lunes, 28 de julio de 2014

Lecciones de francés con Soysola

Y henos aquí, las tres, yo, mi otro yo y el yo de mi otro yo. Hemos vuelto y seremos millones.
Nuestra casa ahora se llama Vallauris. Somos franco-argentinas aunque nuestro francés se ha deteriorado notablemente en estos últimos dos años. Volvimos a ser el bicho raro del pueblo. Lo extrañábamos.
¡Oh Vallauris, Vallauris! ¡Cuánta falta nos hacía encontrarnos con la mugre de tus callecitas angostas, los cuatrocientos perros por habitante, la mala onda de los árabes y caboverdianos, el aroma a chivo cada dos pasos…!¡Oh Vallauris, Vallauris! Tus cucarachas son las más grandes que ví en mi vida, y tus mosquitos se enamoraron de mí. ¿Qué más puedo pedir?
Me preguntan porqué no escribo. Nuestra rutina en estos quince días, ha sido, de casa al supermercado, del supermercado al taller, del taller a casa, de casa a la cama. Bueno, la cama está en la casa.
Mis conversaciones han sido: bonjour madame, bonjour monsieur, est ce que je peux…y la oración queda ahí sin completar, porque no sabemos cómo se sigue, ah! y café cremme decafeiné s´il vous plait.  Así y todo nos las arreglamos para comprar una tarjeta SIM para el celular y un módem para la compu. Ya que estamos, agradecemos a nuestra amiga Victoria, que nos hizo de intérprete cuando el módem dejó de funcionar. No es que haya solucionado mucho, pero por lo menos la mina del negocio supo que yo tenía mi propio Chapulín Colorado para defenderme.
Lo que se ha desarrollado notablemente en nosotras, es nuestra capacidad para inventar un nuevo lenguaje de señas franco-argento-inglés. Dado que sólo entendemos medio pito de lo que nos hablan, nuestras frases con la chica de Bouygues Telecom (léase Buig), pasaron a ser algo así: Bonjour madame, c´est coso ne marche pas (gesto de degollar un cuello). ¿Et bon, qué hacemos?(montoncito con los dedos juntos, y cara de fastidio al mismo tiempo, funciona a la perfección) Tras la cara de desconcierto de la mujer, comenzamos a hablar en inglés. Ella nos entiende perfectamente, pero nos sigue contestando en francés. Imposible repetir sus palabras. No porque me haya insultado, sino porque sigo sin tener la más puta idea de qué me dijo.
(Palmas para arriba con brazos semi extendidos) ¡Je intenté recharger veinte veces esto, avec le computer, et ne me permite pas! Still doesn´t work! ¡Eh! Miré avec votre yeux (señalando la pantalla).
Esta situación se repitió durante una semana.
Salma, así bauticé a la chica, con la mejor onda, llamando a Buig Telecom para ver porqué joraca no me dejaba recargar online, terminó sabiendo mi nombre, apellido y mi número de tarjeta de crédito de memoria. Espero que no lo use en mi contra.
Solucionado el tema módem, nuestro nuevo problema era recargar el celular con una clave que te dan. Llamás al 630 y te va diciendo los pasos a seguir…si entendés francés! Nosotras, sólo entendimos: si quiere recharger con la carte bleu  (me llevó días entender que era la tarjeta de crédito) marque 1, si quiere recharger avec el papelito, marque 2. Y nosotras marcábamos dos. Después, que sea lo que Dios quiera. No sabemos a qué número le recargamos, ni cuánto tiempo tengo para navegar o llamar por teléfono. Obviamente no puedo llamar al exterior, así que tengo como 40 euros cargados al pedo.
Terminado el tema conexiones.
Pasemos a los vecinos. Mi ventana da a la Rue des Grands Horts, obviamente. No podía ser de otra manera. Al lado de ella, hay una mezquita, que da la onda cueva de Alí Babá, y te cantan día y noche como los pastores evangelistas. Además, gritan mucho y con la nueva guerra en Medio Oriente, nuestra imaginación vuela, y el cerebro elucubra reuniones secretas de Hamás, planes de invasión a nuestro departamento, porque averiguaron que somos judías y toda paranoia posible dado los tiempos que corren.
