martes, 31 de marzo de 2020

Desveladas día 12

Día 12 y estamos esperando al verdulero ya munidas de guantes, lavandina y flit por las dudas, en caso de que sea un bicho. Si se parece a George nos arriesgamos a romper la cuarentena.
Anoche tuvimos una duda existencial que nos mantuvo despiertas hasta las 5.30 de la madrugada.. Ahora que la polución está bajando en el mundo y volvieron los delfines a los canales de Venecia ¿se limpiará solo el Riachuelo? ¿Volverán los peces a nadar por entre las bolsas? ¿Saldrá nuestra fauna local , ratas y cucarachas a adueñarse de las calles como los ciervos en Japón o los jabalíes en Cataluña? ¿Terminará por fin la plaga de palomas ahora que no tienen quién les tire pan en las plazas?  ¿Deajarán las torcacitas de hacer nidos en el balcón de nuestra madre, que en un acto poco feliz, les tira los huevos para que no vuelvan? ¿Dejarán de robar los políticos, ahora que se hace evidente todo lo que afanaron? ¿No eran solo diez las plagas de Egipto, el coronavirus qué número sería entonces? ¿Seremos flacas de nuevo alguna vez?
En honor a la verdad, la única que nos desvela es la última pregunta. Las otras sabemos que son utopías.
Y acá estamos,  como todo el mundo haciendo nada, o casi nada con 13 días más de no hacer nada por delante.
La imaginación se nos está atrofiando y esperemos que con los días se recupere como la vida misma.
Salute a tutti

domingo, 29 de marzo de 2020

Distanciamiento social obligatorio día 10

Día 10
El día 9 lo pasamos de largo porque no hicimos nada, tal como el día 7.
Se ve que nosotras te somos activas día por medio.
Hoy, caminamos 1400 pasos dentro de casa, tratando de no rompernos el resto de los dedos que nos quedaron sanos, limpiamos los pisos esta vez sin lavandina, porque nadie entró ni salió de acá, a menos que haya venido el fantasma Gasparín y no lo hayamos visto, y después nos bañamos. Todo eso nos llevó unos treinta minutos, por lo que quedamos sumamente agotadas y decidimos descansar otro par de horas. Total que no hace a la diferencia.
Después se nos dió por creernos Narda Lepes y cocinamos. El pollo nos quedó asqueroso, las manzanas al horno muy dulces y las almendras se nos quemaron todas. Así que ahora estamos cagadas de hambre viendo si nos hacemos por décimo día consecutivo una milanesa, que aparentemente es lo único que nos sale bien.
Acaba de hablar el doc. Alberto y nos avisó que extiende la condena...perdón, cuarentena.
Tenemos quince días más para comer milanesas porque no pensamos poner un pie en la calle.
Se nos dijo que esto se llamaba distanciamiento social obligatorio. Nosotras queremos el distanciamiento de la milanesa.
Nuestra vida está en stand-by. Teníamos planes de mudanza al nuevo departamento, y también a otro país, pero seguimos encadenadas a Juramento. Esperemos que no sea de por vida. Otros treinta años acá y posiblemente nos saquen con las patas por delante.
Por eso empezamos a querer de nuevo.
(Ya saben que me reconvierto en una sola al pedir)
Quiero vivir en una isla desierta para poder salir en taparrabos y no con barbijo.
Quiero recuperar la libertad de no hacer nada sólo porque yo lo decido.
Quiero la cura del mundo, sin perjuicio de la humanidad.
Quiero que cuando esta pandemia termine, empiece la pandemia del amor.
Quiero querer quererte queriendo que quieras quererme.
Quiero el fin de la soledad para todos los solitarios.
Quiero que esta pesadilla del Covid-19 termine con la menor cantidad de bajas posibles.
Quiero volver a ser una trotamundos y una trotamares.
Quiero como siempre, pero esta vez quiero en serio.


