miércoles, 26 de marzo de 2014

Para ustedes cinco

Me han cambiado el mundo y no me gusta. Los mayas debían tener razón. Todo lo que conocía hasta hace cinco meses como mundo, ahora lo desconozco. Vinieron una atrás de la otra. Dicen que es como el efecto dominó. Cae uno, y por delante caen los demás. No me gusta.
Quiero el universo conocido y no éste que me están presentando. Quiero volver a los veinte, donde mi única preocupación era si mi vestido de novia tendría encaje o sólo organza. Sí, una preocupación estúpida.
Quiero la estupidez entonces.
Quiero no entender nada de nada, porque cuando entiendo, quisiera escuchar una mentira y no esta realidad que agobia. 
Somos el doble de los tres mosqueteros. Somos los seisqueteros. Y los quiero profundamente. Somos hermanos de la vida. Una vida que nos fue juntando y arremolinando como un viento huracanado.
Somos seis sobrevivientes de diferentes planetas, reunidos en este mundo de mierda que no es el nuestro. Somos el aceto balsámico y el aceite, que se unen a fuerza de batir y batir, a pesar de ciertos grumos que quedan que a veces nos alejan por un tiempo más largo de lo necesario. Somos la sal, el aceite, el aceto, la pimienta, la mostaza y las hierbas frescas. Somos el condimento perfecto de una ensalada exquisita.
Somos el yin y el yan. El equilibrio justo. La diversión garantizada. La compañía perfecta. La conversación profunda. Somos el hombro, el brazo y el abrazo del otro.
Somos nosotros que siempre estamos. Somos los que somos para bien y para mal. Somos y seremos.
Ustedes lo saben, y yo también.
Aquí estoy. Las palabras sobran. Los adoro.

