Tras nuestro breve paso por Jerusalém, donde aprendimos de religión, política y falafel, llegamos a la conclusión de que no es nuestro lugar en el mundo, por más posibilidades de enganchar un judío que haya.
Hermosa ciudad, de un calor seco intolerable, todo olivos y arena, pura piedra beige monocromática pero llena de misticismo. Tanto nos impactó el aire de religiosidad que se respira, que llegamos hasta el Muro de los Lamentos, apoyamos nuestra frente y le rezamos a Dios: "Baruj atá Adonai, no te pedimos mucho, sólo hacé que Shorsh deje a la mujer y nos encuentre".
Para ser honestas, no creemos que nos haya dado mucha bola, porque había otras mujeres pidiendo cosas un poco más relevantes que la nuestra. Pero, perdido por perdido, quién te dice...¿eh?
Luego subimos al Monte de los Olivos, en donde Jesús fue traicionado por Judas. El famoso beso de Judas...y nos imaginamos la última cena, la de Pesaj, en la que mucho más que aceitunas no debía haber, ya que en esas épocas el monte era una especie de bosque de Sherwood, pero lleno de olivos.
Fuimos bajando, con nuestro guía Allan, judío escocés (cosa rara si las hay) bajo el sol del desierto, por todas las iglesias que no eran iglesias, sino templos y mezquitas, porque A.C, nadie sabía lo que era una iglesia. Nos imaginamos todo el relato bíblico y hasta lo creímos. Luego seguimos bajando por el costado del cementerio judío, que está todito puesto frente a la ciudad vieja, para que cuando llegue el Mesías, todos los muertos se levanten y entren a la Tierra Prometida...O algo así.
Igual nos dio un poquito de miedito imaginarnos la escena de los esqueletos caminando hacia Jerusalém. Aunque nos quedamos pensando...nosotros, los judíos de la diáspora, ¿cómo vamos a llegar ahí? ¿En Iberia o El-Al?
Como notarán, nos imbuye el espíritu religioso. Más allá de cualquier chascarrillo que podamos hacer, Jerusalém vale la pena y volveríamos.
Viernes y debíamos partir hacia Ashdod a ver a nuestra querida amiga Keitty. Encargamos a la recepcionista que nos pida un taxi que nos lleve al Retiro israelí. A los diez minutos nos dice: "su taxi las está esperando afuera". Salimos. Primera mala señal, el taxista ni se acerca a ayudarnos con las valijas. Segunda mala señal, nos empieza a gritar: "dónde estaban? Hace quince minutos que las estoy esperando? Están locas? No tengo dónde parar tanto tiempo...fifteen minutes, fifteen minutes! Oy vey, oy vey!!"
Nuestra primera reacción fue de estupor seguido de pánico. Empezamos a balbucear sin saber muy bien qué decir. Pero reaccionamos rápidamente porque tres días en Israel, son tres días en los que aprendés mucho. Y ahí nomás, y sin subtítulos le empezamos a decir: "¿nos estás jodiendo? ¿Qué carajo nos importa que nos hayas tenido que esperar? ¿Acaso no te vamos a pagar?" Obviamente, todo esto en español, porque nosotras de hebreo, nada.
Finalmente nos tira en la estación, sin decirnos chau. Comprobamos una vez más, que los taxistas del mundo se han unido en contra nuestra.Debe haber un identikit con nuestra cara en todas las paradas de taxis del planeta.
Bueno. Intentamos entrar a la Tajanat Mercazit y nos frenan dos pibes y una mina, que como si intuyeran que no entendemos un carajo el idioma, nos empiezan a hablar en hebreo. Sospechamos que creían que éramos terroristas porque nos señalaban nuestra mochila. Finalmente nos dimos cuenta que debíamos entrar por otra puerta para escanear el equipaje.
Llegamos a Ashdod, pensando que al tener playa, el clima iba a mejorar. Hete aquí que no. Es el Sahara con playa. Hermosa playa, pero una calor que casi nos desmayamos.
Bello reencuentro con nuestra amiga a la que no veíamos hacía dieciséis años y salimos a caminar por la costanera a la noche. Menos mal que era shabat y sólo había tres personas en la calle. Dos de ellas éramos nosotras, las que tuvieron que vernos meter un pie en un pozo macrista, para aterrizar casi de cara al piso. ¡Traumatólogo a la derecha! diría el Dr. Raúl Alfonsín. Estamos casi seguras que nos reventamos los meniscos, pero no es hora de anda quejándose que todavía nos falta el 90% del viaje.
Próxima estación Tel Aviv. Ciudad!! Mucha gente joven, mucha joda, mucha comida, mucho todo.
Dicen que Tel Aviv es una ciudad gay-friendly, pero descubrimos que en realidad es hetero-friendly porque son los que menos abundan. Si creímos que acá íbamos a conseguir novio, nos equivocamos de lugar.
Next stop Lisboa. Nos vamos acercando a un idioma un poco más conocido...