Otro personaje es el señor que está parado, desde que me voy a la mañana, hasta que vuelvo a la noche, en la puerta del edificio de al lado. No, no es el portero. Eso no existe acá. Aunque sería un buen laburo para los tipos, que no hacen nada en todo el día.
El susodicho no me dice ni bonjour ni bonsoir. No me dice. Me ignora. Lo que es imposible de ignorar es su odeur de chèvre, u olor a chivo.
Pero he tenido una revelación importante en cuanto refiere a Francia y los franceses, y su fama de haber inventado el perfume para no bañarse. Es una falacia. Se bañan. Y lo hacen todos los días. Lo que pasa, es que el jabón no lava. Ya hemos pasado por varias marcas de jabón y geles para duchas, y ninguno te lava. Te pasás el jabón por el cuerpo, y no queda, es como si se resbalara. Y vos te fregás y fregás, y finalmente desistís, y te decís: ¡má sí, para que carajo me sigo bañando! Y de ahí la leyenda.
La experiencia en el Laverap local, fue algo especial. Día de lavar, te decís, y ahí marchás con sábanas, toallas, toallones, anche pantalones. Pero el lavadero es literalmente automático. No hay nadie para atenderte. Te atendés solo. Y sola estaba, hasta que llegó un señor. ¿Parlez vous anglais? No, me dice el tipo. Así que cargo mi lavarropas número 7 e intento imitar los pasos del hombre.  El único problema, es que no retengo instrucciones. Mi cerebro no está diseñado para eso. Me vino sin la parte de la memoria reciente, o tengo Alzheimer. Una de dos.
Con lo cuál, mi lavarropas terminó haciendo un lavado completo con centrifugado y todo, pero sin el jabón en polvo pertinente. Me fui hasta el taller de Sandrine, la hice hablar con el número de emergencia del lavadero, y me anotó las instrucciones, cuál madre a un hijo bobo, en un papelito. Y hacia allí marché nuevamente. Esta vez puse el jabón.
Y así, las tres nos vamos arreglando en Francia…nuestra ropa tiene olor a jabón inodoro, no sabemos qué comemos porque no entendemos el menú ni al mozo, compramos artículos de limpieza para limpiar vaya a saber qué, porque no sabemos lo que dice la etiqueta …y así todo. Pero resistimos estóicas.
La formule. Viene a ser entrada, plato y postre, más agua. Así que ya engordamos un tanto porque ¿quién se niega a una formule con patisserié francesa?
Se come raro en Francia. Para mí que la famosa cocina francesa la inventamos nosotros, los argentinos. Como el dulce de leche , el bondi y la birome Bic.¿Qué haría el mundo sin nosotros?
Lástima que el 95% de la población mundial, no tiene idea dónde carajo queda Argentina, que si no, seríamos una potencia.
Au revoire, me voy a dormir con la misión cumplida.¡Vive la France! ¡Vive el asado y la parrillada entera!¡Cómo te extraño hermano, como te extraño, hic! (el hic, leáse en francés)

viernes, 18 de julio de 2014

Odisea Trenitalia, Misión Ventimiglia/Vallauris

Y la Unión Obrera Ferroviara ha llegado a Italia. Ahora se entiende de dónde sacan las ideas los compañeros cuando te hacen paros sorpresivos.
Domingo 13 no te cases ni te entrenes (subirse a un tren), dice el refrán y era cierto nomás.
Partimos de Milán, yo y todos mis yos, ya sabiendo que había huelga de trabajadores ferroviarios en tutti l´Italia, pero habiendo confirmado la salida de nuestra locomotora. Non avutto dei problema, signora, quédese tranquila que salimos. Listo el Pollo Sobrero, me dije, y me subí a la carrozza número 2, asiento 55.
Compartimiento con familia ensamblada inglesa, ella china, él british y las chicas no entendí muy bien cuál era de cada uno. Pero muy educados y amables, y nos dormimos todos.
Primera parada del tren lechero, Génova. Hay que saber que no existe tren directo a Francia desde Milán, sin pasar por cuanto pueblito del orto haya.
Prosigo. Llegamos a Génova, y nos despertamos. A los tres minutos, empiezo a percibir un raro silencio, pero cansada como hormiga obrera, decido darme vuelta y seguir durmiendo.