jueves, 20 de marzo de 2014

Volare oh oh

Elizabeth go home decía el cartel en el aeropuerto de Miami.
Uno cree que los americanos son más organizados que nosotros, pero no. El check in tiene tres pasos, como tres pelos tiene la barba de Gaby, Fofó y Miliki.
Primero :vas a la computadora y pasas tu pasaporte mil cuatrocientos treinta y cinco veces para que el lector de código de barra te lo lea. Segundo: como en la vez mil cuatrocientos treinta y seis te está por agarrar un soponcio, llamás a la empleada de American Airlines para que te asista. No puede porque hay otros doscientos setenta y ocho pasajeros en la misma situación que vos. O sea, todos a punto de romper el aparato de mierda ése. Y tercero: una vez que lograste ser leída por el escáner, hacés malabarismos con tu pasaporte, con tu pasaje para ver cuál era el número de vuelo, y decidís si querés cambiarte de asiento, la máquina diabólica te escupe los tickets que tenés que pegar en tus valijas, que salen volando cuál cañitas voladoras y vos atrás de ellos.
Después vas a despachar las valijas. Nota para recordar en futuros viajes: llevar pastillita anti-compra compulsiva, para no tener que pagar exceso de equipaje. 
Debería haberme hecho una selfie acarreando las dos valijas y los dos bolsos de mano, con el pasaporte en la boca, como si fuése el cuchillo de Rambo.
Vas a preembarque. Puerta 30. ¿Está lejos la puerta 30? Preguntás como una boluda. No, turn to your left and there it is.
¡There it is tu abuela! ¡¡Esto es territorio yanqui y todo queda lejos!! Miami es grande en toda su dimensión. La puerta 30 queda al fondo a la derecha detrás del baño de hombres.
Llegás ahí sacando los bofes, porque tu bolso no tiene rueditas y tu cartera, más que cartera es un baúl pirata, porque vos sos compradora compulsiva y no pudiste resistir a último momento de comprarte 44 corpiños a 5 dólares cada uno.
Y ahí te preguntás ¿llegará el día en que pueda viajar sin dislocarme el hombro? ¡¡Ayuda!!¡Traumatólogo a la izquierda por favor!
Subimos al avión. Otra vez yo y mi otro yo. No puedo viajar sin ella, me faltaría una parte.
27 H, último contra el baño del pasillo. Hasta el momento la cosa viene bien porque tu compañero de asiento no aparece. Pensás, ¡qué grande voy a poder dormir estirada! Nop. Llega el tipo que mide alrededor de 1,99 y medio. Vos tenés el pasillo, él la ventanilla. Antes que te des cuenta, el pibe se tira a dormir en diagonal. Tus piernas no son largas, pero no andás muy erotizada como para bancarte el contacto con un señor que sin ser tu marido, ocupa tu espacio aéreo.
Calzás antifaz, tapones para los oídos, placa antibruxismo y te tapás hasta el cuello. Previo rezo del viajero y encomendarte a tu padre que te cuide desde el cielo.
Despegamos, y a pesar del pastillaje, a las dos horas, te despertás porque el avión se mueve como batidora eléctrica. Y sucede lo tan temido. Ataque de pánico. Me duele el pecho, me pincha el brazo, tengo palpitaciones y la inevitable pregunta de: ¿qué necesidad tengo yo de estar ahora en un avión? Me quiero bajar. ¡Paren los motores y abran la puerta que me quiero bajar!¡ Bueno, no paren los motores porque nos caemos, y no abran la puerta porque nos volamos! Todo esto con los ojos tapados aún, porque no vaya a ser que si me saco el antifaz, me muera. Así, casi sin ver, sólo espiando, me agacho y saco bolsita con medicación. ¡Andá a encontrar el Rivotril sublingual, a diez mil pies de altura, a las dos de la mañana, con el avión a oscuras! No sé si me tomé el Rivo o la Aspirina Prevent que son iguales.
Va enésimo cuarto sublingual y al rato empezás a sentirte como Bob Marley. ¡Má sí! ¡Que se mueva! ¡Bamboleémonos al compás de los pozos de aire! Paz y amor. Y tu pensamiento recurrente es: y bueno, ya estoy acá, si esto se cae que se caiga ¿qué es lo peor que me puede pasar? ¿Morirme? Y bueno! De algo hay que morirse! Y te dormís.
Te dormís es una manera de decir, porque a vos las drogas son como pomada para hemorroides en el ombligo. Ya nada te hace efecto. Escuchás a cada pasajero que va al baño, al que tenés pegado al oído a pesar de los tapones.
Pasan las azafatas con el desayuno. Te tiran un café con leche con una medialuna. Nota mental: American Airlines, o bajá la tarifa o dame un desayuno como la gente.
Llegamos a destino. El capitán habla español como yo bengalí. No sabe aterrizar muy bien, me mueve mucho las alas. Tiene el sindrome del pájaro.
Tocaste tierra, y como no sos goy, no vas a hacer la gran Papa y besar el suelo. Pero respirás aliviada que llegaste viva y no abducida por extraterrestres como el vuelo de Malasyan Airlines.
Cuando intentás pararte del asiento, te das cuenta que los 250 mg de ansiolíticos empiezan a hacer su efecto, y te preguntás ¿me dejarán quedarme a dormir un ratito más acá adentro?
Como una zombie enfilás para la aduana, y no te da ni para mentir porque se te traba la lengua gracias a toda la pasta que llevás encima. Raro que no me traigan los perros para detectar droga, pero que me dejen pasar los 789 kg extra de equipaje sin preguntarme nada.
Con ataque de pánico, pasta y semi dormida, apenas bajás del avión, empezás a planificar tu próxima aventura en solitario.
Europa, allá vamos!

domingo, 16 de marzo de 2014

Bondi woman vuelve a casa.

