viernes, 18 de diciembre de 2015

Dealer de quereres

Ya sé. Me extrañaban. Yo no. No me extraño para nada.
Tras un arribo demorado, hemos llegado como cuando nos fuimos de España. Con una mano atrás y otra adelante. El Black Friday nos dejó culo p´arriba.
Tuvimos varias revelaciones en esas doce horas varadas en Miami. Una, la quetiapina sí hace efecto. Dos, somos capaces de resistir altísimas dosis de drogas prescriptas , tres, seguimos teniendo pánico a volar y cuatro, el desdoblamiento de personalidades dura lo que un suspiro. Nueve horas. Lo que dura el efecto de los psicofármacos. Yo y mis otros yos, nos separamos por un rato, y al aterrizar en Ezeiza volvimos a rejuntarnos como piara enjaulada.
Una semana con la cabeza llena de mocos, no nos dejó sentarnos a escribir. Bue, mocos...ahora se le llama así a la unineronalidad adquirida al nacer.
Llegamos justo para la asunción de Mauri, quizás fue eso lo que nos enfermó y no el aire acondicionado del avión.
Recuperarse de un viaje de casi un mes, lleva por lo menos un mes más. Esa es la excusa que nos pusimos para no hacer un carajo. Si bien el viajar es un placer, como dice Pipo Pescador, nosotras seguimos insistiendo en que es un trabajo que debería ser más que bien remunerado. Y más en nuestro caso, que nos exponemos a ser detenidas por la policía canina de los aeropuertos, al transportar dentro de nuestro organismo, altas dosis de Rivotril.  Nosotras te llevamos pasta como para abastecer a todos los panicosos de los vuelos mundiales. ¡Otra que Moria y el gramo y medio de cocaína! Nos, podríamos jactarnos, que en el caso de ser detenidas, nuestra condena no bajaría de los ocho años, dos meses, catorce días, quince horas, cuarenta minutos y veinticinco segundos. Por las dudas evitamos el Expreso de Medianoche.
Quizás la falta de deseo sexual que andamos experimentando por estos días, no sea a causa del estrés, sino a la sobredosis de tranquilizantes. Nos duerme todo. Hasta la líbido.
Con decirte que nos da lo mismo si Shorsh y Almohadina tienen hijitos o se toman todos los Nespressos del universo...
Estamos entrando en la etapa pre cumpleaños, navidades, fin de año y servicios afines. O sea, en la época de depresión masiva.
Ya que estamos y adelantándonos a nuestro cincuentenario, vamos a ir haciendo un par de pedidos, por las dudas que el doce de enero estemos tan empastilladas que no nos acordemos de nada.
Quiero bailar el minué en puntas de pie, para sentirme Maya Plisetskaya durante la muerte del cisne.
Quiero botas de caña alta para salir a pescar panaderos en el aire, un verano del 70.
Quiero el escote en la espalda infinita, donde se pierdan tus ojos durante el deshielo.
Quiero el sinsabor del olvido al dolor del desamor.
Quiero la insensatez de la adolescencia, la seguridad de los años vividos, a la decrepitud del alma.
Quiero la noche estrellada de Van Gogh y los acantilados de Escocia.
Quiero aparecer y desaparecer como por arte de magia, decir Hocus Pocus y que una moneda salga por detrás de mi oreja.
Quiero ser niña de nuevo, para poder seguir teniendo ganas de ser grande, y no ser una pobre mina añorando su juventud.
Quiero allá por el río Tajo y el toro Carambolas. Quiero a Vashington, Visky y Kavasaki y a la Babaiaga.
Quiero a mis muertos vivos, y a los otros que descansen en paz.
Quiero no querer tanto, porque de tanto querer se me parte el alma.