Pasa el guarda del tren, nos mira, y como si supiese que no hablamos italiano nos dice: dovranno scendere dal treno perché sta guidando uno sciopero e hanno deciso di concludere il nostro viaggio a Génova.
¿Lo qué? le contesto yo. Scendere, scendere , me hacía con la mano el tipo. Los ingleses me miraban desorbitados. ¿Que nos tenemos que bajar del tren? pregunto. Si, me responde. ¿Y a dónde querés que vaya? le digo. Non lo so, me contesta, ma questo trenno no va más.
Los británicos me preguntan qué está pasando, y les cuento.¿Y a dónde vamos? me preguntan. No sé, pero hay que bajar, contesto. Bueno, nosotros te seguimos a vos, ¿no John? dice la mina. Y ahí, me hice de una nueva familia.
Les recuerdo a todos, que mis valijas pesaban tanto como Charles Atlas después de crear el método del mismo nombre. Bajo del trenno, con sendas escaleras y me voy hasta la boletería a ver qué corno tenía que hacer. Intercepto un huelguista y lo increpo: decime bo, ¿qué merda hago yo ahora con questo biglietto?¿Tengo que comprar otro o con éste puedo seguir? Quise suponer que lo que me estaba respondiendo era algo así como: tu boleto todavía sirve, si es que podés subirte a algún tren, je, je.
Mi familia putativa, seguía pegada a mí como sopapa.¡Síganme los buenos! les digo. Hay un tren que sale a Ventimiglia a las 17.43, del andén 11. Y allí partimos los cinco, cargando yo, mi Samsonite de 348 kgs y un bolso de 67, decidida a deshacerme de mis otros yos, que no ayudan con las valijas. Para ir al andén 11, ya habíamos bajado y subido escaleras. Llegamos. 3000 personas para saltar al Sarmiento. Pasada media hora de espera, escucho que un flaco viene y le dice a los suyos: cambiaron de andén, ahora sale del 17. Y ahí van, todos en fila india a dicha plataforma. Los ingleses, me pedían subtítulos. Les digo, come on, let´s go, no queda otra. Vuelta a bajar del 11 para subir al 17…con equipaje.  Mientras esperamos en el andén, viene otro tipo y le dice a su mujer: parece que cancelaron este tren y el de las 19hs. Así que sólo nos quedaba el de las 18.55, a mí, a la familia Ingalls, y a los otros 2995 pasajeros. Nos dirigimos al binario (andén) 14, y a los empujones nos subimos al tren, yo, mis otros yos y el cortejo real. Nos sentamos, cuál siameses sin separar, y en menos de lo que canta un gallo, viene otro guarda y nos dice: non salimos niente. Bájense porque ahora el tren sale del andén 20. Incrédulos, nos miramos todos, y nos bajamos a las puteadas. ¡Va fanculo!¡Porca miseria!¡Cazzo! ¡Attaccante di merda! mientras corríamos como en Carrozas de Fuego, hacia el andén número 20. Me separo de mi nueva familia, esperando no volverlos a ver más, porque ya bastante tenía conmigo misma , las valijas y mis fantasmas, como para bancar más peso. Me subo como puedo, o sea, empujando y pidiendo ¡permesso, scusate, muoversi per lo sfondo madonna santa! ¿No va y que me toca en el vagón una división de adolescentes en vacaciones a Cannes con su profesora de francés? ¡Mamma mia! ¡Y no está Meryl Streep para cantarme! Mis otros 500 compañeros de vagón, eran unos yanquis, un sudafricano, chinos, alemanes, francoárabes y una pareja de viejitos italianos, dignos de una película de Campanella.
La cuestión, es que siendo la única multilingüe, de pronto me convertí en traductora oficial del Intercity 2894 con destino a Ventimiglia. ¿Dove sei lei? ¿Argentina? Si, contestaba yo en italiano. ¡Oggi la partita!! ¡La finale! ¡Argentina, Argentina! gritaban las tanitas.¡ Aspeta que llamo a mi mamá para ver cómo va el partido! Y así me fui enterando de cómo nos garcaban los deutche welle. El sudafricano cada dos minutos me preguntaba ¿qué dicen?¿qué dicen? No sólo qué decían las chicas, sino qué decían por los altoparlantes. Las niñas decían adolescentadas, y los parlantes nos iban avisando que en cada estación deberíamos parar por lo menos 45 minutos, por problemas de huelga y de locomotora. ¡Ha  morto il trenno!¡Viva il trenno! En una hora viene el reemplazo. Finalmente, previo Rivotril en boca, partimos a las 21.30 de la estación de Savona. Obviamente ya todos habíamos perdido la conexión de Ventimiglia a Francia.