Bondi woman.
Los viajes tienen ése no sé qué, qué te hace hacer las cosas más impensadas. Festejé shabat por primera vez desde que salí de la escuela primaria, y no en cualquier lado. En una especie de templo casero, rodeada de ultrarecontrareligiosos ortodoxos.
El rabino muy piola, me preguntó qué opinaba de los cambios climáticos. No entendí porqué, hasta que me puse a hablar de que el mundo era cíclico, y estas cosas pasaron desde antes que se separaran los continentes. Me atajé a tiempo antes de decir, ¿o cómo creés que se extinguieron los dinosaurios? Un señor que estaba ahí, muy delicadamente se me acercó y me dijo al oído: ojo, que acá no son evolucionistas.
No, ya me dí cuenta, cuando me separaron a los hombres de las mujeres. Pero después todo bien. Sólo intentaron convencerme de que vuelva, con lo que lograron que definitivamente decida, que Miami no es mi lugar en el mundo.
Tras menuda experiencia mística, decidí que era hora de animarme a South Beach a codearme un poco con los goy y los gay. Esos son más mi mundo. Experta en colectivos extranjeros, enfilé para la parada. Dos dólares veinticinco y en Buenos Aires puteás porque Macri te lo llevó a cinco pesos.
Solita con mi alma en el bondi S, llegué hasta el paraíso perdido. Lincoln y Washington. Caminé, di vueltas, shopeé, porque si no no sería yo, hasta que me encontré con un grupete de caballeros, divine ellos, que me pidieron que les saque una foto. Obviamente accedí. Soy goy y gay friendly. Al terminar uno me dice en inglés: querés que te saque una foto? Si, le digo, pero con ustedes, porque yo ya estoy aburrida de mi. Así que me saqué fotos con mis nuevos amigos que no tengo ni idea de dónde son, como se llaman, ni donde viven. Pero uno estaba tan encantado conmigo, que dijo que quiere ser mi nuevo mejor amigo. Yo acepté.
Como se puede inferir, sólo existo para los gay, cosa que me encanta, pero también me gustaría tener una presencia física entre los hetero. No me vendría mal.
A la noche, me pasan a buscar Ivanna y Diego, con los cuatro niños. Vamos a comer sushi, sushi libre y después fuimos a pasear por Little Israel, o sea Aventura.
Mucho ruso moishe, mucho religioso, mucho brillo, mucho viejo, mucho de muchismo mismo.
Ya sé, casi todos vinieron a Miami alguna vez, y me creo que descubrí América. No, sólo que me impresionó el sentimiento judáico que me despertó esta experiencia miamesca. Me sentí como la vez que fui a Israel y no podía creer que el 98% de la población fuese judía y no tener que estar cuidándome del antisemitismo. Acá es lo mismo. Por lo menos en la zona de Aventura y Sunny Isles Beach.
Y ahora heme aquí, sentada en Estarbacs, haciendo tiempo para irme al aeropuerto, después que una amable cajera de Marshalls me taladrara la cabeza con las teorías de lo que había pasado con el vuelo de Malasyan Airlines.
Estoy pensando seriamente en quedarme como Tom Hanks en el aeropuerto, porque creo que los 20 Rivotril que me quedan, no me van a alcanzar para sacarme el julepe que tengo ahora.
Como diría Francisco I, recen por mí.
A tout a l'heure, see you later alligator, nos vemos cuando aterrice.


jueves, 13 de marzo de 2014

Aventura Mal

Mi-a-mi
No sé para qué me gasto intentando hablar en inglés, si el 95% acá habla español y el otro 5 se divide entre brasileros y rusos. Yanquis go home, esto es la madre patria.
Mis días en Mi Ami Bich transcurren plácidamente ente Epicure, donde desayuno, la playa y el Aventura Mall. No es que quiera, es que acá no hay mucho más para hacer. Todos me dirán, ¡cómo! No fuiste acá, o allá! No, no fui místeres, porque una cuadra mide tres kilómetros, y como no manejo, para todo me tengo que tomar taxi o bondi, y tengo pánico de perderme. Además vine a descansar y tomar sol. Para pasear me voy a Europa.
