Acá estamos, no nos habíamos ido a ningún lado. No porque no queramos, si no porque no se puede. El único viaje que hicimos fue hacia el interior nuestro, y no nos gustó lo que vimos, por eso volvimos. El paisaje no era muy agradable y se tradujo en nuestros sueños.
No sólo soñamos que volvíamos con marido número dos, también soñamos que volvíamos con marido número uno. Anoche, soñamos que estábamos de novias con Ginés González García, ministro de salud actual, señor que podrá ser inteligente pero no muy agraciado. Se ve que estamos empezando a sufrir el confinamiento y la falta de contacto con seres humanos, que ya nos pondríamos de novias con señores que ni siquiera son de nuestro gusto artístico. Solo falta que soñemos que volvemos con marido número tres y cantamos bingo.
Nuestra vecina sigue con los zapatos puestos.
Se levanta a las 8.30, se calza, y empieza a caminar. Suponemos que hace precalentamiento, porque escuchamos lo que creemos una carrera corta del dormitorio al living, luego elonga, se acomoda bien los tamangos y empieza con el famoso salticado de la profesora Basso. Así nos tiene más o menos dos horas. Contrariamente a lo que cualquier ser humano común haría, que sería sacarse las zapatillas, en este caso los zapatos, y darse una ducha, ella sigue calzada hasta las 3 de la madrugada que se va a dormir. Sucia. Calculamos que también duerme con los botines puestos porque la escuchamos cuando baja a pishar. Cuando termine la cuarentena le vamos a regalar un par de zapatos nuevos porque seguro que a estos ya se les gastó el taco.
Ahora nos resta conseguir un novio para no seguir soñando boludeces. Socorro, pandemia.
No sólo soñamos que volvíamos con marido número dos, también soñamos que volvíamos con marido número uno. Anoche, soñamos que estábamos de novias con Ginés González García, ministro de salud actual, señor que podrá ser inteligente pero no muy agraciado. Se ve que estamos empezando a sufrir el confinamiento y la falta de contacto con seres humanos, que ya nos pondríamos de novias con señores que ni siquiera son de nuestro gusto artístico. Solo falta que soñemos que volvemos con marido número tres y cantamos bingo.
Nuestra vecina sigue con los zapatos puestos.
Se levanta a las 8.30, se calza, y empieza a caminar. Suponemos que hace precalentamiento, porque escuchamos lo que creemos una carrera corta del dormitorio al living, luego elonga, se acomoda bien los tamangos y empieza con el famoso salticado de la profesora Basso. Así nos tiene más o menos dos horas. Contrariamente a lo que cualquier ser humano común haría, que sería sacarse las zapatillas, en este caso los zapatos, y darse una ducha, ella sigue calzada hasta las 3 de la madrugada que se va a dormir. Sucia. Calculamos que también duerme con los botines puestos porque la escuchamos cuando baja a pishar. Cuando termine la cuarentena le vamos a regalar un par de zapatos nuevos porque seguro que a estos ya se les gastó el taco.
Ahora nos resta conseguir un novio para no seguir soñando boludeces. Socorro, pandemia.