viernes, 27 de marzo de 2020

Cuarentena día 8

Día 8
Decidimos que para qué nos teníamos que levantar temprano, así que dormimos hasta las doce.
Tras haber tenido un día de lo más tranquilo ayer en el que sólo nos levantamos y nada más, hoy nos parecía lo más saludable hacer algo.
Preparamos balde con agua y lavandina y al son de Tirá para arriba de Miguel Mateos, le dimos con el lampazo a toda la casa. Eso sí, tirando para abajo, porque a la inversa hubiese corrido riesgo nuestra salud. Después untamos una franela con Blem y le dimos a los muebles que quedaron muy agradecidos de que alguien los toque. Por último, le dimos con trapo y lavandina en gel a los marcos de las ventanas que venían un tanto relegados en el corazón de Miguelina. Nos falta el balcón y todos los adornos de metal plateado y podríamos tranquilamente abandonar la cerámica para poner una empresa de limpieza.
A eso de las dos de la tarde se nos dió por cocinar, e hicimos una salsa de tomate con unos que ya estaban al borde de la basura. Ahora no te tiramos nada, nos convertimos en unas conservacionistas ambientales y te reciclamos todo. ¡Hasta hicimos helado de banana con una que estaba casi en el más allá!  El tema es si después nos animaremos a comer esas cosas que ya estaban medio podridas.
Si ven una ambulancia en la puerta de casa lo más probable es que no sea coronavirus si no alguna de las porquerías que cocinamos.
Nuestro humor va mutando de bueno a mediano hasta llegar a muy, pero muy malo alrededor de las ocho de la noche. Nos quedan vaya a saber cuántos días o meses en este encierro en los que nos dedicaremos a tirar una cantidad inhumana de papeles guardados al pedo, así que nosotras, tranca...
Nos queda el resto de la tarde y noche para seguir haciendo nada, así que ahora nos vamos a hacer un poco de la nada que nos corresponde.
Y como les digo siempre: cuídense, no rompan la cuarentena que así nos cuidamos todos.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Diario de una cuarentena

Día 6
Ya estamos medio, por no decir bastante, podridas de Netflix, Fox, Prime, HBO y todas las plataformas habidas y por haber.  Con decirles que ya no nos interesa buscar ninguna peli en la que aparezca George....
Hablando del señor Clooney...¿dónde está? Hace rato que no sabemos nada de él. Si se quedó en su casa del Lago de Como, flaco, quedate ahí, no te queremos ver de lejos y menos de cerca.
Si estuviese en Londres, tampoco. Aunque, si nos hubieses dado bola cuando te lo suplicamos, hoy estarías sano y salvo haciendo cuarentena con nosotras y sin los melli que te caminen por la cabeza.
Ahora jodete.
Esta mañana nos levantamos con toda la intención de hacer un poco de ejercicio. Volvimos a poner en YouTube el video de zumba y arrancamos bien power. Piernas arriba, vamos, para la derecha, luego a la izquierda, ahora el brazo derecho adelante, luego el izquierdo, ahora los dos! Todo al ritmo de Celia Cruz. Bien! Vamos! Arriba! Un, dos, tres y cuatro, cinco, seis. Ahora para atrás, grita el profe en la tele, y ahí vamos nosotras. Lamentablemente atrás, como pedía el tipo, teníamos el tacho de basura. Tropezamos, caímos sobre la mesita de luz, que automáticamente abrió el cajón (cosas de la arquitectura actual) y terminamos tiradas sobre la cama con un dedo fracturado.
No, si el ejercicio físico no es lo nuestro. Ahora tenemos dos dedos pegados con cinta, encuarentenados. No vamos a ir a una guardia ni aunque venga el mismísimo dios a llevarnos.
Bueno, mal ejemplo el de dios...si viene a llevarnos, estamos fritas. Digamos que si viene la mismísima Prefectura. Ahí está mejor. No es cosa de andar llamando a la desgracia...
De tres a cuatro menos cuarto de la tarde, hicimos terapia vía Skype con nuestro psiquiatra, con el que llegamos a la conclusión de que no estamos tan mal como pensábamos, cosa que no nos conviene a ninguno de los dos. Él porque no cobraría más honorarios, nosotras porque qué escribiríamos acá...
Y acá estamos, menos locas de lo que suponíamos, con un dedo quebrado, en medio de la película de ciencia ficción llamada Coronavirus y la Cuarentena, rezando para que las cosas vuelvan a la normalidad. Es decir, estar tan locas como antes.
YOMEQUEDOENCASA (noencontramoselhashtag)

