Maximiliano a a llover?
Así nos encaminamos a Carrasco, cábala mediante.
Este año retrocedimos severamente en nuestro pánico a los aviones. A decir verdad no sabemos si es a los aviones o al mundo. Nos inclinamos por lo segundo.
Mientras esperábamos en el patíbulo, o manga para acceder al avión, de un vuelo diurno, teníamos delante nuestro a Sofía con madre y hermano.
Madre, se ve que ninguna boluda, no tuvo mejor idea que sacar tres pasajes en diferentes filas. Ella a mi derecha, hermano a mi espalda y Sofía delante nuestro.
Con nuestros nuevos viejos miedos, al momento ya teníamos una dosis casi no permitida por la Anmat, de clonazepam y quetiapina.
(N.D.L.R, podés pasar por aduana uruguaya, española e italiana 200 pastillas de tranquilizantes que nadie te pregunta un catzzo)
A los cinco minutos del despegue, no había quién pudiera despertarnos.Hasta que Sofía entró en acción.
Mamá, mamá, mamá, mamá, mamá, mamá, mamá, mamá, mamá, mamá, y así podríamos seguir las tres primeras horas de las 12 de vuelo. Las siguientes 6, Sofía miró películas de dibujitos, relatándonos a todo el pasaje, escena por escena.
Nuestros ojos, que no podían de ninguna manera estar abiertos a esas alturas, pugnaban por cerrarse ante una Sofía totalmente excitada por Maribel, de Encanto, al grito de, una vez más, mamá, mamá, mamá, mientras golpeaba con su manito nuestro asiento. Mamá, completamente dormida, atinaba a decir, shhh Sofía. Hermano dormía a pata suelta con alguna que otra pesadilla, mientras nos pateaba el respaldo cada tanto, y nosotras enclonazapadas a más no poder, intentando no perder la paciencia ni la cordura, con niña Sofía.
Por suerte, las últimas tres horas de vuelo, Sofía se durmió, mientras a nosotras ya se nos había pasado todo efecto de la droga y nos quedamos como un búho haciendo guardia por si aparecía un Ovni.
A todo esto sumémosle, que señor capitán, no escatimó con ninguna turbulencia. Se ve que si sos Iberia de Montevideo, te dan la ruta que está llena de pozos. No sé porqué, siendo que Sanchez Castejón no tiene problemas con Lacalle Pou.
Así llegamos a Madrid a pasar dos horas de escala hasta nuevo vuelo a Roma.
Si bien en este no estaba Sofía, teníamos a toda clase de espécimen que se le dió por pasar las vacaciones en Italia. Vuelo de cabotaje, quien no subía con bebida, lo hacía con comida, más que alguno se olvidó algo en el aeropuerto y hubo que ir a buscarlo,y rarezas sucesivas. Mientras tanto, nosotras, buscábamos terroristas entre los pasajeros. Al no encontrar ninguno, debíamos preocuparnos por otra cosa. La señal de abrocharse el cinturón, a nuestro (mal) entender, no andaba. Pensamiento automático de trastorno de pánico: el avión tiene un desperfecto y se va a caer. Va medio Rivotril más.
Demás está decir que el avión no se cayó y llegamos a Roma. Un taxista muy churro nos paseó por toda la ciudad, mientras hablaba por teléfono y nosotras teníamos ganas de decirle, Marco (así lo bautizamos), portaci dove vuoi ma miranos por un minuto bombonazo. Pero Marco seguía enfrascado en su conversación sin darnos ni bola.
Nosotras que veníamos del crudo invierno, nos encontramos con una Roma sumida en una ola de calor infernal. Y andá a pedirle a los romanos que te pongan algún techito en los edificios para poder caminar a la sombra.
Grazia a dio, nosotras ya nos conocemos esta ciudad casi como la palma de nuestra mano, e igual nos perdemos siempre, con lo cuál no necesitamos salir corriendo a ver ruinas ni atracciones turísticas, ni a derretirnos en la Città de la dolce vita.
Esta vez ni pizza ni pasta, solo ensaladas, porque los romanos no conocen el aire acondicionado, ni tampoco calcular el 15% de propina. Quindici? Che catzzo, nos escupió el encargado del ristorantino, cuando acá somos las únicas que dejan tanto.
Domani partimos hacia Faenza a trabajar, cosa que nos da mucho placer de instalarnos en un solo lugar por dos meses, porque recién empezamos el viaje y ya estamos cansadas.
Sí, me quejo, y? Va fangulo.
Vuelo 0= Fontana di Trevi 10