 Ok.Ya voy a ir. Hoy fue mi primera experiencia en colectivo, y aún tengo dolor de cuello por estar estirándome en cada cuadra para ver si habíamos llegado a la 172 y Collins.
Si yo sé contar, porque en el colegio me enseñaron, ¿decime por qué no confío en mi conocimiento matemático, y le pregunto a la vieja cubana de al lado, en cada cuadra: ¿después de la 184 me toca bajar? No, me dice la señora, ya mirándome con cara de esta mina es definitivamente una boluda. Después de la 184 viene la 182, usted se baja en la 172. Cuando vea el cartel de la 174, entonces ahí tire del cordel para que el chofer pare.
Mañana me animo a South Beach. Espero que esté doña Cuba libre para guiarme.
Shopping y más allá la inundación.
El Aventura Mall, es una ciudad. Es la Torre de Babel misma. Menos inglés, escuchas hablar en trescientos cuarenta y cinco idiomas.
Lo maravilloso de este estado de la Florida, es que mientras hacés la cola para pagar, la de adelante mantiene una conversación por teléfono que suena así: Yes, I told you que sí! If you are not going to escucharme, entonces I'm gonna hang the teléfono. Que no chico, I told you que no! How many times te lo tengo que decir?
Me hizo acordar a cuando era chica, que mi viejo nos hablaba un poco en yidish un poco en castellano. Al fin, que en todos lados me siento como en casa. Yo vendría a ser una especie de ente multicultural. Si ayer le entendí al tachero que debía ser africano, es porque entiendo cualquier idioma. El tipo me quería decir algo de que había hecho tres viajes a no sé dónde, y hablaba así: I tell you ma'am, if you wanna know, I guen twee times. ¡Hasta que entendí qué mierda quería decir guen twee!! Three!! Tres!! El resto del cuento me lo imaginé, porque Yogurtu hizo un monólogo sólo comprensible para él mismo. Soy políglota pero no tanto.
Thank you ma'am, Thank you sir, goodbye y si te he visto no me acuerdo.
El resort.
Mis amigos en el lugar son los trapitos del edificio, cubanos y peruanos, los playeros, cubanos y cubanos, y el arreglatutti uruguayo. Y Kamille, la recepcionista, jamaiquina. El resto deben ser argentinos disfrazados de norteamericanos.
Los huéspedes, brasileros, argies, más argies y rusos. Nadie te da bola.
Los argentinos hablan fuerte, los niños brasileños lloran, y las rusas prendidas al celular todo el día.
Las rusas.
No les entiendo un carajo cuando hablan, porque sólo lo hacen en ruso y yo llegué hasta spasiva nomás. Están todas hechas. Rubias, tetas de siliconas, labios Betty Boop, culo parado sin celulitis, pero no son perfectas. Tienen juanetes. ¡Tomá pa vos! ¡A mí me vas a querer hacer sentir deforme! Yo tendré el culo de una morsa, pero mis pies son desjuanetizados.
Los tacheros.
Nota para el alcalde de Miami: acá los tacheros tienen permitido hablar por celular y comer mientras manejan. Obligar a usar aromatizante de auto para eliminar el olor a fritura y chivo eau de toilette.
A diferencia de Buenos Aires, la mayoría de los taxistas no te hablan. Se hablan a sí mismos. Vos vas un poquito asustada, no sabiendo si están locos, si te están puteando en turkmenistaní, o directamente si vas a llegar a destino sana y salva.
Miamiland, es muy grande. Todo es enorme. Las autopistas, los shoppings, los supermercados, las zapaterías, los edificios, los ascensores, algunos culos, y muchas panzas.
En definitiva, por más hermoso que es el color del mar, EEUU no es mi lugar en el mundo, a menos que venga GC y me diga, nena quedate conmigo. Ahí sí, lo pienso.