martes, 24 de marzo de 2020

Día 5, virus attack


Finalmente ayer, decidimos que era hora de salir a hacer unas compras.O nos mata el coronavirus, o la abstinencia por comer algo rico. Pero no salimos solo por eso, compramos lo necesario para no tener que volver a bajar, al menos hasta que se nos termine la medicación. Rivotril para todos debería ser el lema de este gobierno.
Fuimos al supermercado de la otra cuadra, en el que dejan entrar sólo de a tres personas.
Como el protocolo lo indica, llevamos nuestras propias bolsas, no tocamos un changuito ni por putas, y metimos todo ahí. Volvimos raudamente a nuestro hogar como si nos estuviera persiguiendo el lobo de Caperucita y ahí empezó el panic attack.
¿Qué hacemos primero? ¿Nos sacamos la ropa o limpiamos los productos?
Hicimos todo junto. Tiramos la ropa adentro del lavarropas, los productos en la pileta, y agarramos en rociador con agua y lavandina y empezamos a frotar todo. Luego por las dudas, le pasamos alcohol, y todo, todo, lo sacamos de sus envases y lo colocamos en frascos. Después nos lavamos las manos veinte veces, limpiamos el piso y las mesadas, y por último nos dimos una ducha, y casi que nos lavamos los intestinos por dentro.
 Transpiramos como chanchos en Navidad, pero ahora estamos surtidas de milanesas, galletitas, detergente, jabón para la ropa y limpiadores varios para pisos y cocina.
Cabe aclarar, que después de todo ese trabajo, no quisimos comer nada, por si las moscas que hubiera quedado algún virus por ahí. No por nada te somos fóbicas y venimos pagando un terapeuta hace siglos.
Mañana tenemos terapia online, y seguramente por las dudas, desinfectaremos la pantalla.
La cuarentena tiene sus cosas positivas. Ya bajamos un kilo y medio, porque estamos racionando la comida con tal de no tener que volver a pasar por lo de ayer.
Hoy, día cinco de la cuarentena, nos levantamos, que ya es mucho decir.




lunes, 23 de marzo de 2020

Soysola en cuarentena

Día tres.
Nos levantamos con todas las pilas, como si fuese un viernes de la época de juventud, abrimos las ventanas, pusimos la música a todo volumen para que escucharan los vecinos, y nos pusimos a bailar mientras limpiábamos al ritmo de We will rock you, de Queen.
El frenetismo por limpiar y bailar al mismo tiempo, nos duró exactamente los tres minutos que dura el tema.
Los vecinos, no nos acompañaron, ni siquiera para ver el patético espectáculo que estábamos dando. Si hubiésemos cobrado por entrada, bueno, pero locos, se los dábamos gratis!
El resto del día nos la pasamos mirando películas y haciendo video llamadas con los amigos con los que ya no tenemos mucho más para contarnos, porque hablamos tres veces por día.

Día cuatro.
Nos levantamos a las 11.03. Esta vez decidimos que los vecinos se jodan y no les bailamos en la ventana.
Fuimos a la cocina a hacernos un café y a poner el lavarropas por quincuagésima vez en cuatro días, y la puta puerta se rompe, con la ropa adentro. Menos mal que somos compradoras compulsivas de bombachas, porque tres quedaron en el interior,
Dada la cuarentena, tendremos que volver a la época del segregacionismo y lavar la ropa a mano.
Vamos por el mediodía y todavía no hicimos nada de lo que nos prometimos.
Veremos cómo se desarrolla el resto del día...todavía mantenemos la ilusión de hacer algo.
Prendimos la tele y la cara apocalíptica de Guillermo Andino nos alarma más que el coronavirus. Preferimos ver la cara de culo de Feinman, con eso te decimos todo.
Desde que empezó el tema del virus, que nosotras ya estábamos tomando las medidas correspondientes, lavábamos todo, pasábamos lavandina hasta por el tujes, no entró nadie a casa y nadie salió de acá. Entonces ¿por qué pensamos que todo lo que está acá adentro tiene coronavirus?
Calculamos que es por Andino. Decidimos apagar, para no asustarnos más.

