Hoy 9 de julio de 2017, siendo el día de la Independencia, propongo, promuevo, declaro, promulgo y/o decreto la ley número cuatrocientos treinta y ocho mil treinta y seis de los Quereres.
Quiero ser una de las Trillizas de Oro, para tener una papa en la boca, ahora que estoy a dieta y tengo los hidratos prohibidos.
Quiero tirarme en culopatín por el Cerro Tronador para calmar los calores provocados por la bendita menopausia.
Quiero perder la capacidad del olvido, para acordarme todos los días, que olvidar es morir un poco, y recordar es divino.
Quiero viajar sin detenerme a mirar el presente, porque la ansiedad sólo me permite pensar en lo que quiero ver mañana.
Quiero saltar en garrocha por encima de mis prejuicios, y aterrizar suavemente en la incomodidad de mi presente.
Quiero la rapidez mental que tenía cuando no tenía esta lentitud pre-geriátrica.
Quiero una casa flotante, para navegar mis sueños de manera placentera, y no como vienen hasta el momento, anclados en una espesa niebla.
Quiero lo que no quería antes, porque no sabía que lo quería, a lo que quiero ahora, que no me estaría resultando querible.
Quiero detenerme en un instante de tu sonrisa, capturarla, grabarla en el chip de mi memoria, antes que la olvide para siempre.
Quiero una casa en todos lados, un barco en cada puerto y un cohete en el culo.
Quiero enamorarme de una vida, la tuya, porque la mía no andaría siendo muy interesante.
Quiero mirarte detenidamente, durante una hora sin pestañear, para incorporarte de una vez y para siempre, en el catálogo de mi corazón.
Quiero dar la vuelta al turrón, porque de manzanas diet ya estoy harta.
Quiero cerrar los ojos y ser flaca, como por arte de magia de Jean Cartier.
Quiero a George ahora que es padre, porque si no lo quisiera dirían que no me gustan los niños, y me encantan los ajenos.
Quiero la vida sin muerte, la paz sin guerra, el amor sin odio y la certeza de que algún día te encontraré.
Y por último quiero el abrazo que me falta, desde que me falta todo.
Quiero ser una de las Trillizas de Oro, para tener una papa en la boca, ahora que estoy a dieta y tengo los hidratos prohibidos.
Quiero tirarme en culopatín por el Cerro Tronador para calmar los calores provocados por la bendita menopausia.
Quiero perder la capacidad del olvido, para acordarme todos los días, que olvidar es morir un poco, y recordar es divino.
Quiero viajar sin detenerme a mirar el presente, porque la ansiedad sólo me permite pensar en lo que quiero ver mañana.
Quiero saltar en garrocha por encima de mis prejuicios, y aterrizar suavemente en la incomodidad de mi presente.
Quiero la rapidez mental que tenía cuando no tenía esta lentitud pre-geriátrica.
Quiero una casa flotante, para navegar mis sueños de manera placentera, y no como vienen hasta el momento, anclados en una espesa niebla.
Quiero lo que no quería antes, porque no sabía que lo quería, a lo que quiero ahora, que no me estaría resultando querible.
Quiero detenerme en un instante de tu sonrisa, capturarla, grabarla en el chip de mi memoria, antes que la olvide para siempre.
Quiero una casa en todos lados, un barco en cada puerto y un cohete en el culo.
Quiero enamorarme de una vida, la tuya, porque la mía no andaría siendo muy interesante.
Quiero mirarte detenidamente, durante una hora sin pestañear, para incorporarte de una vez y para siempre, en el catálogo de mi corazón.
Quiero dar la vuelta al turrón, porque de manzanas diet ya estoy harta.
Quiero cerrar los ojos y ser flaca, como por arte de magia de Jean Cartier.
Quiero a George ahora que es padre, porque si no lo quisiera dirían que no me gustan los niños, y me encantan los ajenos.
Quiero la vida sin muerte, la paz sin guerra, el amor sin odio y la certeza de que algún día te encontraré.
Y por último quiero el abrazo que me falta, desde que me falta todo.