lunes, 29 de agosto de 2016

Shalom, shekel, shlemazl


Tras nuestro breve paso por Jerusalém, donde aprendimos de religión, política y falafel, llegamos a la conclusión de que no es nuestro lugar en el mundo, por más posibilidades de enganchar un judío que haya.
Hermosa ciudad, de un calor seco intolerable, todo olivos y arena, pura piedra beige monocromática pero llena de misticismo. Tanto nos impactó el aire de religiosidad que se respira, que llegamos hasta el Muro de los Lamentos, apoyamos nuestra frente y le rezamos a Dios: "Baruj atá Adonai, no te pedimos mucho, sólo hacé que Shorsh deje a la mujer y nos encuentre".
Para ser honestas, no creemos que nos haya dado mucha bola, porque había otras mujeres pidiendo cosas un poco más relevantes que la nuestra. Pero, perdido por perdido, quién te dice...¿eh?
Luego subimos al Monte de los Olivos, en donde Jesús fue traicionado por Judas. El famoso beso de Judas...y nos imaginamos la última cena, la de Pesaj, en la que mucho más que aceitunas no debía haber, ya que en esas épocas el monte era una especie de bosque de Sherwood, pero lleno de olivos.
Fuimos bajando, con nuestro guía Allan, judío escocés (cosa rara si las hay) bajo el sol del desierto, por todas las iglesias que no eran iglesias, sino templos y mezquitas, porque A.C, nadie sabía lo que era una iglesia. Nos imaginamos todo el relato bíblico y hasta lo creímos. Luego seguimos bajando por el costado del cementerio judío, que está todito puesto frente a la ciudad vieja, para que cuando llegue el Mesías, todos los muertos se levanten y entren a la Tierra Prometida...O algo así.
Igual nos dio un poquito de miedito imaginarnos la escena de los esqueletos caminando hacia Jerusalém. Aunque nos quedamos pensando...nosotros, los judíos de la diáspora, ¿cómo vamos a llegar ahí? ¿En Iberia o El-Al?
Como notarán, nos imbuye el espíritu religioso. Más allá de cualquier chascarrillo que podamos hacer, Jerusalém vale la pena y volveríamos.
Viernes y debíamos partir hacia Ashdod a ver a nuestra querida amiga Keitty. Encargamos a la recepcionista que nos pida un taxi que nos lleve al Retiro israelí. A los diez minutos nos dice: "su taxi las está esperando afuera". Salimos. Primera mala señal, el taxista ni se acerca a ayudarnos con las valijas. Segunda mala señal, nos empieza a gritar: "dónde estaban? Hace quince minutos que las estoy esperando? Están locas? No tengo dónde parar tanto tiempo...fifteen minutes, fifteen minutes! Oy vey, oy vey!!"
Nuestra primera reacción fue de estupor seguido de pánico. Empezamos a balbucear sin saber muy bien qué decir. Pero reaccionamos rápidamente porque tres días en Israel, son tres días en los que aprendés mucho. Y ahí nomás, y sin subtítulos le empezamos a decir: "¿nos estás jodiendo? ¿Qué carajo nos importa que nos hayas tenido que esperar? ¿Acaso no te vamos a pagar?" Obviamente, todo esto en español, porque nosotras de hebreo, nada.
Finalmente nos tira en la estación, sin decirnos chau. Comprobamos una vez más, que los taxistas del mundo se han unido en contra nuestra.Debe haber un identikit con nuestra cara en todas las paradas de taxis del planeta.
Bueno. Intentamos entrar a la Tajanat Mercazit y nos frenan dos pibes y una mina, que como si intuyeran que no entendemos un carajo el idioma, nos empiezan a hablar en hebreo. Sospechamos que creían que éramos terroristas porque nos señalaban nuestra mochila. Finalmente nos dimos cuenta que debíamos entrar por otra puerta para escanear el equipaje.
Llegamos a Ashdod, pensando que al tener playa, el clima iba a mejorar. Hete aquí que no. Es el Sahara con playa. Hermosa playa, pero una calor que casi nos desmayamos.
Bello reencuentro con nuestra amiga a la que no veíamos hacía dieciséis años y salimos a caminar por la costanera a la noche. Menos mal que era shabat y sólo había tres personas en la calle. Dos de ellas éramos nosotras, las que tuvieron que vernos meter un pie en un pozo macrista, para aterrizar casi de cara al piso. ¡Traumatólogo a la derecha! diría el Dr. Raúl Alfonsín. Estamos casi seguras que nos reventamos los meniscos, pero no es hora de anda quejándose que todavía nos falta el 90% del viaje.
Próxima estación Tel Aviv. Ciudad!! Mucha gente joven, mucha joda, mucha comida, mucho todo.
Dicen que Tel Aviv es una ciudad gay-friendly, pero descubrimos que en realidad es hetero-friendly porque son los que menos abundan. Si creímos que acá íbamos a conseguir novio, nos equivocamos de lugar. 
Next stop Lisboa. Nos vamos acercando a un idioma un poco más conocido...