miércoles, 2 de diciembre de 2015

Black Friday o Black Frida

Bye, bye New York, aló Presidente. Porque Miami es Venezuela, Brasil, México, Puelto Lico, Honduras, Cuba y Argentina. Es la nueva República Bananera made in USA. Bueno, nueva, lo que se dice nueva, no es. Sí es la nueva Moscú. Mucho ruso y no de los nuestros. Estos son rusos posta. Vienen llenos de rublos mal habidos (dice la prejuiciosa). No te hablan una palabra en inglés, pero coparon la parada. Playa, bares, restaurantes, beach resorts, Louis Vuitton, etc. Los distinguís porque son blancos, blaaaancos. Como los que Luisito D´Elía odiaría.
Y entre medio de todos ellos, nosotras. Frida que cuaja bien con los rusos porque es blanca siberiana, y nosotras, que no combinamos con nada. Ni con las cortinas.
Tras una maravillosa, pero agotadora estadía en Nueva York, Miami se suponía iba a ser el paraíso del descanso. Niet. Hete aquí que niet.
Ocho días ocho de lluvia y viento. ¡Queremos nuestra plata de vuelta! ¡Devuélvanos Miami como lo conocíamos! El cambio climático no solo trajo a los rusos, también mucha lluvia.
Por ende, nuestros días transcurrieron entre el bondi y el shopping. O sea, del hotel al bondi, del bondi al shopping, de shopping al bondi, del bondi al hotel.
Bueno, también festejamos, como dice Frida, el Día del Pavo o Thanksgiving. Pero el mayor festejo fue el famoso Black Friday, que para nosotras, fue black monday, tuesday, wednesday, thursday y friday. Todo rebajado. ¿Cuánto querés? ¿El 50%?¿El 75% de rebaja? Era el deme dos de los argentinos en Miami del año 77. La gloria. Con decirte que hasta nos compramos zapatillas...ZA-PA-TI-LLAS.¿Para qué carajo queremos nosotras ese calzado inútil? Pero estaban baratas, y nosotras la palabra descuento la llevamos en la sangre. Y ni te cuento Frida. Labura en el Once, así que está acostumbrada a que le regateen, y tenía que poner en práctica lo que aprendió durante todos estos años en el Eleven.
Lo divertido era vernos todas las noches, pesando las valijas a ver si no nos habíamos pasado de peso en el equipaje. Creo que si no sacamos músculo, es porque definitivamente no tenemos. También entendimos porqué Frida no engorda como nosotras. Ella es experta en esos menesteres. Se la ve acostumbrada. Está para los próximos Juegos Olímpicos. Si se inventara la categoría, Frida traería la medalla de oro en Levantamiento de Valijas.
Buena compañera de viaje. Ya la estoy extrañando.
Como nos quedaba un día sandwich, decidimos venirnos a Cayo Hueso, o Key West. Madrugón a las 5 de la matina, salida a las 6 a.m. Cinco horas de viaje para llegar a Villa Gesell. Porque esto es Villa Gesell. Mucho hippie, mucha barba, mucho alcohol, mucho negocio de artesanías. La diferencia es que acá no hay gente joven. Son mayorcitos. Digamos...todos los que sobraron de Woodstock y no pudieron volver porque el porro no los dejaba orientarse, cayeron acá en Cayo Hueso.
Otra particularidad de Key West. Los gallos andan sueltos por la calle. Deben ser sagrados como las vacas en la India. Mañana averiguaremos.
Así y todo como nos quejamos, ya encontramos el reemplazo de Shorsh. El barman del puerto. Sólo por él nos quedaríamos a vivir acá. No tenía pinta de hippie y nos hizo un daikiri sin alcohol. Era asqueroso pero no nos importó nada, porque Shorsh II, así lo bautizamos, nos sonrió y nos habló!!
Tenía anillo de casamiento, pero siempre puede enviudar. No perdamos las esperanzas.
Y acá estamos, añorando Juramento, nuestra cama, el ruido de los bondis, los putos partidos en River...mientras disfrutamos del paraíso perdido en el tiempo, porque a nosotras no hay poronga que nos venga bien.