Volvamos al sudafricano. Una vez que el sublingual empezó a hacerme efecto, decidí tomarme todo con alegría. Y me puse a conversar con el susodicho. He aquí su historia. Iba a Antibes a reencontrarse con una vieja novia. Hacía 15 años tenían que verse en Antibes, y él llegó tarde. Ella se fue, y meses después se casó con otro. Quince años más tarde, seguramente por el Facebook (tanto no indagué) se reencontraron, y ambos estaban solteros.¿Qué decidieron hacer? ¡Encontrarse en Antibes! Eeeapepé!! ¡¡Y él llegaba tarde de nuevo!! Los dos nos encomendamos al maquinista, y suplicábamos que el tipo pudiese llegar antes que la mina se le vuelva a ir. Arribamos finalmente a la frontera, y nos comunican que la municipalidad había puesto micros para aquellos que teníamos que cruzar a Francia. Pero, nos llevaban hasta Niza. Como si fuesen argentinos, todos se abalanzaron sobre los buses, y oh sorpresa! me encuentro a mi familia postiza! Ahora no sólo los tenía a ellos, sino que tenía uno más . Como el señor ,del cuál nunca supe el nombre, pero yo bauticé Mandela, no tenía más que una mochila, no lo dejaban subir al micro. Prioridad, los que teníamos valijas. Así que Santa Elizabeth de todos los Turistas, le dijo: vos quedate al lado mío, que yo les digo que sos mi marido. En cuanto el chofer empezó a las puteadas porque había mucha gente en el micro, yo le grito, bajame las mías valissas que me voy en el siguiente. ¿Cuántos lugares necesita? Seis le digo: cuatro para la mia sorella y su familia, y dos para nosotros: il mio marido y yo. Y ahí subimos los seis rumbo a Niza.
Bajamos todos en la estación, obviamente cerrada, y mi hermana con su prole se dirigió a Montecarlo, y mi pseudo marido y yo, comenzamos a buscar hotel, a las 2 de la mañana. Vale aclarar, que finalmente él se fue a un hotel barato y yo terminé pagando un huevo por no tener horas de entrenamiento en un gym y no poder siquiera arrastar la valija con rueditas.
Para otra ocasión será el relato del conductor del autobús, que en plena madrugada no sabía el camino. Y estábamos en camino de cornisa….
No llores por mí Argentina, que estoy en Italia y es lo mismo que estar en casa!
Vallauris here I come.

domingo, 13 de julio de 2014

Porca miseria

Soysola llegó a Italia dejándo atrás Múnich y su appfel strudel, al que va a extrañar profundamente.
Sonno arrivata a Venecia, luego de un viaje de 6 horas en tren, con unos compañeros de compartimiento yanquis, simpatiquísimo él y muy correcta la mujer, que no me miraba ni con malos, ni con buenos ojos. No me miraba directamente. Las chicas, divinas. Él se la pasó hablándome cinco de las seis horas, haciéndome recordar a mi ex suegro, que en paz descanse.
Nuestros pasajes llegaban sólo hasta Mestre, y como buena argentina vieja nomás que soy, conseguí que el guarda nos dejara bajar en Santa Lucía, ahorrándome €15 yo, y ellos €60, con lo que me convertí en la nueva Evita Perón de los americanos.
Salgo de la estación, y mi gps del celular no funcaba. ¿Hacia dónde vamos? Me pregunto asustada. Voy hasta donde venden los tickets de escape, y le digo en mi mejor italiano a la mina: ¿taxi?
¿Taxi? se me caga de risa. ¿Dove ves un taxi acá vos? Bueno, digo yo, un vaporetto o como se llame!
¿Cuál me deja en San Marco? El número uno, a la izquierda por favor. Grazie mille! que vendría a ser como el abrepuertas a la menor cara de culo de los tantos.
