Si, sí señores, yo soy de Bélgica, si, sí señores, de corazón, porque este año desde Bruselas, desde Bruselas, salí hecha un lechón!
Bye, bye London, bienvenue Bruxelles. Llegué a Bruselas en tren, tras pasar por el Eurotúnel, mientras pensaba, si acá hay una filtración de agua, cagamos. Ya me veía como en la película Poseidón, pero yo estaba entre las ahogadas. O sea, es la misma sensación que en el avión, pero en un tren submarino, cosa rara si las hay.
Mi valija pesa 345 kgs, con la resultante convicción de tomarme un taxi en la estación. Tachero como los que a mi me gustan. Carbón, charlatán, sabelotodo, y cada tanto refunfuñaba en voz baja. Digamos, como en casa.
Dejé mis bártulos en el hotel (divine), cacé mapa y salí a buscar la otra estación de tren para sacar el pasaje a Brujas para mañana. Aller et retour. A esta altura del viaje y de mi vida, no sé para qué pido un mapa, si voy a morir sin entenderlos. Decí qué como acá, por esas cosas del destino está lleno de españoles, les voy preguntando a ellos para donde tengo que doblar. O, directamente, los sigo. Total todos vamos a los mismos lugares.
Como por arte de magia, llegue a la Gare Central, guiándome por las indicaciones españolas. ¿Cómo no encontrarla, si en la puerta está el Pitufo más grande y feo que vi en mi vida? Listo el pollo, una vez que ubicaste al Pitufo, imposible perderte en Bruselas. O sea, Pitufo = Ciudad vieja. Ecuación resuelta.
Adquirido el pasaje a Brujas, me dediqué a pasear... No entiendo una cosa...¿ por qué en Europa las cuadras son redondas? ¿O nosotros somos los animales que hacemos manzanas cuadradas? ¿O es que justamente se las llama manzanas por la forma y nosotros vivimos equivocados?
No me perdí no solamente por el Pitufo, sino justamente, porque sólo di vueltas en círculos. No importaba de donde saliera, terminaba llegando al mismo punto de partida. De una punta a la otra (que no es muy grande) de la Grand Place al Manekenn Pipi, y de ahí de nuevo a la Grand Place. O Bruselas es un pañuelo, o yo necesito urgente una brújula.
Señoras y señores, encontré mi lugar en el mundo. Nada de Punta del Este, Colonia o las grandes tiendas Harrods...Bélgica es mi paraíso perdido. O encontrado, que se yo. Bruselas es para mí, lo que el Maracaná al fútbol. A dónde quiera que vayas hay una chocolatería. Chocolate por aquí, trufas por allá, frutas secas bañadas en chocolate belga por dónde mires, y papas fritas!! Todo en una sola ciudad! Más aún, todo en cada cuadra! O manzana redonda! Soy feliz! Debo haber hecho algo bueno en la vida, para que Dios me premie de esta manera!
Ya compré ambas cosas obviamente. Como más ropa no puedo, porque no me entra en la valija, y decidí que dejo las nimiedades (zapatos, carteras, etc) para Roma, acá me dedico a nutrirme gastronómicamente, como si me hiciera falta. Entré en una antiquísima boutique de chocolates y compré 100 grs de trufas (no soy tacaña, salen €4 los 5 bombones) e hice 20 minutos de cola, para comprar un cono de papas fritas. No! no estoy loca. Soy gorda de alma y cuerpo!
Ahora me pregunto si no hubiera sido mejor quedarme 3 días en Londres y 9 en Bruselas...no sé... me estaré volviendo religiosa porque me sale pensar: dios sabe porque hace las cosas. Así como en Londres mientras recorría las grandes tiendas, mi voz interior gritaba: me descompongo, necesito comprar y no puedo porque es caro, acá me pasa algo similar. Cada vez que paso por una chocolatería, escucho una voz que grita en mi cabeza: inyéctenme chocolate o mátenme ahora!
Finalmente los demonios en mi cuerpo fueron exorcizados con la primera trufa.
Por lo demás, vamos mejorando. En Francia los hombres están buenos, pero son antipáticos, en Londres, están buenísimos y un poco más amables, en Bruselas, hay algunos especímenes que parecen sacados de una revista, y son simpáticos, o sea, que espero que cuando llegue a Italia la cosa se ponga mucho mejor y quién te dice,a lo mejor alguno hasta me hable.