domingo, 9 de marzo de 2014

Capítulo IV y último

Poseí-don.
Día seis.
Arriba del barco todo el día. ¿Qué hacés? Comés y pelotudeás. Imposible tirarte a tomar sol, porque la mala educación cunde como epidemia en el mundo entero. La gente se levanta a las cinco de la mañana y ocupa todas las reposeras con toallas. "Reservadas" te contestan cuando vos con ojos de cordero degollado, y transpirada como un chivo preguntás tímidamente si te podés sentar. Las únicas que quedan libres son en la sombra o con los viejos. Chau día de pileta, porque encima no sólo te olvidaste el libro en tu camarote, que está ocho pisos abajo y en la otra punta, sino que además te anotaste, en una subasta de arte, en la que no vas a comprar nada, y empieza cuando vos encontraste una bendita reposera, al lado de una brasileña que te mira con cara de asco. Ya sé, mis frases son muy largas. Como hablo, escribo.
No sé cómo carajo engordo acá adentro, si me la paso caminando de popa a proa todo el día. Desayuno lo mismo que en casa y los postres ni los pruebo porque son de plástico. Pero los pantalones me aprietan y las medias me dan calor, y ningún muchachito del barco, me tiene loca de amor. Bueno, uno solo, de la tripulación, al que no le puedo ni pronunciar el nombre de lo raro que es, Tjaart o algo así, que me mira asustado, yo prefiero pensar que turbado, pero calculo que cuando me ve, lo único que le pasa por la mente es: ¡Socorro, otra vez se me acerca la vieja a hablarme! Está buenísimo el pendejo, y tiene la obligación de hacerme sentir joven y hermosa, así que yo feliz.
Señoras/es, un crucero, definitivamente, es para venir en pareja, en familia,o con amigos, a menos que tengas más de 78 años, que ahí sí, te venís sola y la pasás bomba. Hasta podés llegar a encontrar marido. Es factible que el hombre ya esté más cerca del arpa que del violín, pero candidato al fin. Los únicos que me hablan y me tratan bárbaro son los de la tripulación, camareros y servicio de limpieza, que no es porque les caigo genial sino que están esperando propina. Se la tienen bien merecida. Siete meses arriba del barco sin ver a la familia, y te vienen Elizabeth y 2000 brasileños de pasajeros. ¡Cómo para no tenerte ganado el cielo! O el mar...qué se yo.
Eso, el mar. Decí que no sé nadar bien, que sino, me quedo a vivir under the sea.
Creo que es lo único que disfruto más que el chocolate. Mirar el mar azul. Eso de que salís a la cubierta y ves tiburones, delfines y sirenas, niente. Es mentira. Nemo no está y de la sirenita ni noticias. No me engañes más a los niños que después me crecen y se convierten en cruceristas.
La aventura llega a su fin, con cena de gala y langosta esta noche (si puedo subiré fotos al FB de los mamarrachos andantes), fiesta de blanco en la cuál no seré aceptada porque casi toda mi ropa es negra. El negro adelgaza, me decía el viejopelotudo de mi ex. ¡Sí, lo que me adelgazaría bien, es alguno de los negros que ví durante el viaje!
Día siete. Asisto a charla con Romero Britto. El tipo un divino. Amigos artistas, tomar nota. Hay que hacerse artista pop, tener un genio como marchand que te desarrolle un amplio merchandising, y así llegas a comprarte tres Ferraris.
De seguir en este camino, yo no alcanzo a comprarme el manubrio de un monopatín.
Mediodía. Voy de nuevo a la subasta de arte, sólo para ver si adiviné (uno de los tantos juegos de a bordo) cuánto costaba un Picasso que tenían ahí. ¡Oh surprise! Gané. La pifié por 500 dólares, y fui la que más se acercó de todo el barco, con lo cuál, no me gané el Picasso, pero sí tres cuadros de artistas que ni conozco, y que ahora tendré que explicarles a Kiciloff, Lorenzino, Capitanich y compañía, que no pagué un mango y que me los dejen sacar de aduana.
Mi experiencia Titanic llega a buen puerto. Ahora una semanita de playa en Miami, sin brasileros. ¡Esas van a ser vacaciones!
Los dejo, gente, ya tuvieron suficiente de mí por el momento.
Próxima entrada probablemente desde mi Buenos Aires querido.