Cargada cuál camello en el desierto, me subo al vaporetto onda el sesenta, que para cada dos cuadras. Como es costumbre en nosotras, cuando no conocemos una ciudad, o sea nunca, le vamos preguntando al que corta los boletos : ¿en qué parada me tengo que bajar? ¿En San Marco Vallaresso o en la otra San Marco?¡ En San Marco! me contestaba el tipo ya con cara de pocos amigos. Si, ya sé, respondo, pero ¿en Vallaresso o en San Marco Zaccaria? Respuesta : ¡Signora, te l´avevo detto mille de veces, en San Marrrcooo!! Ma si! Va fanculo, casi le digo, pero me callé la boca.
Me bajé en la que supuse era mi Juramento y O´Higgins. Siguiendo mi instinto de supervivencia, me dije, si en media hora no encuentro el hotel, pasaré la noche dando vueltas por Venecia hasta que termine llorando sentada en alguna góndola. Sin mapa, sin gps, y sin saber para qué lado quedaba mi hotel, empecé a caminar, con cuarenta y cinco kilos a cuestas, más mi gordura. En tres cuadras aprendí que ningún veneciano es de Venecia, porque no tienen idea en qué calle están parados, ni cuál es la de la esquina. Io no lo so, no sonno di qui!! es la más común de las respuestas. ¿Y de dónde carajo sos si hablás en italiano y estás atendiendo un negocio de souvenirs? tenés ganas de preguntarle, pero te contenés porque no querés hacerte enemigos si suponés que vas a pasar la noche yirando en esas callecitas oscuras.
Pero el Papa Francesco existe y hace milagros. A los pocos minutos, sin indicaciones locales, encontré el hotel. Dato para viajeros a los que les falta la neurona del sentido de la orientación: vayan a Venecia que como es un laberinto, te perdés pero no vas a ningún lado. De la isla no salís, eso seguro. Siempre encontrás el camino a casa, como Hansel y Gretel. ¡Hasta terminé dándole indicaciones a otros turistas!¡ Tomá pa vos! Es muy fácil ubicarse. Llegás a Prada, doblás en Louis Vuitton, seguís hasta Gucci, pasás por Missoni, doblás a la izquierda donde está Ferragamo y terminás en
 Piazza San Marco.
Ranking de ciudades preferidas en este viaje: Praga 2- Viena 0. Venecia 1- Milán 0. Budapest 1- Múnich 1. Empate.
Dejamos la bella ciudad de los gondolieris y el turismo, y nos dirijimos a Milán, a perdernos nuevamente con gps y mapa, en la capital de la moda.
Los milaneses están buenísimos, las milanesas no. Mucho huevo y mucha harina. Las odiás porque están siempre bien vestidas con ropa y zapatos italianos. Te sentís un lechón salido de La Salada. Paseo obligado Il Duomo, y Alla Scala de Milán. 
Si en el Caribe creíste que los brasileños eran plaga, no te cuento los rusos y los japoneses. Se reproducen como esporas. Y los rusos no son lo más educados que conocí en la vida.
En la Scala, me pasaron doscientos por encima, para adelantarse en la fila, cosa que por un lado agradecí el que me vieran tan flaquita y no notaran mi presencia, y por otro lado los puteé en castellano más de una vez, como si les estuviese diciendo "spasiva".
La cuestión es que los señores no sólo me enervaron a mí, sino que a uno de los guardianes de la sala, que se cansó de decirles: ho detto que senza flash signores, gritaba cada dos segundos. Y los rusos con su mejor cara de "no te entiendo" seguían haciéndose los dolobus. Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe…Y el hombre se rompió: ¡Porca miseria! decía a viva voz, para quienes quisieran escucharlo. ¡Porca miseria questo turisti!! Y yo le decía: ¡te banco a muerte te banco!
Cuatro días en Milán es mucho, si no tenés guita para comprarte todo. Para unas compradoras compulsivas como yo y mis otros yos, es casi una cámara de tortura de la época de la Inquisición. No te alcanzaría con vender cuatrocientas esculturas para comprarte un cinturón de plástico.
Fuimos a Génova. Único lugar en Europa que conseguí comprar un tollón. Ahora se entiende el chivo eau de toilette en las calles.
