viernes, 30 de diciembre de 2016

Feliz 2017

Papá Noel se fue, y con él se va otro año. Uno en el que el segundo semestre parece no haber llegado jamás, ¿o es que hemos vivido el primer semestre más largo de todos los tiempos?
Mauri parece no saber cuántos meses tiene un semestre y quizás sus promesas de mejoría vengan en en el segundo semestre del próximo año bisiesto. Pero bueno, no vamos a hablar de política, porque ésa nunca fue la preocupación de Soysola.
Nuestra preocupación, como todos saben, es ver cómo carajo hacemos para encontrar a Shorsh. No perdemos las esperanzas de convertirnos en los Brangelina del subdesarrollo, o sea los Shorshabeth.
Ya sabemos, suena a jabón en polvo. ¡Una medida de Shorshabeth rinde veinte lavados de tujes! ¡Compre ya o calle para siempre!
No importa cuánto intenten nuestras amigas en convencernos de que el tipo es gay, que el matrimonio es sólo una pantalla, que el pibe no nos merece, que se parece a Pocho la Pantera (Z`L), etc, nosotras lo seguimos amando como el primer día. Y sí...te somos persistentes para los imposibles y las boludeces.
Seguiremos yirando por el mundo a ver si lo encontramos. Por lo pronto, ya estamos planificando un nuevo tour por el Lago di Como, con la excusa de comprar pañuelos de seda.
Entonces, aprovechando que estamos a la vera del 2017, procederemos a los pedidos que habitualmente se hacen en estas fechas. A estas alturas nos parece redundante decir, que al momento de pedir, nos unificamos y lo hacemos a título personal.
Quiero El Beso de Klimt, La Maja desnuda, Las Tres Gracias de Rubens, a ser el cadáver inerte de la Lección de Anatomía.
Quiero un tren delantero, un cuarto trasero, y una quinta de cambio en el principado de Mónaco.
Quiero un refractómetro, si supiera para qué sirve, a uno más rápido que la luz, si no me sirve de nada.
Quiero un petit hotel en el culo del mundo, para aposentar mi ídem, y escaparme por un rato de tanta soledad.
Quiero la vuelta al mundo en 564 días, porque ya comprobé que en 80 me canso mucho.
Quiero ser Maggie Simpson para ser eternamente niña, y no ser Oaky, que era un viejo con pañales.
Quiero un no te aseguro de por vida, a una vida asegurada en la mentira.
Quiero un pasaje en el furgón de cola, para escaparme a verte sin que nadie se entere.
Quiero que quieras, como nunca antes quisiste, aferrarte a esta vida, sólo por el hecho de que yo estoy en ella.
Quiero un lamento boliviano, un rojaijú guaraní, un sapucay correntino, al grito desgarrador de mi corazón herido.
Quiero un año nuevo, mi vida vieja y un montón de días en blanco para llenarlos de sueños.
Feliz 2017.





viernes, 23 de diciembre de 2016

Quereres de fin de año

Y como todos los años, llega Papá Noel, y con él, el putísimo mes de diciembre acaba.
A nosotras no nos trae nada. Más bien nos lleva. Se nos lleva un año más...como si nos sobraran...
No nos gusta hacer el balance anual, pero lo haremos porque es lo que el contador nos pide.
Hemos padecido, hemos disfrutado, hemos bailado, hemos viajado, nos hemos caído, nos hemos levantado. Volvimos a viajar, hemos vuelto a caer y casi casi que no repuntamos más, pero aquí estamos, erguidas, estoicas, mirando de frente hacia un futuro incierto.
Lo único cierto de lo que vendrá, es que cumpliremos cincuenta y un años. ¡Qué lo tiró de las patas! Medio siglo más uno. O sea, vendríamos a ser como el peronismo o Boca Juniors, la mitad más uno.
Acercándonos a la Navidá, Añonuevo, Reyes y nuestro cumpleaños, nos ataca la compulsión por pedir. Como dice doña Raquel, para pedir, pedí en grande; el no, ya lo tenés asegurado. Así que a sabiendas de que Papánuel no nos dejará regalitos, acá va la lista de deseos para el 2017.
Quiero la edad de piedra a un camino de ripio. Mis suelas ya están gastadas y no soportarían otro agujero.
Quiero una casa en Andalucía, un patio portugués, un balcón italiano y un ascensor parisino que me lleve hasta la cúpula de tu cabeza, para poder ver un panorama completo de tus pensamientos.
Quiero la satisfacción del deber cumplido, a la desazón del no me acuerdo.
Quiero un portaligas negro con moño rojo, a una liga completa de nudos apretados.
Quiero merecer el cielo, porque el infierno ya me lo he ganado.
Quiero escalar el Kilimanjaro, estremecerme ante el silencio del volcán inactivo a ensordecer por el grito de tu corazón herido.
Quiero ser un pollito a la parrilla, a un renacuajo dentro de un charco de agua sucia.
Quiero mis años veinte, treinta y cincuenta. Los cuarenta son para el olvido y los sesenta, seguramente, no los querré.
Quiero lo que nunca quise, porque queriendo lo que quería, he perdido media vida.
Quiero perderme en el laberinto de Creta, tener las alas de Ícaro, y volar cerca de la Luna, que es donde habitualmente moran mis deseos.
Quiero las historias de mi niñez, relatadas por mi padre, a encontrarlo en una lápida que no me dice nada.
Quiero lo que quiero y lo que no, porque así siempre he querido. Unas veces mucho, y otras poco. Quiero porque quiero, porque no me queda otra, porque soy así, quieriente de alma.
Y para no perder la costumbre que había perdido, quiero a Shorsh, porque sin él no sería Soysola, aunque sospecho que con él sería lo mismo.