La esperanza es lo último que se pierde.
Bon soirée et a tout à l'heure!
Bye, bye London, bienvenue Bruxelles. Llegué a Bruselas en tren, tras pasar por el Eurotúnel, mientras pensaba, si acá hay una filtración de agua, cagamos. Ya me veía como en la película Poseidón, pero yo estaba entre las ahogadas. O sea, es la misma sensación que en el avión, pero en un tren submarino, cosa rara si las hay.
Mi valija pesa 345 kgs, con la resultante convicción de tomarme un taxi en la estación. Tachero como los que a mi me gustan. Carbón, charlatán, sabelotodo, y cada tanto refunfuñaba en voz baja. Digamos, como en casa.
Dejé mis bártulos en el hotel (divine), cacé mapa y salí a buscar la otra estación de tren para sacar el pasaje a Brujas para mañana. Aller et retour. A esta altura del viaje y de mi vida, no sé para qué pido un mapa, si voy a morir sin entenderlos. Decí qué como acá, por esas cosas del destino está lleno de españoles, les voy preguntando a ellos para donde tengo que doblar. O, directamente, los sigo. Total todos vamos a los mismos lugares.
Como por arte de magia, llegue a la Gare Central, guiándome por las indicaciones españolas. ¿Cómo no encontrarla, si en la puerta está el Pitufo más grande y feo que vi en mi vida? Listo el pollo, una vez que ubicaste al Pitufo, imposible perderte en Bruselas. O sea, Pitufo = Ciudad vieja. Ecuación resuelta.
Adquirido el pasaje a Brujas, me dediqué a pasear... No entiendo una cosa...¿ por qué en Europa las cuadras son redondas? ¿O nosotros somos los animales que hacemos manzanas cuadradas? ¿O es que justamente se las llama manzanas por la forma y nosotros vivimos equivocados?
No me perdí no solamente por el Pitufo, sino justamente, porque sólo di vueltas en círculos. No importaba de donde saliera, terminaba llegando al mismo punto de partida. De una punta a la otra (que no es muy grande) de la Grand Place al Manekenn Pipi, y de ahí de nuevo a la Grand Place. O Bruselas es un pañuelo, o yo necesito urgente una brújula.
Señoras y señores, encontré mi lugar en el mundo. Nada de Punta del Este, Colonia o las grandes tiendas Harrods...Bélgica es mi paraíso perdido. O encontrado, que se yo. Bruselas es para mí, lo que el Maracaná al fútbol. A dónde quiera que vayas hay una chocolatería. Chocolate por aquí, trufas por allá, frutas secas bañadas en chocolate belga por dónde mires, y papas fritas!! Todo en una sola ciudad! Más aún, todo en cada cuadra! O manzana redonda! Soy feliz! Debo haber hecho algo bueno en la vida, para que Dios me premie de esta manera!
Ya compré ambas cosas obviamente. Como más ropa no puedo, porque no me entra en la valija, y decidí que dejo las nimiedades (zapatos, carteras, etc) para Roma, acá me dedico a nutrirme gastronómicamente, como si me hiciera falta. Entré en una antiquísima boutique de chocolates y compré 100 grs de trufas (no soy tacaña, salen €4 los 5 bombones) e hice 20 minutos de cola, para comprar un cono de papas fritas. No! no estoy loca. Soy gorda de alma y cuerpo!
Ahora me pregunto si no hubiera sido mejor quedarme 3 días en Londres y 9 en Bruselas...no sé... me estaré volviendo religiosa porque me sale pensar: dios sabe porque hace las cosas. Así como en Londres mientras recorría las grandes tiendas, mi voz interior gritaba: me descompongo, necesito comprar y no puedo porque es caro, acá me pasa algo similar. Cada vez que paso por una chocolatería, escucho una voz que grita en mi cabeza: inyéctenme chocolate o mátenme ahora!
Finalmente los demonios en mi cuerpo fueron exorcizados con la primera trufa.
Por lo demás, vamos mejorando. En Francia los hombres están buenos, pero son antipáticos, en Londres, están buenísimos y un poco más amables, en Bruselas, hay algunos especímenes que parecen sacados de una revista, y son simpáticos, o sea, que espero que cuando llegue a Italia la cosa se ponga mucho mejor y quién te dice,a lo mejor alguno hasta me hable.
La esperanza es lo último que se pierde.
Bon soirée et a tout à l'heure!