Saludamos a Colon y su hijo Cristobalito, y el sábado embusamos (salida en bus) al Lago di Como en búsqueda de nuestro Shorshhh. No fui la única. Nosotras, como Pancho por su casa, pero las chicas en el barquito estaban como locas, buscando la casa de mi novio que no sabe todavía que es mi novio. Se casa con Sherezade, así le va a ir….Todas maquilladas, bien vestidas, anche io. O por lo menos anque io no tan fashionista,  con rimmel y delineador. Si me va a rechazar, que me rechace con los calzones puestos. Llegamos. Te digo que G es bastante modesto a la hora de elegir casa para que vivamos juntos. Le vi nada más que veinticinco ventanas, con lo que auguro que no me entra la ropa en los vestidores. Toqué timbre, y me presenté: vengo a buscar a George que está esperándome desde hace diez años, pero recién hoy pude encontrar un ratito para venir a verlo. Pase, pase, me dice Alfred, el mayordomo. Siga derecho por ése pasillo, baje al subsuelo, pase por la cueva de Batman, cuando vea el Batimóvil, doble a la izquierda, vaya hasta al fondo a la derecha, entre al batitoilette, siéntese, cague y espere a que la fuerza centrífuga del batiinodoro, haga su trabajo. Después, cuando encuentre la salida por las cañerías de desagüe, haga la cola con las demás tarúpidas como usted.
Un divino Alfred, super correcto y educado. Cuando lo vea a George, me tengo que acordar de decirle que lo despida. Cabizbaja y rechazada por el mismísimo mayordomo de mi amado, decidí dejarlo que se arruine la vida, casándose con esa pendeja , que parece Michael Jackson resucitado, y que cuando él cumpla los sesenta, lo va a dejar por uno de cuarenta, llevándose media fortuna. Jodéte Clooney, mucho Ocean 11, 12, 13 pero poca calle. ¡No tenés idea lo que es bueno! ¡Yo, en vez de hacerte gastar, te hubiese ahorrado los € 15 del trayecto Mestre/Santa Lucía! Me quedo con mi chico, que es mucho más lindo, bueno y amoroso que vos!
Más allá de este pequeño episodio, Como y Bellagio son hermosas, y definitivamente es mi lugar en el mundo. Ya vimos un par de lugares donde poner el taller.
Ahora, en marcha a Vallauris, que se terminó la joda. ¡A laburar se ha dicho! Saco chip italiano, y pongo uno en francés/inglés.
Cambio y fuera, porca miseria!!


sábado, 5 de julio de 2014

Schnitzel mit gurken (o algo incomible)

Soysola viajera anda con problemas de sentido de la orientación. Último día en Viena y fui a ver las cosas que me faltaban, cuál maratón de Ñuyork en alpargatas.
Lluvia. Y la lluvia no es buena consejera, eso dicen las viejas. Para ir a ver la catedral que según mi mapa estaba a tres cuadras, recorrí novecientos ochenta y cinco metros, que no son lo mismo que trescientos. Ya sabemos que acá y en toda Europa, las calles pueden tener cien, como quinientos metros cada una. Pero el problema no fue a la ida, sino a la vuelta. Soysola es caprichosa y se dijo, esto es una papa, vuelvo sin mapa, total, es encontrar la paralela y llegar al hotel. No creo necesario decir a esta altura, que caminé durante cuarenta y cinco minutos en círculo, hasta que encontré mi strasse. Odié Viena y sus salchichas. No vi ningún ganso volando sobre la ciudad, según la mitología arbiseriana.
Sissi la emperatriz no era tan querida como nos hizo creer Romy Schneider y lo único memorable que me llevo de Vienissima de Tres Cruces, son los cuadros de Egon Schiele y Gustav Klimt. 
Partimos hacia Múnich todos mis yos y yo, dubitativas ante la elección del destino, por obvias razones siendo hija de un sobreviviente del Holocausto. Pero hete aquí que llegando a Baviera, descubrimos no sin cierto estupor, que la ciudad nos gustaba más que la Sachertorte.
Tomamos un taxi y haciéndome la canchera le digo en yiddish alemanizado por la intención que pongo en el acento: Herzog-Willhem Strasse ajtundtzvontzik (calle fulanito de tal número 28). El hombre se me queda mirando y mueve la cabeza de un lado al otro, como negando y dice: oy, oy, oy…oy, oy, oy (parecido al oy vey de mi tía Raquel). Al toque le digo en inglés: ¿nou? Nain me dice. ¿Cómo nain? respondo. Y ahí me doy cuenta, es la misma raza taxista universalizada.
