miércoles, 24 de mayo de 2023

CRÓNICA DE UNA INUNDACIÓN

 

Esta vez relato en primera persona. No puedo bromear hoy.

Tras el maltrato de los empleados del aeropuerto de Santorini, llegué a Italia con la noticia de que me habían robado mi nueva cámara Leica. 

Dormí en Roma para salir temprano a la mañana rumbo a Faenza.

Frecciarosa hasta Bologna y hasta ahí todo bien.

Apenas bajé del tren, veo que el mismo está demorado 150 minutos. Ni 60, ni 120. 150.

Cosa rara pensé. Me acerqué a información a preguntar y tras unas consultas la mujer dice: signora, tómese un taxi porque el tren no va a salir hoy, y es probable que mañana tampoco. 

Primera alerta que no tomé en cuenta.

Tras 35 minutos en taxi, con una cortina de agua delante nuestro, llegamos a Faenza.

Segunda alerta que no escuché.

Saludé a los conocidos y me instalé en el departamento. Seguía lloviendo.

No pude encontrar nada abierto como para comprar aunque sea un agua.

Tercera alerta.

Me acosté y escuché pasar un auto con altavoces diciendo algo en italiano, obviamente, que no comprendí.

Cuarta y última alerta.

Amanecí con la noticia de que toda la zona de la Emilia Romagna estaba bajo el agua.

Ahí me enteré que lo que decía la policía por altavoces era “suban a las terrazas”.

El agua llegó a dos cuadras de mi vivienda. Mi compañero de taller, que ya estaba por dormirse, se salvó de morir ahogado, porque un vecino le golpeó la puerta y lo hizo salir.

No encuentro la manera de relatar esto con humor, porque no lo tiene.

Nunca viví en carne propia algo tan triste.

La ciudad cubierta de agua. Quién no perdió todo, seguramente tiene alguien de su familia que sí.

Vidas perdidas. Recuerdos borrados para siempre. Una vida entera de trabajo esfumada en cinco minutos. Eso es lo que tarda el agua en entrar y subir hasta casi dos metros de altura.

Pura tristeza y desolación.

Pero hay algo que tienen los italianos y es el espíritu. 

Llegan la policía, bomberos, ambulancias, cruz roja, botes, helicópteros y los voluntarios de no sé dónde, de a miles. Todo el mundo con palas, escobas, escobillones y baldes limpiando, ayudando, solidarizándose con sus vecinos, parientes, amigos o desconocidos.

Todos embarrados hasta el caracú, pero con una sonrisa.

Vamos Romagna querida cantan. Se abrazan, se besan, celebran la solidaridad. 

El barro hoy es la vestimenta que los hermana.

Yo, me siento culpable de estar con la ropa limpia.


2 comentarios:

  1. Querida Elizabeth se me llenaron los ojos de lagrimas y el pecho de una profunda angustia, que por supuesto, provoca esta historia, que viven en unos cuantos pueblos de Italia. También me apena que tu viaje programado con tanta espectativa, haya devenido en esta experiencia tan triste. Espero que tu viaje continúe, pero mejorando, te abraza Beatriz

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  2. Gracias Beatriz. Una experiencia diferente.
    Beso

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