Ya nos andábamos extrañando. Digo...yo a ustedes, a mis otros yo no los extraño nada.
Estábamos un poco opacadas y apocadas. Para decirlo sin vueltas ni eufemismos, pajeras.
Andamos sin ideas, sin neuronas activas y sin equilibrio. Ni del emocional ni del otro.
Llevo, en lo que va del año, cuatro caídas con secuelas. Dos en la rodilla izquierda y dos en el orgullo. Empate dijo la partera.
Nos estamos cayendo a pedazos. Nos caemos en la calle, nos caemos de la cama, nos tropezamos con todo. Nos rompemos dedos, codos, rodillas y marotes. Lo que todavía no nos rompimos, fue el culo. Es demasiado esfuerzo. Y eso, ya sabemos, no es lo nuestro.
La vejez nos está llegando, como a todos. Lo que no les llega a todos, es la decrepitud, como a nosotras. Nosotras te somos de libro de medicina. A los 40 en punto, apareció la presbicia, cosa que al principio nos pareció simpática. Eso de usar lentes, nos daba un aire de intelectualidad que nos venía faltando. Ahora, a los 50, la menopausia. Eso no nos da justamente aire, sino todo lo contrario. Nos lo quita. Nos saca toda sensualidad que una podría creer que se tiene en la madurez. Cuando empezaste a disfrutar del sexo sin culpa ni tapujos, ya no te interesa, porque lo único que querés es un abanico y una ducha helada. Añoras las épocas en las que usabas sweaters, frazadas, medias y todavía te gustaba que un caballero te abrazara para aplacar el frío. Hoy, si alguien te toca en plenos calores, le cortás la mano.
Así que vamos a pedir. Porque si creías que ya habíamos pedido todo, nop...nosotras siempre te encontramos algo más para querer.
Quiero un cuerpo que venga con refrigeración incorporada y sin glándulas sudoríparas.
Quiero un abanico gigante, para tener un ídem de posibilidades, cosa que ya no tengo.
Quiero un safari por el glaciar Perito Moreno, porque en la sabana africana hace demasiado calor.
Quiero un par de tacos aguja para coserme la boca.
Quiero un otoño sin humedad, un verano sin calor y volver a ser joven y fértil.
Quiero las calles sin pozos, las veredas acolchadas, y mi equilibrio en buen estado.
Quiero el sentido extraordinario, porque el común lo perdí hace rato.
Quiero un castillo de arena en Mónaco, un palacio de la Papa Frita, y una mansión de 2 x 4.
Quiero unas pantuflas árabes, unos zuecos holandeses, y unas alpargatas santafesinas. Perche mi piace.
Quiero unos anteojos culo de botella, un cuello de cisne y las piernas de un tero. Ando escasa de cuello y más parezco un pterodáctilo que un gracioso colibrí.
Quiero porque quiero, porque se me da la gana. Quiero lo imposible, porque lo posible no me interesa. Quiero porque a para eso vine a este mundo. A querer lo que tengo y lo que no. Quiero una vida insatisfecha porque si estuviese satisfecha estaría llegando al final, y no quiero.
Estábamos un poco opacadas y apocadas. Para decirlo sin vueltas ni eufemismos, pajeras.
Andamos sin ideas, sin neuronas activas y sin equilibrio. Ni del emocional ni del otro.
Llevo, en lo que va del año, cuatro caídas con secuelas. Dos en la rodilla izquierda y dos en el orgullo. Empate dijo la partera.
Nos estamos cayendo a pedazos. Nos caemos en la calle, nos caemos de la cama, nos tropezamos con todo. Nos rompemos dedos, codos, rodillas y marotes. Lo que todavía no nos rompimos, fue el culo. Es demasiado esfuerzo. Y eso, ya sabemos, no es lo nuestro.
La vejez nos está llegando, como a todos. Lo que no les llega a todos, es la decrepitud, como a nosotras. Nosotras te somos de libro de medicina. A los 40 en punto, apareció la presbicia, cosa que al principio nos pareció simpática. Eso de usar lentes, nos daba un aire de intelectualidad que nos venía faltando. Ahora, a los 50, la menopausia. Eso no nos da justamente aire, sino todo lo contrario. Nos lo quita. Nos saca toda sensualidad que una podría creer que se tiene en la madurez. Cuando empezaste a disfrutar del sexo sin culpa ni tapujos, ya no te interesa, porque lo único que querés es un abanico y una ducha helada. Añoras las épocas en las que usabas sweaters, frazadas, medias y todavía te gustaba que un caballero te abrazara para aplacar el frío. Hoy, si alguien te toca en plenos calores, le cortás la mano.
Así que vamos a pedir. Porque si creías que ya habíamos pedido todo, nop...nosotras siempre te encontramos algo más para querer.
Quiero un cuerpo que venga con refrigeración incorporada y sin glándulas sudoríparas.
Quiero un abanico gigante, para tener un ídem de posibilidades, cosa que ya no tengo.
Quiero un safari por el glaciar Perito Moreno, porque en la sabana africana hace demasiado calor.
Quiero un par de tacos aguja para coserme la boca.
Quiero un otoño sin humedad, un verano sin calor y volver a ser joven y fértil.
Quiero las calles sin pozos, las veredas acolchadas, y mi equilibrio en buen estado.
Quiero el sentido extraordinario, porque el común lo perdí hace rato.
Quiero un castillo de arena en Mónaco, un palacio de la Papa Frita, y una mansión de 2 x 4.
Quiero unas pantuflas árabes, unos zuecos holandeses, y unas alpargatas santafesinas. Perche mi piace.
Quiero unos anteojos culo de botella, un cuello de cisne y las piernas de un tero. Ando escasa de cuello y más parezco un pterodáctilo que un gracioso colibrí.
Quiero porque quiero, porque se me da la gana. Quiero lo imposible, porque lo posible no me interesa. Quiero porque a para eso vine a este mundo. A querer lo que tengo y lo que no. Quiero una vida insatisfecha porque si estuviese satisfecha estaría llegando al final, y no quiero.