Llegamos al hotel que quedaba casi casi ahí a la vuelta, muy oronda hago el check in y subo a la habitación. Muy moderno todo, pero sin frigobar ni teléfono. Bajo a quejarme y por respuesta obtengo: todas las habitaciones son iguales, no por nada somos el hotel más barato de Múnich. ¡Barato para vos que vivís en euros! mascullo para adentro, y respondo:¿y si tengo una emergencia en la mitad de la noche cómo llamo? ¿Chasqueando los dedos? A lo que me responden: auschglanstudtelefon mit spretzls. O eso es lo que entendí.
Al día siguiente nos arriesgamos a la aventura de tomar subtes y trenes en Alemania, para volver a Austria porque nos quedamos con ganas de conocer Salzburgo. De ida fue fácil. 
Salzburgo es donde vivían Julie Andrews y Christopher Plummer, o La novicia rebelde y los Von Trapp. Así como te lo muestran en la película, así es. Salvo que para ir a girar como hacía María, en los verdes prados, primero tenés que sacar los bofes subiendo y bajando colinas.
Volvemos contentas de Salzburg, con la convicción de que ya teníamos junada la vuelta. ¡Hier können Sie sehen wollen! O ¡acá te quiero ver! Nos quedamos dormidas, porque nosotras somos como los bebés, sólo te dormimos si nos acunan de alguna manera, y nos pasamos de parada. La cuestión, para resumir, es que casi me pongo a llorar en el medio de la estación de trenes-subtes, porque andá a adivinar en los carteles escritos en alemán en dónde corno estás. Son todos nazis me digo, hacen esto a propósito. Escucho hablar en inglés y me abalanzo sobre ellos con cara de carnero degollado, y lloriqueo, estoy perdidísima! Nosotros también me responden muy cordialmente. Por suerte uno de los señores era un GPS humano y me empuja literalmente adentro del tren que estaba por salir. A lo lejos escucho que me grita: bajate en Marienplatz y ahí buscá la combinación de subtes para llegar a Sendlinger Tor!¡ Suerte y ojalá llegues a destino! Con esa voz de aliento no me quedaba más remedio que rezar que no me estuviesen llevando a un campo de concentración. Llegué sana y salva, puteando bajito, porque no quería interrumpir el partido Alemania-Francia.
Me siento a comer en la única mesa que quedaba libre, para cuatro, en todo Múnich, y como sobraban tres lugares y nadie te pregunta, se me sientan Schwarzenegger, antes de los anabólicos y señora, con el hijo que tenía pinta de complejo de Edipo. Viene la moza, y da por sentado que estábamos los cuatro juntos, aún cuando ellos le hablaban en alemán y yo en inglés. Señoras/es, cuando estén en un país donde no entienden un joraca, copien como monos lo que hacen los nativos. Si ellos piden caca, ustedes también. Bueno, no es lo que nosotras hicimos. Ellos se pidieron una magra sopa y un plato de vaya a saber qué cosa, que tenía una pinta magnífica, y yo un kleine carne de no sé qué con una pelota de miga de pan, inmunda, bañada en una salsa que vaya a saber qué con mermelada y una ensalada al costado. Menos mal que vino la ensalada. Lo demás era incomible. Pido la cuenta, y la moza nazi  me trae un ticket. € 68,30. Imaginate mi cara. ¿Esta mierda y me cobrás 68,30 euros? le pregunto. Cuando leo detalladamente la cuenta, veo que me esta cobrando las novecientas cervezas y los seis platos de comida de la familia Schwarzenegger. Niet! le escupo en la cara, a mi con avivadas no, eh! Yo te pago esta carne del orto y mi agua sin gas! Mientras, los germanoparlantes, se hacían los boludos. Pago finalmente, y ahí me dicen: ¿pagó lo suyo no? Ia, andá a la puten que te parió, les digo con mi mejor sonrisa y acento alemán. Total, mañana ya nos vamos y andá a cantarle a Gardel.
Domani a Venecia a perderme por los canales. Menos mal que sé nadar un poco.


martes, 1 de julio de 2014

Somo todas Sissi emperatriz.