Seguimos con nuestros sueños de libertad.
Anoche soñamos que estábamos con nuestra amiga Luciana, comprando pelotudeces en las papelerías de Nueva York, esas que a nosotras nos encantan. Por supuesto lo hacíamos rapidísimo porque estábamos violando la cuarentena. Para que nuestras amigas psicólogas se deleiten, nos llevaba nuestra madre en auto. No sea cosa que Soysola se independice alguna vez.
Nos quedan ocho días por delante, que suponemos serán siete más, esperando no enloquecer en el intento por cuidar nuestra salud y la de los demás.
Mañana podríamos ofrecer una obra de teatro con títeres, hechos con medias, total que de esas tenemos un cajón lleno, a ver si entretenemos a los vecinos de enfrente, que quizás llaman a la policía y nosotras por lo menos tenemos con quién hablar.

Otra vez les digo. Quédense en casa. Cumplan las reglas de la cuarentena. Traten de no ser el banana argentino, porque esta vez se van a convertir en el pelotudo nacional.
Cuídense que de esa manera nos cuidamos todos.

sábado, 21 de marzo de 2020

Cuarentena día II

La cuarentena anda haciendo estragos en nuestro sistema nervioso.
Anoche soñamos que salíamos a la calle a sabiendas de que estábamos rompiendo las reglas, por lo tanto nuestra paranoia y culpa hicieron que nuestro horario de descanso fuera una tortura. Lo que recordamos del sueño es lo siguiente: salíamos a la calle, estaba lleno de gente y pensábamos ¿no saben que hay cuarentena? ¿Y nosotras qué estamos haciendo acá? Nos cubríamos la boca y nariz con la remera, como si eso fuera a surtir efecto y más culpa nos daba por ser tan boludas. Llegábamos a la casa de nuestra madre, que era un departamento palaciego con dos ascensores, pero uno no andaba y no queríamos subir con nadie más, porque nosotras ya somos bastantes. Nos metíamos en el toilette, vaya a saber porqué, y llamábamos al Papa, que se parecía a Jonhatan Pryce obviamente, que era amigo de la familia, para preguntarle si podíamos salir con un señor que no conocíamos. Nos daba su bendición, como si alguna vez la hubiésemos necesitado...
Finalmente hacíamos una cita y quedábamos en encontrarnos en una especie de shopping al aire libre. Para acceder a ese lugar, debíamos cruzar la avenida Costanera Norte que tenía cero iluminación (attenti Larreta). Llegábamos al lugar, y nos esperaba el señor, que no era otro que el Hombre Elefante de David Lynch, que además tenía un retraso mental y babeaba. Venía en compañía de una acompañante terapéutica y otro paciente en peor estado. El sujeto pedía sushi porque estaba barato, así que nosotras ante la duda de que estuviera podrido no comimos, porque todos sabemos que el sushi cuesta un huevo y si es barato es porque está malo. La experiencia nos estaba resultando muy desagradable, pero vaya a saber porqué, nos convencíamos del que el tipo no estaba tan mal del todo y terminábamos poniéndonos de novia. 
Por suerte en ese instante nos despertamos. Aterradas por supuesto. Aterradas, porque nuestro historial amoroso no dista mucho del sueño.
Ahora nos molesta un poco la garganta. No sabemos si de verdad o es la hipocondría que nos genera recibir tanta información del coronavirus. Esperemos que sea la segunda.
Desde que se decretó la cuarentena, para no atrofiar los músculos más de lo que ya están, decidimos hacer un poco de ejercicio.
Pusimos un video de zumba para principiantes. 
El día uno hicimos 2 minutos.
El día dos 4:15
El día tres, hoy, decidimos que zumba no es para nosotras y dimos 735 vueltas al departamento, logrando 1278 pasos.
Algo es algo.
Nos queda hasta el 31 de marzo para intentar llegar a los 10.000.
Veremos qué nos deparan estas semanas siguientes.
Por lo pronto acá estamos, desinfectadas con alcohol y lavandina, esperando no intoxicarnos con los gases que emanan.
Y les repito. Cumplan la cuarentena, no sean pelotudos y no salgan, que exponiéndote, nos exponés a todos.
Forza al mundo entero!

