Algo debe andar mal en casa de las Soysolas, no nos quejamos mucho y no hablamos de Shorsh.
Estamos cansadas. Un poco sobrepasadas por el nuevo taller, el embalaje, próxima mudanza y obreros en reparación. En peso también.
Ya no pido, ya no pienso, ya no quiero. O sí quiero, pero quiero paz.
Reitero, si no quiero ni a Shorsh, es porque algo está podrido en Dinamarca.
Eso sí, seguimos teniendo esos pensamientos chotos, como por ejemplo hoy mientras nos duchábamos: "es la última refacción que hago en esta casa. Por lo menos me tiene que durar veinte años, hasta los sesenta. ¿Hasta los sesenta dije? ¿Dónde puse los nueve años que me sobran de los cuarenta? ¡Dentro de veinte años voy a estar por cumplir setenta la remilputamadrequeloparió!
Siempre optimistas nosotras...Es un mal heredado de mi madre. Y de mi padre, que en paz descanse.
No sé porqué la gente espera que seamos más optimistas, cuando nacimos de dos seres maravillosamente pesimistas. Y con un abuelo materno, irónico y cínico, odiado por todo el mundo, menos por nosotras, que justamente lo que más amábamos de él era su sorna , su maldad y fatalismo.
Lo extraño a Don Salomón. Un genio de la crítica familiar.
Vamos a intentar corrernos de los buenos recuerdos, porque no es hora de andar añorando, es hora de andar queriendo.
Quiero recuperar mi casa ordenada, y una vida dislocada.
Quiero vivir en Springfield con los Simpson. Un marido amarillo como Homero y el pelo azul de Marge. Bueno, ya tuve un marido así, sólo me falta el pelo.
Quiero plantar un libro, escribir un hijo y tener un árbol. De la manera correcta ya no hay posibilidades. Nunca las hay.
Quiero ir a Australia a saltar con los canguros. Sé que podría hacerlo acá, pero la gravedad del país hace que mi culo pese el doble. Y en Australia tengo el incentivo del viaje.
Quiero que me guste el tequila, para chupar un limón. Aunque pensándolo bien, no sé si es exactamente lo que quiero chupar.
Quiero las Cataratas del Niágara para llorar cuál ídem y de paso hacer un clavado como Tarzán sin liana.
Quiero pagar los platos rotos, porque es un síntoma de haber vivido intensamente. Imaginate una vida con todos platos enteritos, sin ninguna cachadura. Un embole.
Quiero volver a tener cuatro años y que mi papá me llame Dulcinea del Toboso, y el portero de la calle Ayacucho, Piquito de Oro. Esos eran tiempos felices. Hoy mi viejo no puede decirme nada, y el portero sólo me dice "señora".
Quiero un destapador de cañerías obsoletas, antes que la obsoleta cañería que tengo para destapar.
Quiero a las mariposas libres y las cucarachas en prisión.
Quiero el tiempo que perdí sin darme cuenta, y que me devuelvan las esperanzas que colgué en algún tilo y ahora no las encuentro.
Y por último, hoy, quiero al genio de la botella y pedirle cuatro deseos. Uno, veinticinco kilos menos ,dos, a George Clooney, tres a George Clooney, cuatro a George Clooney. Conste que pedí primero por mi salud, no va a ser que piensen que tengo una obsesión con Shorsh.
Estamos cansadas. Un poco sobrepasadas por el nuevo taller, el embalaje, próxima mudanza y obreros en reparación. En peso también.
Ya no pido, ya no pienso, ya no quiero. O sí quiero, pero quiero paz.
Reitero, si no quiero ni a Shorsh, es porque algo está podrido en Dinamarca.
Eso sí, seguimos teniendo esos pensamientos chotos, como por ejemplo hoy mientras nos duchábamos: "es la última refacción que hago en esta casa. Por lo menos me tiene que durar veinte años, hasta los sesenta. ¿Hasta los sesenta dije? ¿Dónde puse los nueve años que me sobran de los cuarenta? ¡Dentro de veinte años voy a estar por cumplir setenta la remilputamadrequeloparió!
Siempre optimistas nosotras...Es un mal heredado de mi madre. Y de mi padre, que en paz descanse.
No sé porqué la gente espera que seamos más optimistas, cuando nacimos de dos seres maravillosamente pesimistas. Y con un abuelo materno, irónico y cínico, odiado por todo el mundo, menos por nosotras, que justamente lo que más amábamos de él era su sorna , su maldad y fatalismo.
Lo extraño a Don Salomón. Un genio de la crítica familiar.
Vamos a intentar corrernos de los buenos recuerdos, porque no es hora de andar añorando, es hora de andar queriendo.
Quiero recuperar mi casa ordenada, y una vida dislocada.
Quiero vivir en Springfield con los Simpson. Un marido amarillo como Homero y el pelo azul de Marge. Bueno, ya tuve un marido así, sólo me falta el pelo.
Quiero plantar un libro, escribir un hijo y tener un árbol. De la manera correcta ya no hay posibilidades. Nunca las hay.
Quiero ir a Australia a saltar con los canguros. Sé que podría hacerlo acá, pero la gravedad del país hace que mi culo pese el doble. Y en Australia tengo el incentivo del viaje.
Quiero que me guste el tequila, para chupar un limón. Aunque pensándolo bien, no sé si es exactamente lo que quiero chupar.
Quiero las Cataratas del Niágara para llorar cuál ídem y de paso hacer un clavado como Tarzán sin liana.
Quiero pagar los platos rotos, porque es un síntoma de haber vivido intensamente. Imaginate una vida con todos platos enteritos, sin ninguna cachadura. Un embole.
Quiero volver a tener cuatro años y que mi papá me llame Dulcinea del Toboso, y el portero de la calle Ayacucho, Piquito de Oro. Esos eran tiempos felices. Hoy mi viejo no puede decirme nada, y el portero sólo me dice "señora".
Quiero un destapador de cañerías obsoletas, antes que la obsoleta cañería que tengo para destapar.
Quiero a las mariposas libres y las cucarachas en prisión.
Quiero el tiempo que perdí sin darme cuenta, y que me devuelvan las esperanzas que colgué en algún tilo y ahora no las encuentro.
Y por último, hoy, quiero al genio de la botella y pedirle cuatro deseos. Uno, veinticinco kilos menos ,dos, a George Clooney, tres a George Clooney, cuatro a George Clooney. Conste que pedí primero por mi salud, no va a ser que piensen que tengo una obsesión con Shorsh.