St. Maarten. Día cinco.
Seis en punto arriba, parece que en vez de vacaciones, viniste a la colimba.
A las 8:15 tenés que encontrarte con los del pelotón rosa para ir a la playa.
Tu guía del día es Vilma, una negra enorme, que te grita: ¡fórmense de a dos y se quedan acá quietos! Te quedás parada ahí, durita. No te atrevés a desafiarla porque una mano de Vilma te vuela los dientes de un tortazo.
Prejuiciosa. Eso es lo que me digo, una vez que Vilma empieza a hablar. Una ídola total. Simpática, divertida, ingeniosa y sabía de historia local, no como Ramón.
Mientras nos conducen a la parte francesa de la isla, para ir a la playa, pienso, encontré mi lugar en el mundo. Hasta que la guía, te cuenta, que uno de los últimos huracanes, devastó el 95% de la isla. Chau St. Maarten, en otra vida será, todo lo bueno termina rápido.
En el camino a la playa, me fui haciendo amigos yanquis y canadienses que comparten conmigo, con otros 2500 turistas y 2468 tripulantes, su malestar por el comportamiento de los hermanos brasileros. N.de la R.: aquí se aplica la frase, uno no elige a los hermanos ni a los vecinos. Lo que te toca te toca y si no te gusta, jodete.
Llegamos al parador Kakao. ¡Dios! Podría quedarme toda la vida mirando el mar. Va del transparente al azul marino, pasando por toda la gama de turquesas habidos y por haber. Esto es lo único que quiero en la vida. Sentarme en la playa a mirar el mar. ¡No quiero más cerámica, ni más exposiciones, ni parientes, ni amigos, amantes o cualquier cosa que se le parezca a un ser humano! ¡Quiero esta playa! Es más, ¡ya ni quiero a George Clooney! Con eso te digo todo. No me importan los huracanes, las iguanas inmundas, que no haya nada de nada, más que vendedores ambulantes que se te pegan como moscas, ni la cara de orto del mozo francés, cuando le pregunté si el pescado era fresco. ¡Mi reino por esta playa! (Eso sí, sacando a todos los turistas)
Quiero ser el pirata Morgan, o el Capitán Drake, o el ortudo que en una noche de suerte, le compró la isla a un choborra por 6000 dólares. ¡Siempre llego tarde! ¡Haber nacido en el 1400!
Ahora estoy en el barco de nuevo. Por supuesto el capitán noruego tiene un problema con su reloj. Atrasa unas horitas nomás. Ya deberíamos haber salido.
Esta noche firma autógrafos Romero Britto. El artista plástico pop de moda.
Obviamente para ser autografiada, tenés que comprar algo. Porque si en este barco hay algo que hacés, es comprar. Estás todo el día al pedo yirando, y consumís. De eso se nutren los royalcaribeños. Compro taza de cerámica ( no vaya a ser que me olvide de mis orígenes) y libro. Media hora de cola rodeada de brasileros. Socorro.Me llega el turno y lo primero que le digo a Romero es, sin repetir, sin soplar y sin respirar : mi nombre es Elizabeth, yo también soy artista plástica, si no te molesta te dejo mi tarjeta por si tenés tiempo y te interesa ver lo que hago. Lo agarré desprevenido y le enchufé el libro para que firme, junto con mi tarjeta. Por supuesto dijo muy cordialmente que sí, pero yo supongo que esta noche mi 7x5 será usada no sé si como papel higiénico, pero probablemente como escarbadientes.
Cena sola, porque los recién casados me parece fueron abducidos por extraterrestres. No sé muy bien qué estoy comiendo, tiene pinta de carne con polenta, pero el gusto es a tierra.
Nota mental para futuros cruceros: meter en la valija varios choripanes envasados al vacío.
Fin del día cinco.
Seis en punto arriba, parece que en vez de vacaciones, viniste a la colimba.
A las 8:15 tenés que encontrarte con los del pelotón rosa para ir a la playa.
Tu guía del día es Vilma, una negra enorme, que te grita: ¡fórmense de a dos y se quedan acá quietos! Te quedás parada ahí, durita. No te atrevés a desafiarla porque una mano de Vilma te vuela los dientes de un tortazo.
Prejuiciosa. Eso es lo que me digo, una vez que Vilma empieza a hablar. Una ídola total. Simpática, divertida, ingeniosa y sabía de historia local, no como Ramón.
Mientras nos conducen a la parte francesa de la isla, para ir a la playa, pienso, encontré mi lugar en el mundo. Hasta que la guía, te cuenta, que uno de los últimos huracanes, devastó el 95% de la isla. Chau St. Maarten, en otra vida será, todo lo bueno termina rápido.
En el camino a la playa, me fui haciendo amigos yanquis y canadienses que comparten conmigo, con otros 2500 turistas y 2468 tripulantes, su malestar por el comportamiento de los hermanos brasileros. N.de la R.: aquí se aplica la frase, uno no elige a los hermanos ni a los vecinos. Lo que te toca te toca y si no te gusta, jodete.
Llegamos al parador Kakao. ¡Dios! Podría quedarme toda la vida mirando el mar. Va del transparente al azul marino, pasando por toda la gama de turquesas habidos y por haber. Esto es lo único que quiero en la vida. Sentarme en la playa a mirar el mar. ¡No quiero más cerámica, ni más exposiciones, ni parientes, ni amigos, amantes o cualquier cosa que se le parezca a un ser humano! ¡Quiero esta playa! Es más, ¡ya ni quiero a George Clooney! Con eso te digo todo. No me importan los huracanes, las iguanas inmundas, que no haya nada de nada, más que vendedores ambulantes que se te pegan como moscas, ni la cara de orto del mozo francés, cuando le pregunté si el pescado era fresco. ¡Mi reino por esta playa! (Eso sí, sacando a todos los turistas)
Quiero ser el pirata Morgan, o el Capitán Drake, o el ortudo que en una noche de suerte, le compró la isla a un choborra por 6000 dólares. ¡Siempre llego tarde! ¡Haber nacido en el 1400!
Ahora estoy en el barco de nuevo. Por supuesto el capitán noruego tiene un problema con su reloj. Atrasa unas horitas nomás. Ya deberíamos haber salido.
Esta noche firma autógrafos Romero Britto. El artista plástico pop de moda.
Obviamente para ser autografiada, tenés que comprar algo. Porque si en este barco hay algo que hacés, es comprar. Estás todo el día al pedo yirando, y consumís. De eso se nutren los royalcaribeños. Compro taza de cerámica ( no vaya a ser que me olvide de mis orígenes) y libro. Media hora de cola rodeada de brasileros. Socorro.Me llega el turno y lo primero que le digo a Romero es, sin repetir, sin soplar y sin respirar : mi nombre es Elizabeth, yo también soy artista plástica, si no te molesta te dejo mi tarjeta por si tenés tiempo y te interesa ver lo que hago. Lo agarré desprevenido y le enchufé el libro para que firme, junto con mi tarjeta. Por supuesto dijo muy cordialmente que sí, pero yo supongo que esta noche mi 7x5 será usada no sé si como papel higiénico, pero probablemente como escarbadientes.
Cena sola, porque los recién casados me parece fueron abducidos por extraterrestres. No sé muy bien qué estoy comiendo, tiene pinta de carne con polenta, pero el gusto es a tierra.
Nota mental para futuros cruceros: meter en la valija varios choripanes envasados al vacío.
Fin del día cinco.
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