Bitácora III

St. Maarten. Día cinco.
Seis en punto arriba, parece que en vez de vacaciones, viniste a la colimba.
A las 8:15 tenés que encontrarte con los del pelotón rosa para ir a la playa.
Tu guía del día es Vilma, una negra enorme, que te grita: ¡fórmense de a dos y se quedan acá quietos! Te quedás parada ahí, durita. No te atrevés a desafiarla porque una mano de Vilma te vuela los dientes de un tortazo.
Prejuiciosa. Eso es lo que me digo, una vez que Vilma empieza a hablar. Una ídola total. Simpática, divertida, ingeniosa y sabía de historia local, no como Ramón.
Mientras nos conducen a la parte francesa de la isla, para ir a la playa, pienso, encontré mi lugar en el mundo. Hasta que la guía, te cuenta, que uno de los últimos huracanes, devastó el 95% de la isla. Chau St. Maarten, en otra vida será, todo lo bueno termina rápido.
En el camino a la playa, me fui haciendo amigos yanquis y canadienses que comparten conmigo, con otros 2500 turistas y 2468 tripulantes, su malestar por el comportamiento de los hermanos brasileros. N.de la R.: aquí se aplica la frase, uno no elige a los hermanos ni a los vecinos. Lo que te toca te toca y si no te gusta, jodete.
Llegamos al parador Kakao. ¡Dios! Podría quedarme toda la vida mirando el mar. Va del transparente al azul marino, pasando por toda la gama de turquesas habidos y por haber.  Esto es lo único que quiero en la vida. Sentarme en la playa a mirar el mar. ¡No quiero más cerámica, ni más exposiciones, ni parientes, ni amigos, amantes o cualquier cosa que se le parezca a un ser humano! ¡Quiero esta playa! Es más, ¡ya ni quiero a George Clooney! Con eso te digo todo. No me importan los huracanes, las iguanas inmundas, que no haya nada de nada, más que vendedores ambulantes que se te pegan como moscas, ni la cara de orto del mozo francés, cuando le pregunté si el pescado era fresco. ¡Mi reino por esta playa! (Eso sí, sacando a todos los turistas)
Quiero ser el pirata Morgan, o el Capitán Drake, o el ortudo que en una noche de suerte, le compró la isla a un choborra por 6000 dólares. ¡Siempre llego tarde! ¡Haber nacido en el 1400!
Ahora estoy en el barco de nuevo. Por supuesto el capitán noruego tiene un problema con su reloj. Atrasa unas horitas nomás. Ya deberíamos haber salido.
Esta noche firma autógrafos Romero Britto. El artista plástico pop de moda.
Obviamente para ser autografiada, tenés que comprar algo. Porque si en este barco hay algo que hacés, es comprar. Estás todo el día al pedo yirando, y consumís. De eso se nutren los royalcaribeños. Compro taza de cerámica ( no vaya a ser que me olvide de mis orígenes) y libro. Media hora de cola rodeada de brasileros. Socorro.Me llega el turno y lo primero que le digo a Romero es, sin repetir, sin soplar y sin respirar : mi nombre es Elizabeth, yo también soy artista plástica,  si no te molesta te dejo mi tarjeta por si tenés tiempo y te interesa ver lo que hago. Lo agarré desprevenido y le enchufé el libro para que firme, junto con mi tarjeta. Por supuesto dijo muy cordialmente que sí, pero yo supongo que esta noche mi 7x5 será usada no sé si como papel higiénico, pero probablemente como escarbadientes.
Cena sola, porque los recién casados me parece fueron abducidos por extraterrestres. No sé muy bien qué estoy comiendo, tiene pinta de carne con polenta, pero el gusto es a tierra.
Nota mental para futuros cruceros: meter en la valija varios choripanes envasados al vacío.
Fin del día cinco.