jueves, 15 de diciembre de 2016

Sin turbulencia a la vista

Sábado 3 de diciembre y el cielo encapotado.
Pasa Daniel a buscarnos.
Soysola: Daniel, hay pronóstico de tormenta eléctrica en San Pablo.
Daniel: .....
Ante la negativa de nuestro remisero a respondernos, va whatsapp a psiquiatra.
Sosyola: Pablo, van a caer soretes de punta sobre el avión cuando yo esté arriba...¿se va a estrellar?¿Me voy a morir?¿Qué hago?
Pablo: No va a pasar nada. Yo viajé mil veces a Brasil con tormenta y acá estoy.
Soysola: Vos tenés la obligación de no morirte porque sos mi terapeuta.
Pablo: Y vos también porque sos mi paciente.
Ante tan contundente afirmación, no nos quedó más remedio que quedarnos en el molde y encomendarnos a la Santísima Trinidad: San Rivotril, San Alplax y San Quetiazic.
Finalmente el servicio meteorológico brasileño, es igual de malo e impreciso que el nuestro. No hubo rayos ni centellas y llegamos todos sanos y salvos.
 Soysola se fue y volvió, volvió y se fue, y entre medio estuvo acompañada.
Mucha cachaça, mucho petisco, amigos entrañables, arte, joda, diversión y samba.
Hemos pasado por la Bienal, por una chácara bellísima, con anfitriones maravilhosos llenos de encantos mil, garroneado frutas exóticas en el Mercado Municipal, y shopeado boludeces varias sin que se nos caiga la cara de vergüenza.
Ubereamos de aquí para allá, y decidimos que de ahora en más, en vez de tomar taxis comunes con tacheros del orto, llamaremos meninos de Uber, a riesgo de ser interceptadas por las bestias locales. Soysola sigue sosteniendo la teoría de que el turismo debería ser un trabajo rentado, o por lo menos debería buscar sponsors que me garpen todo.
Llegamos a Buenos Aires cansadas pero felices, planificando ya nuestro próximo viaje. ¿Perú? ¿Colombia? ¿El Caribe? ¿Las Toninas?...por ahora Juramento nomás.
Pasemos a querer, porque si antes quería, después de este viaje, ni te imaginás todo lo que quiero.
Quiero un Airbus 320 para mí sola, que me lleve y me traiga a gusto y piacere, sin tener que compartir asiento con niños que lloran dos horas cuarenta y cinco minutos seguidos.
Quiero una quinta en Ibiúna, rodeada de paulistas amables, o en su defecto, un terrenito en La Tablada, con vecinos calladitos.
Quiero un ganso salvaje, a un salvaje que sea un ganso.
Quiero entrar y salir, salir y entrar mil veces y quedarme eternamente grabada en tus pupilas.
Quiero una peluca rosada, un par de zapatos rojos, unas medias de red y pavonearme con el culo al aire por las páginas de Memorias de mis putas tristes.
Quiero una voz angelical, un sinfín de palabras de amor, cien escalones y una nota musical para llegar al cielo.
Quiero un bisturí sin filo, para dejarte marcadas mis iniciales en tu alma.
Ya no quiero a Shorsh, porque él no me quiere a mí. Y no sabe lo que se pierde.