martes, 23 de agosto de 2016

La vuelta al mundo en 24 horas

Lunes 9 a.m pasa a buscarnos Daniel, como cada vez que nos vamos de viaje.
N: Daniel, el día está demasiado lindo ¿no será de mal augurio? Siempre viajamos con lluvia...
Daniel mira, y ya no responde...está acostumbrado a nuestras pelotudeces.
Check in y se acerca un chekinero y nos dice ¿le podré cambiar de asiento para que esa pareja se siente junta? ¿Nos van a cambiar de asiento?¿Qué tiene? ¿Está roto? ¿Nos van a dar un asiento roto y vamos a salir eyectadas del avión? ¿Están poniendo en riesgo nuestras vidas para que ése matrimonio de 200 años se siente junto? No, no, no, no, mirá si nos cambian de asiento y el avión se cae, pero la parejita se salva porque estaban en nuestro lugar? Nos están cambiando la cábala!! Y ahora qué hacemos? Nosotras tenemos pánico!
Ante la atónita mirada del personal de Iberia, y con temor a que el resto de la tripulación se negara a despegar con nosotras arriba, nos mandaron directo a business para compensar la angustia.
Así vale la pena angustiarse, y para reforzar la idea, nos clavamos el cuarto Rivotril del día.
Subimos.
En business los asientos son un sofá-cama de plaza y media. Comimos, bebimos, dormidos despatarradas, y escuchamos roncar a nuestro marido de turno, un señor español que vió películas toda la noche y diez minutos antes de aterrizar se durmió como un sapo.
Pero no todas son rosas en la clase superior. Nos dieron un bellísimo necessaire con tutti li fiocchi, pero vaya a saber quién fue el turro que mientras babeábamos dormidas, nos lo afanó, con la funda para la placa antibruxismo y dos tiras de rivotril sublingual adentro. ¡Con lo caro que está el Rivotril!! El avión se movió bastante, pero acostadas en una king size, ¿a quién le importa?
La hacemos corta. Bajamos en Madrid, más dormidas que otra cosa, esperamos cuatro horas y nos volvimos a montar en otro Iberia con destino a la Tierra Prometida.
Llegamos a Tel Aviv sin raya en el tujes, tras 17 horas de vuelo desde que salimos de casa.
Debíamos conseguir traslado hasta Jerusalém y ahí nos dirigimos a la parada de shuttles. Si nosotras nos quejábamos de los tacheros de B.A, aquí encontramos a los peores.
Estos te gritan, pero en hebreo. Y nosotras que te estudiamos doce años, al pedo, no entendemos más que dos palabras de mierda.
Pero descubrimos otra cosa. En Israel todos gritan. Aparentemente tienen un problema crónico de sordera, posiblemente heredado de cuando Moisés nos sacó de Egipto, y al cruzar el Mar Rojo, a más de uno le debe haber entrado agua en los oídos.
Y henos aquí en Jerusalém, con la misma sensación que cuando vinimos a los 17 años...que no somos profetas en nuestra tierra...Más bien, nos sentimos bastante goy.
Fuimos a dar una vuelta para conocer los alrededores, y mientras anochecía, de paso cenamos.
No pregunten qué. No tenemos idea. El plato se llamaba Jerusalem Mix. Lo único que distinguimos fue el pepino. Lo demás nos lo comimos sin preguntar, porque acá la comida coista cara. Creemos que era pollo, con cebolla y algo más que no supimos distinguir, pero que los gatos callejeros supieron devorar agradecidos. Con lo cuál calculamos que era hígado o testículos de algún animal diminuto y kosher.
Mañana empezamos la dieta y la caminata ...y a llorar al Muro de los Lamentos!

lunes, 15 de agosto de 2016

Soysola y los diez mandamientos

Y se viene una nueva aventura en solitario. Soysola se va a la Tierra Prometida.
No sabemos mucho qué es lo que nos promete , pero ahí vamos. Cargadas con bizcochitos de grasa, caramelos Sugus y alfajores para nuestra expatriada amiga Patricia, amén de toda la pasta prescrita por nuestro psiquiatra.
Entramos en la etapa pre viaje, en la cuál todas las fantasías habidas y por haber, ya han cruzado por nuestras cabezas. Yo y mis otros yo, no te paramos de pensar boludeces, a saber: seremos acuchilladas por un terrorista en el Muro de los Lamentos mientras le pedimos a dios que nos mande un novio. Nos perderemos en la ciudad vieja, y seremos confundidas con un fósil en las excavaciones. Bajaremos al Santo Sepulcro y quedaremos atrapadas con un judío convertido en goy. Iremos al Mar Muerto y nos subirá la presión por la cantidad de sal que contiene el agua. Sufriremos un infarto en el avión y de sobrevivir, cómo viviremos el resto de nuestras vidas siendo enfermas cardíacas...etc.
Todo esto, ya le fue expresado a nuestro terapeuta, que nos pidió permiso para citarnos en su próximo libro "Pensamientos intrusivos, anticipación al pedo y los efectos nocivos en los lectores de Soysola". Los ejemplares se venderán con una caja de Rivotril sublingual.
Así que henos aquí, mientras miramos los juegos olímpicos, vamos preparando las valijas. Una con ropa, la otra con medicación psiquiátrica.
Como es costumbre, pasaremos a los pedidos del día, y volveremos a unificar nuestras personalidades en una, porque ya sabemos que te somos egoístas y no compartimos.
He aquí los diez mandamientos.
Quiero ser campeona de salto en largo y con una sola zancada llegar de Buenos Aires a Madrid.
Quiero a la Torre de Tandil, para treparme a su cabeza y decirle, sos el mejor, no dejes que nadie te diga lo contrario.
Quiero un falafel sin sal, un shawarma calentito y un Soysolo israelí picante.
Quiero los cuarenta años en el  desierto de Moisés antes que el paraíso prometido por Donald Trump.
Quiero sacarme una foto montada en un burro blanco en el Monte de los Olivos y decirte soy la Mesías que vino a salvarte de tu soledad.
Quiero creer en lo que no creo, porque creyendo lo que ya creo, creo que no voy a ninguna parte.
Quiero recorrer el mundo con mis pies, antes que tener el mundo en mis manos.
Quiero ser una siempreviva antes que una hiedra venenosa y llenarte de ronchas cuando te me acerques.
Quiero un asado con la costilla de Adán, antes que otra vez sopa.
Y por último después de una sobredosis de olimpíadas, quiero un Usain Bolt, que todavía puede correr hasta alcanzarme antes que a Shorsh que por más que lo busque, sigue sin encontrarme.