Bitácora II

Parte II
Día cuatro.
5:30 a.m me despierto. No sabemos aún si por el fuerte movimiento del barco, o porque los del camarote de al lado le están dando a la matraca sin parar. Los puteo, de envidia nomás.
7 a.m ya estoy desayunando en el Windjammer, que vendría a ser el comedor popular. Para llegar ahí tengo que atravesar todo el barco por la cubierta, donde no me vuelo porque mis anclas son pesadas.
El sólo aroma de las salchichas a tan temprana hora, me descompone. Ahora entendemos porqué los yanquis son gordos. Le dan al embutido todo el día. Yo, gracias a los mareos producto del puto viento que hay que no hace zozobrar el barco de milagro, me como una tostada con queso blanco y un poco de fruta, agradeciendo a Poseidón que no me deje vomitar.
Hoy nos toca St. Thomas. Playa y shopping.
11 hs desembarcamos. Hasta el momento la temperatura más alta del Caribe ,25 grados. Bajamos. No quiero sonar a desagradecida a la vida, pero la verdad es que la isla se parece más a San Clemente del Tuyú que a las Islas Vírgenes que esperaba. Reservé un tour hablado en español, con lo cuál por primera vez en varios días tengo con quién hablar como Dios manda. Los tortolitos dominicanos me clavaron la segunda noche y no los vi más, por eso, argentinos, mexicanos, venezolanos y colombianos fueron más que bienvenidos, anque algún que otro amigo brasileiro.
St Thomas es conocida como la calle Libertad del Caribe Sur. Una joyería al lado de la otra.
Viene Ramón a buscarnos. Habla castellano de no sabemos dónde. Nos subimos al "micro" que era una catramina del año 12. Mil ochocientos doce. Ramón nos va haciendo de guía turística. A su derecha lo que ven es el agua. A su izquierda donde dice Post Office es el correo, y al lado hay un colegio. Bueno, allá arriba era el castillo del Capitán Drake, y lo que ven abajo, es una muralla. Como las islas son americanas, todos los que nacen acá son norteamericanos. Y ya llegamos a las joyerías, ahora bajen a comprar y en dos horas los vuelvo a ver.
A mi me gustó un anillito de 8600 u$s que me lo dejaban a 6800. Una bicoca. Le digo a la vendedora que intentaba convencerme de que vendiera mi departamento para comprarlo, esperá que consulto y vuelvo. ¿Consulto con quién? ¿Con mi otro yo? Dijo que no, obviously.,
Me voy sintiéndome una zaparrastrosa que no tiene 6800 dólares para gastarse en un anillo.
Volvemos al punto de encuentro donde nos enteramos que Ramón nos había abandonado. Nos subimos a otro "micro", con lugareño que no habla. Los pasajeros dudábamos de sí terminaríamos como en la isla de Lost. Pero el buen señor, nos llevó sanos y salvos hasta la playa de al lado. Bueno, playa, lo que se dice playa, no era. Era una playita. Muy pintoresca, agua transparente y calentita ahora sí, y recontra pobre. ¡Pero puedo decir que estuve en una playa del Caribe!
Lo interesante de la jornada fue descubrir que somos 8 argentinos en todo el barco. Y 2000 brasileros. Ya sé, ya lo conté, pero ¡vení y conviví 7 días con 2000 o mais grande do mundo, y después decime si no lo vas a repetir todos los días! Gracias al cielo los otros 7 compatriotas piensan como yo. Y confirmo mi teoría de que el atraso de 6 horas no fue por el bendito escáner de pasajeros sino por nuestros amados vecinos de la scola do samba.
Son las 5 p.m y ya tenemos que retornar a casa (casa=barco). Esta vez viene Ramón a buscarnos. De golpe para y pensamos ¡zas se rompió el micro! No. El hombre quería que apreciáramos la vista desde el basural arriba de la colina. Aroma a Cloaca eau de parfum by St.Thomas. ¡¡Pero no importa, lo banco a muerte a Ramón!!
Subimos al barco nuevamente y ¿a quién veo? A don egipcio con la jermu, o ex jermu, no sé, con una cara de embole total. Ni me saluda, obviously de nuevo.
Definitivamente, soy transparente, no existo.
Milagrosamente hablo con gente durante la noche y después participo en la fiesta de los 70's, bailando sola, como corresponde a un espectro.
Llega a su fin día cuatro, con un tono bordeaux en la parte trasera del cuerpo, y bronceado por delante. Soy lo que se llama la famosa Bic-Color. Me duele de sólo mirarme.
Mañana a St. Maarten.

