Elíades Ochoa. Siete veces le dije a siete personas diferentes, que no quería molestar, que lo había conocido en el aeropuerto, que me habían invitado y sólo quería agradecer. Al ratito aparece un muchacho y me dice: eh, tú, dice don Elíades que ahora sale. Guauuuu, el tipo se acordaba de mi!! Un honor! ¿O la loca del aeropuerto? Sale, y casi me tiro al piso a besarle los pies por haberme invitado. ¿Se acuerda de mí, del aeropuerto? digo onda cholula. ¡Pues sí, cómo no me voy a acordar! Le agradecí mil setecientas veces, y ¡¡me pide disculpas!! porque hay mucha gente para saludar. Antes de irme, me dice:¿Que ya te vas? ¿No te tomas una foto? Me da vergüenza, digo. Pues que nada de vergüenza! Un grande el hombre. Ahí mismo le juré amor eterno. La foto, en FB.
Hoy, a Cesky Krumlov. Pueblo pequeño, patrimonio de la Unesco, recomendado por mi psiquiatra, que no sólo es psiquiatra sino también ahora, guía de turismo.
Un huevo y la mitad del otro salió el paseo, pero valió la pena. En el micro éramos la ONU. Yanquis, canadienses, australianos, brasileros, colombianos y yo. Más las dos checas. Una manejaba y la otra traducía en simultáneo al español y al inglés.
Obviously, los colombianos y yo, nos hicimos amigos. Porque dios los cría y ellos se juntan. Un matrimonio encantador, de la cole casualmente, Enrique y Tita, mi alma gemela en cuestión de shopping. ¡Andá a encontrar algo para comprar en Cesky Krumlov! Pero ahí estábamos, Tita y yo, para lograr lo imposible!!¡¡ A la carga mis valientes!! Las dos adquirimos algo con la piedra local, la moldavita verde, a la que llaman kriptonita, porque dicen que posee poderes curativos. O sea, es una piedra energética, y yo, con tal de comprar, te creo en cualquier cosa te creo.
Vuelta a casa (el hotel) con anillo y amigos nuevos. Ahora a hacer la valija, que mañana partimos para Budapest a ver qué podemos comprar, digo, ehhh, conocer!!