Llegamos a Budapest mis otros yo y yo, y si pensábamos que el checo era difícil, no te cuento el húngaro. Debe ser una mezcla de mongol, sánscrito y ruso de los Urales. No pude ni siquiera aprender a decir hola. La gente, amable. Los taxistas, ursos de dos metros y medio de diámetro por cuatro de alto. Meten un poco de miedo, sólo hasta que los conocés. Después meten miedo igual, pero con más simpatía.
Durante años pagaste clases de inglés, para llegar a esta parte de Europa y empezar a hablar con acento alemán. ¡Perdón Miss Any!
Si en República Checa todo te parecía caro por los números que manejan, en Hungría la inflación debe ser del 347% mensual, porque todo cuesta de 2500 para arriba. Los miles de florines se te escurren como agua sucia del Riachuelo entre los dedos.
Bella Buda y bella Pest. Si hablaran en castellano, nos podríamos quedar a vivir acá. Si los carteles de las calles estuviesen escritos en español, también. Sólo me entendí con un policía que me daba indicaciones en húngaro y yo le respondía en castellano. Tuve un dejà vu de una vez que entré a la oficina de mi viejo y estaba discutiendo en yiddish con un chino.
Vamos a la estación de trenes Keleti, que no sabemos qué quiere decir. Por las dudas a cuanto húngaro se nos acerca a ofrecernos algo, le decimos que no. Pero (siempre hay un pero) a mí me toca uno que me pregunta ¿usted tiene ticket de primera clase? Yes, le digo con acento húngaro. Venga conmigo. Y me lleva a la sala VIP de la estación. Divinor total. El  budapestino se va, y vuelve a la hora de entrenarse (léase tomarse el tren). Se lleva la valija y la sube al vagón. Yo feliz de no tener que convertirme en fisicoculturista para levantar mi equipaje. Saco 500 florines de propina (25 pesos argentinos) y me dice: No, eso es poco para mí. Mínimo 1000. ¡Otra que un trapito!
Tren lechero hasta Viena y van…La odisea fue salir de la estación, una pareja de irlandeses y otra de canadienses, decidieron confiar en mi poco sentido de la orientación. Por supuesto, en vez de en la salida de taxis, aparecimos en el andén contrario como si nos volviésemos a Budapest.
Tras media hora de yirar, y preguntarle a los vieneses que tienen cara de masita pasada de fecha, cómo salir de ahí, milagrosamente lo logramos. Y acá volvemos al problema universal. Los taxistas. Llegué a la conclusión de que el gremio de los taxistas está expandido por el mundo entero y más que bien asesorados por el hijo de Moyano. Todos putean, todos corren y frenan de golpe, todos manejan como el culo, y todos te pasean un poco por las dudas. O sea, como en casa.
Si en Buenos Aires no podía levantarme antes de las 10 a.m, no sé cómo hago para estar despierta acá alas 7 de la mañana. Hay que aprovechar ¿vistess?
Como no está mi psiquiatra por estos pagos, me encaminé a la casa del Dr. Sigmund Freud a ver si me daba una sesioncita, a preguntarle si parte de mi mambo con el cuerpo viene de la Emperatriz Elizabeth, alias Sissi. No, andaba ocupado interpretando los sueños de los ángelitos.
Palacio va, palacio viene, y si vuelvo a escuchar un vals de nuevo en mi vida, juro que me explotan los ovarios. O para ponerlo de una manera fina: tengo los valses llenos de ovarios.
Así que procedamos a los pedidos de viajera frecuente.
Quiero que no me mientan más, el Danubio no es azul, es un verde lechoso inmundo.
Quiero volver a idealizar a Sisi emperatriz, ahora que sé que era anoréxica, flor de turra y egoísta. Sáquenme los genes de los Habsburgo, o dénme el cuerpo de Sisi/Nono.
Quiero que se levanten todos los muertos de la cripta de los Capuchinos, y salgan a asustar a los que vienen a visitarlos.
Quiero que la Zächertorte tenga dulce de leche en vez de esa mermelada inmunda.
Quiero un café vienés descafeinado y un strudel de manzana que no engorde.
Y por último quiero encontrarme a la familia Von Trapp y que me canten Edelweiss.
Dank inhern sher por su atención y Auf Wiedersehen, goodbye.