jueves, 19 de marzo de 2020

Soysola en tiempos de coronavirus

Reaparecimos gracias a Ale C que insiste en que es hora de que Soysola salga de su ostracismo, a pesar del coronavirus.
Y acá estamos. Años y años de terapia para sacarnos nuestro trastorno obsesivo compulsivo, para que venga un virus del orto, que se cree reina, y nos obligue a estar en TOC permanente.
Veinte años de terapia tirados a la mierda. Queremos el reintegro monetario de todas las sesiones, o un resarcimiento terapéutico, a saber, otros veinte de terapia gratuita.
Aunque, seamos honestas, esta cuarentena obligatoria (estamos esperando la orden del Doc. Alberto F.) nos viene bien para varias cosas.
Una, empezar a limpiar cajones en los que acumulamos cincuenta mil pelotudeces que no tenemos dónde guardar, o sí, pero nosotras te las tiramos ahí.
Dos, hacer algo de ejercicio para combatir el aburrimiento, algo que no hacíamos desde antes del N1H1. Es que nosotras solo te hacemos ejercicio cuando hay riesgo de vida. De lo contrario ¿para qué?
Tres, leer el libro que hace tres meses queremos terminar y solamente tiene 120 páginas. No es que no sepamos cómo leer, es que estamos intentando pasar el nivel 789900 del Candy Crush y se nos va el tiempo.
Cuatro, limpiar obsesivamente cada rincón de nuestro hogar, ahora que Miguelina no viene, y a la que putearemos apenas se levante la cuarentena, porque descubrimos que nuestra casa es una mugre.
Cinco, dormir sin culpas hasta las 11 de la mañana.
Seis, de una vez por todas, tirar todas las fotos en las que aparece nuestro primer marido.¿Para qué queremos tener el recuerdo de nuestra despedida de soltera, si hace más de 30 años que el matrimonio caducó? Y nuestra buena relación con él también.
También podríamos, ya que estamos, ir tirando las fotos en las que aparece marido dos, y pareja tres, a los que no deseamos ver ni en figuritas.
Siete, cocinar. Esto no se lo agardecemos al Covid-19, porque nosotras somos delivery girls. Con esto de la pandemia, le tomamos un poco de aprehensión a la bolsita de Rappi, al chico Rappi, y a la comida que trae Rappi (o Glovo o Pedidos Ya, para que no se sientan discriminados)
Estas serían las cosas positivas. Vamos por las negativas.
Uno, si antes no conseguíamos novio, imaginate ahora. Entre el metro y medio o dos de distancia entre una persona y otra ¿quién se nos acercaría? No te tocaríamos ni una mano a menos que sea con una orden judicial, menos que menos intercambiaríamos fluidos con el sexo opuesto.
Si la cosa se llegara a poner tan fea como en Italia en donde han llegado a seleccionar a los pacientes menores de 50 para salvar, cagamos del todo. Si ya nos quejábamos de no encontrar hombres de nuestro rango etario, qué podemos esperar después del coronavirus...
Dos, que somos población de riesgo, por dejadas, porque no nos pusimos las pilas hace años. Y si nos pasara algo, Dior no lo permita, no podríamos volver.

Ahora unas líneas en serio. Cuidémonos, que si no nos cuidamos entre todos, estamos al horno.
Respeten la cuarentena, lávense las manos como si tuvieran TOC, que esta vez es bueno. No abracen ni besen hasta que la peste esté erradicada. No te toques la cara, ojos, boca, nariz mientras estés en la calle o en contacto con otros seres, hacelo solo después de haberte lavado bien las manos. Seamos solidarios y cumplamos con lo que se nos pide. No desabastezcas las farmacias ni supermercados, porque no es necesario.
Si no somos solidarios, esta vez, no se muere el otro, nos morimos todos.