lunes, 8 de agosto de 2016

Domingo de Resurrección o I see dead people (la saga)

Esto de ir a almorzar con nuestra madre se estaba tornando algo monótono. No por nuestra señora mamá , sino porque estábamos empezando a sentirnos como esas hijas de antaño, que se quedaban para vestir santos.
Todos los domingos lo mismo. Previa reserva telefónica, a las 13.15 en punto, cita con mother en Covadonga. Sí, porque si nos resultaba un tanto deprimente el fin de semana, el nombre del comedero no es un dechado de alegría. No es como para decir, uyy, qué onda tiene Covadonga! No. Pero se come bien. Bien caro.
Es el típico restaurante de barrio cheto, con ancianos por doquier. Lo que se dice, un programón. Como si con ser Soysola no bastara!
Aparcamos nuestros tujes en la zona del mozo Ricardo, pedimos la comanda, clavamos el primer bocado de lomo y escuchamos un: "ayuda por favor! se me cae! Papi quedate conmigo, mirame, no te vayas!"
Era el pedido desesperado de una señora a la que el marido se le estaba descomponiendo.
Salimos eyectadas, cual saeta, y corrimos a poner una silla detrás del señor para que no se estrolara contra el piso. Acto seguido, gritamos ¡médico por favor! y nos sentimos como Alfonsín en el 83.
Descubrimos que la famosa solidaridad argentina no es tal. En un salón con 40 comensales, sólo nos levantamos dos personas a asistir al cuasi muerto.
Mientras el cajero llamaba al Same, nosotras hacíamos lo propio al 911 y la futura casi viuda, llamaba a su hija. Demás está decir, que el resto de los covadonguenses no movieron el upite del asiento.
No vaya a ser que las papas fritas no esperen...
Entre tanto, nuestro bife de 226 pesos se enfriaba en el plato, y nosotras nos debatíamos entre convertirnos en Florence Nightingale y la voz de papá diciéndonos: pidieron el lomo, sale caro, ahora se lo comen aunque esté frío.
Allá en la puerta seguía sentado, al borde del abismo, el pobre señor, blanco como un papel debatiéndose entre el más allá y el más acá.
Nuestra madre, no paraba de decirnos, me parece que se muere, está muy pálido, ¡qué cosa con el Same que no llega!¡Te podés morir antes que llegue la ambulancia!
Ante semejante panorama, nosotras nos levantábamos cada dos segundos a ver si el hombre respiraba o no. Bueno, nos acercábamos un poco, porque sabido es, que te somos un poco aprensivas, por más solidarias que seamos. Volvimos a la mesa en cuanto vimos que el susodicho abría los ojos. Sin occisos la cosa ya no tenía gracia.
Miramos a doña Rujele, y con la delicadeza que nos caracteriza le dijimos: mamá, ¿ves por qué tenés que estar contenta? Porque todavía estás viva!
Acto seguido cortamos un cacho de carne y lo manducamos...
Quiero un sistema de salud presente y no un presente para el sistema.
Quiero la solidaridad bien entendida empieza por casa, y no el sálvese quien pueda.
Quiero una línea directa al corazón, y no un 0800-FUNERARIA.
Quiero un kilo y dos pancitos, y no una panera llena de bolas de fraile inútiles.
Quiero el sexto sentido alerta y no el séptimo cielo.
Quiero tocar la mandolina, pero no quiero tocar el arpa.
Quiero una sinfonía de Beethoven, la primavera de Vivaldi, y el Danubio Azul, antes que la Cumbia de un solo dedo.
Quiero dormir en paz, pero no quiero el sueño eterno.
Quiero que seas lo que yo quiero, para que cuando te encuentre, te diga, ahora sos mi Shorsh.