Bitácora I

Bitácora de navegación, parte I.
Día uno. Ha zarpado el Buquebús yanqui, con tres horas de atraso y no sabemos todavía quién fue el o los culpables de tamaño despropósito. Yo tengo mis sospechas, que develaré más adelante, en el día dos.
Retomemos. Día uno, totalmente perdido, porque entre que llegás, te ubicás para dónde carajo queda la popa y para dónde la proa, porque de eso depende tu vida, más el simulacro de evacuación no intestinal, se te fue la tarde. Sin contar, con esquivar los fotógrafos del barco que pretenden cobrarte veintiún dólares cada foto, además aprenderte cuáles son los restaurantes que tenés incluido en tu contrato e intentar no aparecer en la otra punta del barco cuando estas buscando tu camarote Deck 7 zona B 538, que no es lo mismo que Deck 7 zona A, que no estaba en la proa sino en la popa (ahí es donde se te va la vida).
Y cuando pensaste que estabas entre las más flacas del barco, te suben 2000 brasucas. O sea una ciudad entera. Imaginate. Mil tipos y sus mil minas con culo parado, sin celulitis y senda tanga Bum Bum metida en el orto. Que encima hacen quilombo y hablan todos juntos como si estuviesen en casa. Muchachos, me caen bárbaro, los quiero, somos vecinos, pero ¿no pueden ir a veranear a Alaska? Yo sé que la alegría es brasileña, ¿pero por qué no la llevan a otro lado que a mí me están taladrando los oídos?
Ya te toca la cena, cuando todavía tenés el pescado sin vender. 20:30 hs. Y como maldición mandada por mi amiga Lu M que me dijo, huí de los mieleros, en mi mesa, nada más ni nada menos, que una dulce parejita dominicana recién casada. Y yo. Porque a los royalcaribeños no se les ocurre que en una mesa de cuatro, pueden sentar a un señor más aunque no hable español. ¡Poneme un turco, un búlgaro, un chino, pero no me dejes sola con unos tortolitos engripados! Divinos los chicos, de verdad, si recordara sus nombres sería mucho mejor, porque hoy tengo que verlos de nuevo. Mientras cenamos, el Capitán le mete al acelerador, porque tenemos que llegar a Nassau a las 7 de la mañana, y por culpa de ya sabremos quién, estamos yendo a los pedos, con el consecuente mareo.
Se me va terminando el día uno porque hay que levantarse a las 6 a.m  para ir a la Blue Lagoon, en Bahamas, tomar sol y ver los delfines.
Día dos. Seis en punto arriba. ¿Milagro? No. Pagué un huevo y no pienso perdérmelo.
Desayuno. Me toca en el piso 16. ¡Eso se llama ganas de romper los quinotos! Te atragantás con la tostada, porque a las 7:30 tenés que ir a buscar al piso 15 un toallón, y a las 7:45 juntarte con los excursionistas en el muelle, para ir a la Laguna Azul. Finalmente salimos en barquito medio dudoso. Ahí te das cuenta que sos una primeriza pelotuda ,porque vas con un saquito en vez de campera, y te cagás de frío en el bote. Se te sienta al lado un señor de tu edad más o menos. Panzón, pelado, pinta de Hell Angels y lleno de tatuajes. Y te decís a vos misma, chorro no ha de ser, si se garpó un crucero al Caribe. Don't worry, be happy, no te asustes.
A la media hora, y con años de abstinencia, lo empezas a ver potable.
Llegamos a la laguna. Ni rastros de Christopher Atkins y Brooke Shields pero la playa hermosa, con arena hiper blanca tipo harina 0000 y el agua turquesa, verde esmeralda.
Me tiro en una reposera, dejo las cosas y ¿qué hago? Obviamente. Voy a meter las patas en el famoso Mar Caribe. ¡Un frío de cagarse! ¿Quién me mintió diciéndome que era calentito? A las 8:45 a.m ningún mar es calentito. Y a las 10:45 tampoco.
El señor de los tatuajes, se acuesta cerca. Ya que dicen que soy selectiva, demasiado pretensiosa y que me llevé Levante II previa, me digo: veamos qué pasa si lo miro y le sonrío.
Una vez, dos veces, a la tercera corroboro que soy un fantasma. Así que aprovecho y me voy a ver los delfines, que dicen, tienen una percepción extrasensorial, y a lo mejor notan mi presencia. Tampoco.
10:50 el gordo se levanta de su reposera, y me pregunta: they said we leave at eleven, no?
Yes, le digo yo, con mi mejor inglés. Y parece que ahí tomó carrera y se animó. Excuse me. Are you from Middle East?
¡¡Tiene un ojo el tipo!! No chabón, soy una negrita argentina!
Se terminó llamando Richard, nacido egipcio goy, nacionalizado canadiense goy, que viajaba junto con su ex mujer, porque a ninguno de los dos les gusta andar solo ( a mi me tocan todos).Muy agradable, charlamos todo el viaje de vuelta. Después de diez minutos de parloteo, ya te estás preguntando qué onda con el canadioegipcio. ¿Le darías? Y....qué se yo...a estas alturas....mientras tanto le pedís perdón a tu padre en el más allá, por tener pensamientos pecaminosos con el descendiente del faraón que nos echó de Egipto.
Chau Mr, un gusto conocerlo, pero dudo volver a encontrarlo en un barco con ocho mil personas.
Mediodía de spa, bien ganado y merecido, ya que supuestamente zarpábamos hacia St Thomas a las 13:30 en punto. O sea, me vine corriendo y no vi Nassau porque nos íbamos....pero no. Otra vez, misteriosamente, seguíamos en puerto.
Y puteás a dios,a María santísima, y al capitán no porque es el que maneja.
Tras un masaje de dos horas por una china divina, que me dijo que lo mío no es gordura sino retención de líquidos y terminó empomándome con todo un tratamiento para eliminar toxinas, que me salió un ojo de la cara, pero eso sí feliz porque la grasa de mi cuerpo sólo es agua, notás que el barco todavía no se movió ni un centímetro.
¿Qué mierda pasa? Justo te sale por todos lados la voz del Capitán Garfio pidiendo que se reporten al lobby, cuatrocientos treinta y cinco brasileros, para verificar que están a bordo.
¡Y la remilputaqueteparió Brasil, con todo el amor que te tengo! Quiero que Dilma me devuelva dos días enteros de crucero perdidos al cuete por sus compatriotas que se fueron de shopping y se recontracagaron en el resto de los pasajeros! ¡Esos eran los famosos atrasos! Son las 6 de la tarde y recién zarpamos! ¡Cinco horas y media donde podia haber paseado, comido pescado y comprado con tax free!!
Sí, no lo duden! Lo digo por las compras! ¡Me cago en el pescado, en las casitas de colores de Bahamas, y en la hostia!¡Yo quería comprar con tax free! Por una vez en mi vida quería que algo me saliera más barato. Pero no, la batucada no me dejó.
El Capitán para evitar un linchamiento masivo y una guerra norte-sur, le echó la culpa de la demora a desperfectos del escáner de pasajeros. ¡Minga! Todo el barco y la tripulación, sabemos la verdad, aunque todavía no tenemos los nombres. Cuando los consiga, los voy a buscar uno por uno. ¡Vendetta!
Ahora estoy nauseosa en el camarote, porque otra vez el fercho del barco tuvo que meter quinta para que lleguemos al puerto a horario.
Esto se mueve más que la balsa de Lito Nebbia.
Día tres. Navegación sin tocar tierra. Solárium toda la mañana y quedamos como los monos babuinos de culo colorado. Nota mental, protector factor 20, no va en el Caribe. El barco se mueve mucho y se suspende la búsqueda de candidato.
¡Dramamine a la derecha please!